En nuestra sociedad beber alcohol es un hábito muy común, incluso aprobado socialmente y que además está relacionado con la celebración de fiestas, con el encuentro con amistades o como forma de relacionarnos, por lo que en nuestro país existe un gran porcentaje de personas atrapadas en las redes de esta sustancia. Muchas de ellas sin saberlo.
La adicción al alcohol es una de las más severas y de las más complicadas de superar dada la facilidad que se tiene para acceder a él, al contrario de lo que sucede con otras drogas, además de de la cantidad de bares que existen y lo habitual del consumo por la mayoría de la población de manera habitual u ocasional.
El alcohol tiene unas severas repercusiones en aquellos que abusan de él, en muchos casos irreversibles. El alcoholismo, es una enfermedad grave que, de no ser tratada, puede acarrear graves consecuencias a nivel profesional, personal y de salud.
Efectos del alcohol en el cerebro
El alcohol es un depresor del sistema nervioso central (psicoléptico), lo que significa que bloquea sus funciones. El alcohol contiene etanol, que es absorbido por el torrente sanguíneo. Las moléculas son pequeñas, lo que hace que traspase fácilmente la barrera hematoencefálica, la cual protege al cerebro de sustancias tóxicas. Cuando llega al cerebro se produce un aumento de la dopamina y endorfina en la sangre.
Al ser una sustancia depresora de sistema nerviosa central, afecta a los neurotransmisores gabaérgicos y glutamatérgicos. El alcohol produce en el consumidor relajación y sedación, afectando a partes del cerebro encargadas del movimiento, memoria y respiración.
El glutamato tiene un papel crítico en la memoria y la cognición, el alcohol lo inhibe, produciendo la muerte de neuronas en lugares de asociación responsables del comportamiento social, autocontrol, juicio… se pierde el control inhibitorio. También afecta al cerebro medio que se relaciona con la coordinación motora, habla, visión y estado de alerta.
Según Nahas y Trouvé, el alcohol produce en aquellos que abusan de él:
La famosa resaca que se experimenta tras una ingesta importante de alcohol se debe a la deshidratación cerebral ya que el organismo tiende a expulsar el alcohol con la ayuda de diferentes órganos a través del sudor o la orina, produciéndose dicha deshidratación y sus consecuencias como mareos, dolor de cabeza, visión borrosa, etc.
Dentro de la repercusiones que el alcohol puede tener en el desarrollo de trastornos mentales, se encuentran los agudos, que durarían un periodo determinado de tiempo. Hablamos del delirium tremens, de la alucinosis alcohólica y de la amnesia parcial.
En el Delirium tremens los síntomas comienzan a aparecer entre el segundo o cuarto día de abstinencia de la sustancia, en ocasiones acaba con la muerte de la persona. En los casos en los que se sobrevive a este episodio, termina con un sueño muy profundo durante horas. Comienza con ansiedad, insomnio, temblores y taquicardia.
En la fase de delirium el sujeto está desorientado, con un nivel de conciencia fluctuante, alucinaciones visuales, miedo intenso y temblores, a veces se dan crisis convulsivas. Las alucinaciones sufridas pueden ser visuales, auditivas, táctiles y atemorizan al sujeto, también puede haber delirios de naturaleza paranoide.
En la Alucinosis Alcohólica los síntomas psicóticos se producen tras una fuerte intoxicación, normalmente dosis elevadas de alcohol durante varios días. Las alucinaciones que se sufren, comúnmente son auditivas de contenido amenazante y acusador y a veces van acompañadas de delirios.
La Amnesia parcial (blackouts) es una amnesia parcial o total de lo ocurrido mientras se estaba ebrio,normalmente abarca el espacio de varias horas, aunque puede ser incluso de días. El afectado puede recordar episodios aislados aunque puede tener una laguna de horas en los que no recuerda a quién ha visto o qué ha dicho o hecho.
Tras el abuso o dependencia prolongado del alcohol las repercusiones en el cerebro pueden tornarse irreversibles causando diferentes patologías mentales como: