Los colores «no existen», son percepciones subjetivas de los observadores. En este caso, la iluminación de la fotografía altera la sensación de color en algunas personas
La explicación de la ciencia para el vestido azul y negro o blanco y dorado
El sistema visual no hace valoraciones absolutas, sino más bien comparaciones
La polémica del vestido azul y negro que algunas personas ven de color blanco y dorado (entre otras variantes) se convirtió este viernes en un fenómeno viral y en inspiración para cientos de miles de «tuits» y de teorías disparatadas. Resultaba sorprendente que un mismo vestido, a veces incluso en la misma pantalla, se viera de distintos colores. ¿Por qué ocurrió esto?
«Los colores en realidad no existen, son percepciones», explica Jordi Monés, médico oftalmólogo y retinólogo y director del Instituto de la Mácula y de la Retina. Es decir, que las cosas por sí solas no tienen un color. «El que las veamos de un color u otro depende de cómo sea nuestro detector (la retina) y de todo lo que nuestro cerebro haya aprendido a lo largo de la vida».
Según dice, «las personas tenemos tres tipos de fotorreceptores (células sensibles a la luz), capaces de captar los colores y que reciben el nombre de conos».
Estos se concentran en la retina, una especie de pared sobre la que se proyectan las imágenes que llegan a través de la pupila y el cristalino, como si se tratara de una pantalla de cine.
Pues bien, existe un sinfín de variaciones que pueden alterar la retina, como la edad, enfermedades genéticas como el daltonismo o la composición del líquito interno del ojo, que pueden cambiar la forma que tenemos de percibir esas imágenes.
Tal como explica Monés, todo el proceso «es un fenómeno totalmente cerebral y muy mediatizado por pequeños matices» que determinan que sea imposible que dos personas vean un mismo objeto de la misma forma. Más allá del vestido, el lector podrá comprobar en un ambiente bien iluminado que percibe el entorno de distinta forma abriendo primero el ojo izquierdo y luego solo el derecho, o después de haber estado a oscuras o deslumbrado por la luz del sol.
El engaño del brillo
Resulta también que el sistema visual es capaz de distinguir más matices entre los tonos claros. Esto podría arrojar pistas a por qué el famoso vestido es azul para unos y blanco para otros. Y es que la fotografía original está saturada de luz y cerca de un umbral en el que el brillo de la tela azul puede ser interpretado como blanco por parte de algunas personas, cosa que no ocurre con fotografías de calidad del mismo vestido.
Dejando a un lado los efectos de usar distintas pantallas o distintas combinaciones de brillo, los científicos pueden proporcionar más respuestas: «El sistema visual no está diseñado para realizar valoraciones absolutas, sino más bien para hacer comparaciones», escribe un grupo de científicos en «Fundamentos Biológicos de la Conducta».
Según desarrollan más adelante, el contexto o el fondo que hay en una imagen influye en cómo percibimos los colores y las formas que vemos en el frente.
«Esto hace que para nosotros no sea la intensidad absoluta de la luz que proviene de un objeto lo que le haga parecer brillante u oscuro, sino que es la intensidad relativa de la luz viniendo del objeto en relación con el ambiente que le rodea lo que permite la percepción de ese objeto. Igualmente, el color que nosotros percibimos de un objeto depende mucho de los colores que le rodean».
Buena prueba de ello son algunas ilusiones ópticas que se pueden encontrar en internet. En algunas de ellas, el cerebro colorea los tonos de acuerdo al entorno de sombras que les rodea.
En el caso que aparece abajo, por ejemplo, los cuadrados A y B son en realidad del mismo color (para comprobarlo se puede agujerear un folio que solo permita ver porciones de los cuadrados A y B).