En Amata, una comunidad aborigen del centro de Australia, la población sufre un alto índice de casos de diabetes y obesidad, por lo que sus miembros decidieron vetar la venta de bebidas azucaradas.
En 2007, esta comunidad de 360 habitantes del estado de Australia Meridional consumía unos 40.000 litros de bebidas azucaradas al año, la mitad de ellos de Coca Cola, informa BBC.
El medio británico indica que las malas prácticas alimentarias son comunes entre muchos pueblos indígenas colonizados, y estas tienen su origen precisamente en el periodo colonial, cuando a los indígenas se les privaba de sus propios recursos, incluso de la posibilidad de conseguir sus propios alimentos.
Desde entonces, estos pueblos se vieron obligados durante años a consumir "comida basura".
Los últimos datos de Australia estiman que cerca de un 19% de los problemas de salud de los aborígenes del país están relacionados con la mala alimentación, especialmente con la ausencia de frutas y verduras en su dieta.
¿Cómo se llevó a cabo el proyecto Mai Wiru?
Mai Wiru es una frase en la lengua del pueblo anangu –al que pertenecen los habitantes de Amata– que se traduce como "buena alimentación" y simboliza el proyecto que tiene como objetivo conseguir que los aborígenes se alimenten de una manera sana.
La primera etapa de Mai Wiru se ejerció mediante consultas con nutricionistas y expertos en el campo de la alimentación y quería concienciar a la población sobre los efectos del consumo de la comida chatarra.
Posteriormente en el año 2008 se dio el paso más importante: prohibir la venta de Coca-Cola, Passiona y Powerade, las bebidas azucaradas más presentes en las estanterías de la tienda local.
Un proyecto sin final feliz
En el año 2009, sin embargo, el programa llegó a su fin. El Gobierno limitó los fondos que le destinaba y el experto en nutrición tuvo que abandonar la comunidad, lo que impidió el desarrollo de un programa educativo. Además, nuevas bebidas azucaradas invadieron la región.
Actualmente, la situación sigue siendo preocupante, ya que entre los residentes de Amata un 30% del consumo de energía diario corresponde al azúcar, mientras que la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda que sea solo entre un 5% y un 10%.