Los parásitos, hasta cierto punto, son fascinantes. Son únicos en adaptarse a la supervivencia y en algunos casos poseen ciclos de vida bastante complejos.
Hay investigaciones que señalan que algunos incluso pueden llegar a manipular el comportamiento de sus huéspedes con el fin de que los asistan en la búsqueda de reproducción. Sabemos que nadie quiere parásitos en su cuerpo, pero entre tantas especies, hay algunos que resultan verdaderos tormentos. A continuación te presentamos cuatro de los más horripilantes.
La Giardia duodenalis (también conocida como Giardia intestinalis o Giardia lamblia) es uno de los parásitos protozoarios más comunes entre los mamíferos, incluidos los seres humanos.
Generalmente la infestación se da cuando se ingiere al parásito en su etapa de quiste a través de agua o comida contaminada con heces infectadas. La falta de higiene también puede contribuir a una propagación directa de persona a persona.
Una vez que se instala en el cuerpo, los quistes microscópicos empiezan a desarrollarse en trofozoítos que se van multiplicando y colonizando el intestino delgado. Después de su paso por los intestinos, forman nuevos quistes y viajan en las heces, listos para seguir propagándose a nuevos huéspedes.
Algunos de los pacientes infectados llegan a desarrollar giardiasis, un padecimiento intestinal característico por una contundente diarrea pálida, cólicos, flatulencias, fatiga y perdía de peso.
La giardiasis puede encontrarse por todo el mundo. La mayoría de los casos se dan entre los viajeros que van a las áreas donde la enfermedad es muy común, entre niños en edad temprana, o personas que beben agua sin tratar. La giardiasis suele resolverse en unas cuantas semanas sin tratamiento, pero en algunas personas la enfermedad es persistente y puede provocar desnutrición.
Gusano de Guinea
El gusano de Guinea, Dracunculiasis medinensis, es un parásito nematodo que provoca la Enfermedad del Gusano de Guinea entre los habitantes de zonas rurales carentes con poco acceso a agua limpia y servicios de salud.
El gusano de Guinea presenta un ciclo de vida bastante complicado en el que se ven involucrados los copépodos. Se contrae la enfermedad al beber agua no tratada que contiene a los copépodos infectados por una larva del gusano de Guinea.
Estos copépodos mueren en el estómago, liberando la larva que penetra el estómago y la pared intestinal, antes de pasar a los tejidos corporales para desarrollarse y pasar a la fase adulta. Tras aparearse, los machos perecen y las hembras (que pueden medir hasta 1 metro de largo y entre 1 y 2 milímetros de espesor – similares a los fideos) migran por todos los tejidos del cuerpo a través de la piel, generalmente terminan por alojarse en las extremidades bajas.
Los enfermos no presentan síntomas iniciales. La evidencia de la infección no se presenta sino hasta aproximadamente un año después del primer contacto, esta llega en forma de una dolorosa ampolla que explota, generalmente después de sumergirla en agua fría.
La lombriz hembra sale de la herida y libera millones de diminutas larvas que después son ingeridas por otros copépodos,
Las personas pueden tener más de un gusano en su interior. Y no existe ningún tratamiento o vacuna disponible. En lugar de eso, la cura implica remover al gusano enrollándolo en un palillo después de que este sale por la ampolla, un proceso que puede demorar semanas.
La Enfermedad del Gusano de Guinea no suele ser fatal, pero la ulcera es muy dolorosa y debilitante además de que puede dar paso a infecciones bacterianas secundarias que atacan la sangre. El efecto suele ser peor en aquellas personas que no pueden ponerse de pie o caminar.
Afortunadamente, las campañas de erradicación del parásito han tenido mucho éxito. Hace tan sólo 25 años se contaban 3.5 millones de casos en países de África y Asia. Los números de 2012 arrojaron tan sólo 600 casos reportados.
Dermatobia hominis
La Dermatobia hominis, o mosca de la muerte, puede encontrarse en áreas tropicales del Centro y Sur de América así como en el Caribe, y es una de las múltiples moscas que causan miasis.
Las moscas adultas atrapan insectos que se alimentan de la sangre (como los mosquitos y las garrapatas) y ponen huevos en sus cuerpos donde las larvas pasan a desarrollarse. Cuando el mosquito va en busca de una porción de sangre para alimentarse, las larvas salen y se adentran en el tejido.
Estas larvas permanecen por debajo de la piel alimentándose de los tejidos hasta por diez semanas, respirando a través de un pequeño hueco en la piel del huésped.
Si no es removida, la larva madura y sale de su escondite, después cae al suelo, donde se transforma en crisálida durante más o menos un mes.
Las señales de infección son hinchazones parecidas a mordiscos características por estar calientes. Las larvas incluso pueden moverse en la lesión por lo que el huésped puede sentirlas. El tratamiento implica la remoción quirúrgica usando vaselina para bloquear el paso del aire obligando al parásito a salir.
Las filarias son gusanos diminutos que habitan entre el tejido linfático y subcutáneo, justo debajo de la piel.
Algunas especies (como la Brugia malayi y la Wuchereria bancrofti) provocan filariasis linfática, una enfermedad vista con frecuencia en las zonas tropicales y subtropicales de África, regiones del Pacifico Occidental, Asia, Sudamérica y partes del Caribe, que comúnmente se conoce como elefantiasis en su forma más extrema.
En la filariasis linfática, las larvas microscópicas conocidas como microfilarias circulan por la sangre. Ahí son absorbidas por los mosquitos y, después de una debida maduración, son transmitidas a otra persona cuando el mosquito vuelve a alimentarse. Las microfilarias viajan desde la piel hasta el sistema linfático para madurar en adultos que pueden permanecer ahí hasta por cinco años. Tras aparearse, millones de microfilarias son liberadas nuevamente al torrente sanguíneo.
El sistema linfático se encarga de regular los niveles de fluidos en el cuerpo y ayuda en la batalla contra las infecciones. En la filariasis linfática, los gusanos adultos habitan entre los vasos linfáticos y ganglios causando daños que resultan en la retención de líquido e hinchazones.
Por lo general las personas infectadas no presentas síntomas, pero algunos llegan a desarrollar hinchazón extrema, usualmente en las piernas, después de una exposición constante. Infecciones secundarias en la piel pueden causar el engrosamiento de la misma y los endurecimientos son bastante comunes.
Los hombres pueden sufrir una inflamación grave en el escroto. La filariasis linfática genera desfiguraciones y es incapacitante, lo que invariablemente conduce a un estigma social.
Existen fármacos disponibles para el tratamiento, pero hay daños irreversibles que requieren de intervención quirúrgica.
Vía: theconversation.com