El negocio de los órganos humanos

RAMAT GAN, Israel ó Aparte del precio de casi 200 mil dólares, lo impresionante fue lo fácil que fue para Ophira Dorin comprar un riñón.

Hace dos años, mientras enfrentaba la posibilidad de años de diálisis, Dorin se dispuso a encontrar un intermediario de órganos que pudiera ayudarla a evitar la larga lista de espera para un trasplante en Israel. Con apenas 36 años, tenía un empleo prometedor en una compañía de software y sueños de formar una familia. Sin poder encontrar un donante compatible entre familiares y amigos, enfrentaba una lucha diaria contra las náuseas, el agotamiento y la depresión.

Pronto, la familia le presentó tres nombres: Avigad Sandler, un ex agente de seguros sospechoso de tráfico de órganos; Boris Volfman, un emigrado ucraniano y protegido de Sandler; y Yaacov Dayan, un empresario.

Según descubrió The New York Times durante una investigación sobre el comercio mundial de órganos, los tres estaban entre los principales operadores en el mercado clandestino de riñones de Israel. Durante años, han ganado enormes sumas de dinero por organizar trasplantes en el extranjero para pacientes a quienes les encuentran donantes extranjeros.

La Organización Mundial de la Salud calcula que el suministro de órganos trasplantables no satisface más de una décima parte de la demanda actual. Expertos dicen que es probable que miles de pacientes se sometan a trasplantes ilícitos en el extranjero cada año. Casi siempre, quienes venden sus órganos son pobres y están mal informados sobre los riesgos.

Un análisis de The Times sobre casos importantes de tráfico de órganos desde 2000 sugiere que los israelíes hayan tenido un papel enorme. Eso se debe en parte a restricciones religiosas en lo que respecta a muerte y profanación, que han mantenido tan bajos los índices de donaciones al morir que algunos pacientes sienten que deben recurrir a otros lados.

“Cuando alguien necesita un trasplante de un órgano, hará todo lo que esté en su poder”, dijo Meir Broder, un asesor legal del Ministerio de Salud de Israel.

La desesperación fue evidente en el funcionamiento de un flujo de turismo de trasplantes que llevó a Dorin y otros pacientes extranjeros a Costa Rica entre 2009 y 2012. The Times le siguió la pista a la red desde San José, la capital de Costa Rica, hasta Ramat Gan, un bullicioso distrito comercial cerca de Tel Aviv.

El gobierno de Costa Rica no está seguro de cuántos extranjeros recibieron trasplantes sospechosos, pero The Times identificó a once pacientes óseis israelíes, tres griegos y 2 residentes de Estados Unidosó que viajaron a San José para recibir trasplantes con riñones obtenidos de habitantes de la localidad. Otros dos israelíes localizados llevaron a donantes desde Israel.

La red fue creada por un grupo que juntaba a acaudalados intermediarios israelíes, un prominente nefrólogo costarricense y terceros que reclutaban donantes desde un taxi y una pizzería. Cuatro pacientes israelíes o fuentes cercanas a ellos identificaron a Dayan, conocido como Koby, como su conducto a Costa Rica.

Las autoridades en Costa Rica llevan más de un año investigando la operación. Pero no está claro si la policía en alguno de los dos países ha vinculado a los trasplantes con Dayan u otros intermediarios israelíes. Dorin dijo que su familia fue remitida donde Avigad Sandler, quien dijo que mandaba clientes a Sri Lanka por 200 mil dólares en efectivo. Sus compañeros de trabajo organizaron una recaudación de fondos y sus padres hipotecaron su casa.

Alguien le dijo a la madre de Dorin que su tío había recibido un riñón en Sri Lanka a un precio menor. El intermediario del tío, Boris Volfman, solicitó diez mil dólares por adelantado y le dijo a Dorin que tendría que llevar los 140 mil restantes a Sri Lanka. Al día siguiente, la policía de Israel arrestó a Volfman, Sandler y otros bajo sospechas de tráfico de órganos, no relacionadas con el caso de Dorin.

