Más de 12,7 millones de dosis de vacunas contra la hepatitis B han sido aplicadas en Cuba hasta el momento, como parte del programa de salud. Foto: Ismael Francisco
El diagnóstico y tratamiento oportuno siguen siendo las mejores respuestas para un padecimiento que causa cada año la muerte de alrededor de un millón y medio de personas. Se trata de las hepatitis virales, un grupo de enfermedades infecciosas que comprende las hepatitis A, B, C, D y E, y que son hoy un problema de salud pública mundial.
De ahí el llamado de la Organización Mundial de la Salud (OMS) —cuando el pasado 28 de julio celebramos otro Día Mundial contra la Hepatitis— a realizar acciones urgentes que contribuyan a prevenir la infección por los virus que las causan, y aseguren que las personas que han sido infectadas se diagnostiquen y traten adecuadamente.
De acuerdo con la OMS, solamente la hepatitis B y C producen en conjunto cerca del 80 % de todas las muertes por cáncer de hígado, y matan a cerca de 1,4 millones de personas cada año. La mayor parte de los individuos que las padecen desconocen su situación, con el consecuente riesgo de transmitir la enfermedad y desarrollar cirrosis o cáncer.
Por su parte, la Organización Panamericana de la Salud estima que en las Américas más de 13 millones de personas están infectadas por la hepatitis C; y la prevalencia de hepatitis B crónica varía de menos del 2 % al 4 %. Entre el 2008 y el 2010, el 3 % de todas las muertes en América Latina y el Caribe estuvieron asociadas a cáncer y fallo hepático, hepatitis aguda y crónica, y cirrosis.
Si bien hasta hoy no existe una vacuna disponible contra la hepatitis C, existen intervenciones de salud para atender o curar a la mayoría de las personas con este tipo de enfermedad y controlar la infección por hepatitis B. Las personas que reciben tratamiento son mucho menos propensas a morir de cáncer de hígado y cirrosis, y tienen mucho menos probabilidades de transmitir el virus a otras personas. Por lo tanto, la OMS insta a las personas que piensan pueden haber estado expuestas a la hepatitis a hacerse la prueba para que puedan mejorar su salud y reducir el riesgo de transmisión.
HEPATITIS EN CUBA: SIN DESCUIDOS
La hepatitis B —por ejemplo— con una tasa de incidencia de 0,2 por 100 000 habitantes en el año 2014, según el Anuario Estadístico de Salud, no constituye en Cuba un problema de salud pública.
Desde el año 1987 nuestro país tiene organizado un Programa Nacional de Control de las Hepatitis, siendo la primera nación de América Latina y el Caribe en tener una estrategia de este tipo. Ello ha posibilitado el de-sarrollo organizado de acciones en la educación y atención sanitaria de la población, integradas al programa de medicina familiar.
Los grandes esfuerzos que el país y el sistema de salud realizan para el control de estas afecciones, están evidenciados en el impacto que significó obtener y producir a gran escala, la vacuna recombinante contra la hepatitis B, en el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología.
Según datos ofrecidos a Granma por la Dirección Nacional de Epidemiología del Ministerio de Salud Pública, este producto forma parte desde el año 1992 del esquema de vacunación cubano, lo cual ha posibilitado que los niños sean vacunados contra este tipo B. Además se inmunizan a otros grupos de riesgo como los diabéticos, personas con inmunosupresión y personal de salud expuesto, entre otros. Más de 12,7 millones de dosis de vacunas contra la hepatitis B han sido aplicadas hasta hoy.
El Programa Nacional de Control de las Hepatitis garantiza además el estudio de todas las embarazadas y la prevención de la infección perinatal, cuando la gestante es positiva al virus de la hepatitis B. Asimismo se realiza un seguimiento a los hijos de las madres portadoras.
No obstante las diversas acciones de promoción de salud realizadas, aún en la población persisten conductas sexuales, higiénicas y culturales que favorecen el contagio. Debe tenerse en cuenta que las vías de transmisión de estas enfermedades son similares a las del VIH/Sida, y se consideran también infecciones de transmisión sexual. Los mecanismos de prevención son entonces similares, por lo cual es recomendable que las personas que mantienen una vida sexual activa y no se protegen sistemáticamente con condones, soliciten al menos una vez al año a su médico de familia conocer su situación con respecto a las hepatitis B y C.
Las herramientas para un diagnóstico y tratamiento oportuno están al alcance de la población.
En septiembre de este 2015 los países del mundo tendrán la oportunidad de compartir sus mejores prácticas en la primera Cumbre Mundial contra la Hepatitis, que se celebrará en Glasgow, Escocia.
La cumbre, que es copatrocinada por la OMS, el Gobierno escocés y la Alianza Mundial contra la Hepatitis, tiene como objetivo elevar el perfil mundial de la hepatitis viral para crear una plataforma para el intercambio de experiencias de los países y centrarse en trabajar con las naciones para desarrollar planes de acción nacional.
También en septiembre próximo, los ministros de Salud de las Américas podrían aprobar un plan de acción para prevenir y controlar la hepatitis en la región, en el Consejo Directivo de la OPS, de acuerdo con el referido comunicado.
El plan, que se dirigirá a las hepatitis A, B y C, con especial énfasis en las hepatitis B y C, propondrá vías concretas de acción para reducir eficazmente la morbilidad, la discapacidad y la mortalidad y para comenzar a establecer el camino hacia la eliminación de la hepatitis viral como un problema de salud pública.