El revés no duró mucho. Se organizó un encuentro con Dayan, quien dijo que un trasplante en Costa Rica costaría 175 mil dólares, dijo Dorin. Tuvo cuidado de no especificar que el paquete incluiría un riñón. “Pero estaba entendido”, recordó Dorin, “que el pago era por todo, incluyendo el órgano”.

Dorin dijo que parte del dinero fue transferido a un hospital en San José, y que ella le entregó un pago al doctor Francisco José Mora Palma, el nefrólogo que supervisó su trasplante. Mora entonces le pagó 18.500 dólares a un hombre desempleado, de 37 años, por su riñón, de acuerdo con un documento de los tribunales.

Viajes médicos a Costa Rica
Para 2012, alrededor de 50 mil visitantes gastaban 330 millones de dólares por año en Costa Rica en procedimientos tan variados como endodoncias y abdominoplastias, según el Consejo para la Promoción Internacional de la Medicina de Costa Rica.

Es obligatorio que especialistas como nefrólogos y cirujanos de trasplantes trabajen en hospitales del estado, donde ganan quizás siete mil dólares al mes. Pero pueden ganar más trabajando en su tiempo libre en hospitales privados que atienden a pacientes con recursos.

Mora, el director de nefrología en el Hospital Rafael Ángel Calderón Guardia, un establecimiento estatal, también tenía privilegios en dos hospitales privados, el Hospital Clínica Bíblica y el Hospital La Católica.

Los costarricenses que proporcionaron riñones para extranjeros eran principalmente hombres con poca educación y bajos recursos.

Dimosthenis Katsigiannis, un inmigrante griego en Costa Rica, organizó dos donaciones, según una orden de cateo e incautación. Katsigiannis, de 56 años, es dueño de la pizzería Akropolis.

Su abogado dijo que Katsigiannis recibió una llamada de un familiar que necesitaba un trasplante en 2009. Indagó entre los doctores que frecuentaban su restaurante y le hablaron de Mora. Entonces, le dejó saber que estaba en busca de un donante.

El hombre de 38 años que ofreció sus servicios a cambio de casi 5.500 dólares quedó tan satisfecho que su hermano mayor quiso hacer un acuerdo similar, dijo Jesús Gilberto Corella Quesada, abogado de Katsigiannis. Corella dijo que Katsigiannis no recibió ninguna compensación.

Vendedores posteriores fueron reclutados por Maureen Cordero Solano, de 33 años, una oficial de policía que también manejaba un taxi, dijeron las autoridades. Ella recibía mil dólares de Mora por cada donante que suministraba, de acuerdo con la orden de cateo.

Dayan, quien tiene cerca de 60 años, había sido uno de los principales intermediarios de trasplantes desde mucho antes de que comenzara a mandar pacientes a Costa Rica. De acuerdo con una formulación de cargos por fraude fiscal presentada el año pasado en Israel, Dayan y su firma usaron compañías fantasma para proteger más de 30 millones de dólares entre 1999 y 2007, en gran parte por servir como intermediario para trasplantes. Los cargos lo acusan de pagarle a sus asociados hasta 40 mil dólares por cada donante reclutado.

The Times siguió la pista de los trasplantes para Dorin y otros dos israelíes, lo que lo condujo a Dayan, quien dijo que no manda pacientes a Costa Rica. “Ayudamos a la gente, pero no quiero hablar de eso”, dijo.

Acuerdo abortado en Israel
La policía israelí se rehusó a hacer comentarios sobre si la agencia procesará el caso de Costa Rica.

La investigación de Costa Rica avanzó tras un suceso el 18 de marzo de 2013, cuando una pareja costarricense llegó al Aeropuerto Ben Gurion, cerca de Tel Aviv.

Rosa, entonces de 20 años, y Roberto, de 26, provenían de la zona montañosa en la región central del país, donde las exuberantes colinas volcánicas están densamente plantadas con caña de azúcar y café. (The Times no publica sus apellidos porque son considerados testigos protegidos bajo la ley costarricense.) Ninguno había viajado fuera del país, o en avión, así que estaban sumamente entusiasmados.

En Israel, la pareja llamó la atención de la policía fronteriza tras bajar del avión con una sola pieza de equipaje, poco dinero y planes de reunirse únicamente con un extraño en la salida, dijo Rodrigo X. Carreras Jiménez, el embajador de Costa Rica en Israel.

“Finalmente confesaron que habían llegado a vender un riñón, el de la joven”, dijo Carreras. Indicaron que iban bajo órdenes de Mora.

Cuando fueron contactados en Costa Rica, Rosa y Roberto dijeron que no sabían por qué los habían mandado a Israel cuando la rutina había sido que quien necesitaba el trasplante viajara a Costa Rica.

Ellos habían pedido un préstamo equivalente a casi tres mil dólares y tenían dificultades para pagarlo. Roberto ganaba 500 dólares al mes y Rosa estaba terminando la preparatoria. Tenían un bebé al que alimentar y vivían en choza.

Roberto dijo que una pariente, Cordero, la chofer de taxi que reclutaba donantes, ofreció una solución. “Una señora necesita vivir y tú necesitas el dinero”, dijo. Cuando las pruebas médicas descalificaron a Roberto, Rosa se ofreció.

Carreras dijo que en el aeropuerto, una enfermera llegó a sacarle sangre a Rosa. También llegó un abogado, pero él y la enfermera tuvieron que irse. El abogado, Lior Lev, dijo que un cliente, a quien no quiso nombrar, lo había mandado a verificar a la pareja. Los registros de los tribunales muestran que Lev ha representado a Dayan en otros asuntos.

Cabizbajos, Rosa y Roberto volaron de regreso a su país.

Red desarticulada
El 18 de junio de 2013, oficiales de la policía costarricense realizaron una redada en el Hospital Calderón Guardia y arrestaron a Mora. El Organismo de Investigación Judicial también arrestó a Cordero, la chofer de taxi, e incautó historiales médicos de Mora.

El doctor estuvo encarcelado cuatro meses antes de pagar una fianza de casi 180 mil dólares.

Los registros incautados condujeron a las autoridades a múltiples vendedores de riñones y motivaron los arrestos del doctor Víctor Hugo Monge Monge, el cirujano vascular que trasplantaba los órganos, y de dos de los urólogos que los extraían.

Una vocera de la Fiscalía dijo que espera que se presenten cargos formales contra Katsigiannis, Mora y los otros tres doctores. Cordero está cooperando con los fiscales y quienes vendieron sus riñones han sido puestos bajo un programa de protección del gobierno.

“Ninguno está en buena condición, monetaria, social o de salud”, dijo Henry Madrigal Ledezma, del Organismo de Investigación Judicial. “No hay nadie que los atienda, ni doctores ni hospitales”. El escándalo motivó a la Asamblea Legislativa de Costa Rica a aprobar una ley en marzo que endurece las restricciones sobre el tráfico de órganos, le asigna responsabilidad a los doctores por procedimientos ilícitos y establece un sistema nacional de lista de espera.

No se han presentado cargos contra Sandler, Volfman y sus asociados.

La policía de Israel arrestó a uno de los lugartenientes de Volfman en abril. En una audiencia por su detención, un superintendente de la policía, Meir Arenfeld, dijo que la policía y los fiscales analizan trasplantes organizados por Leshem Shamaim, la empresa de Volfman, en Turquía. A fines del año pasado, nefrólogos israelíes notaron que pacientes con trasplantes de riñón regresaban de Ankara. Uno de ellos tenía historiales médicos reenviados por un empleado de Leshem Shamaim.

“Está claro que esta gente vendió sus cuerpos por centavos”, dijo Arenfeld sobre los donantes. Según él, arrestos previos no habían parecido disuadir a los intermediarios. “Vemos un patrón de conducta que se repite”, agregó.

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