¿Será cierto o lo estará fingiendo? Esta es la pregunta a la que se han enfrentado durante años los psiquiatras que lidian con criminales.
Son muchos los casos de la vida real en los que asesinos han intentado escapar del brazo de la justicia argumentando que padecen de algún trastorno mental.
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El vínculo genético entre cinco enfermedades mentales
Quizás el más representativo sea el del estrangulador de Hillside, en California, Estados Unidos. Allí, Keneth Bianchi estuvo a punto de salirse con la suya fingiendo tener una enfermedad mental.
Arrestado tras una decena de asesinatos de mujeres jóvenes, Bianchi logró persuadir, incluso bajo hipnosis, a varios expertos reputados de que tenía un alter ego desagradable llamado "Steve". Fue este "Steve" quien, según él, había cometido esos horribles crímenes.
Si se hubiese mantenido el diagnóstico de trastorno de varios especialistas, Bianchi hubiera podido alegar inocencia por locura y hubiese podido ofrecer evidencia contra el coacusado, Angelo Buono.
Pero con lo que no contaba Bianchi es que los investigadores decidieron llamar a otro psicólogo, Martin Orne, un experto en hipnosis que pudo descubrir la mentira del asesino.
La jugada de Orne fue decirle al acusado que la mayoría de los pacientes tienen múltiples personalidades, al menos tres. Esto hizo que Bianchi inventara otra llamada "Billy" y que exagerara su confusión al ver pruebas de acciones cometidas por "Steve".
Una búsqueda de la policía en la casa del hombre puso al descubierto una pila de libros de psicología, ciencia del comportamiento, hipnosis y procedimientos legales de la policía. Él también había visto las películas "Sybil" y "Three Faces of Eve", que tratan de trastorno de personalidad múltiple.
Bianchi había tomado el nombre de su personalidad alterna, Steve Walker, de un estudiante de psicología cuya identidad había fingido para obtener una acreditación.
Si bien Orne y la policía no se dejaron engañar, muchos expertos sí han caído en la trampa.
En el cine, los casos de criminales que fingen tener una
enfermedad mental han probado ser populares
Popular en la realidad y ficción
Atrapados sin salida
En el cine, los casos de criminales que fingen tener una enfermedad mental han probado ser populares.
En la sentencia de Bianchi, el jurado determinó que el acusado "fue ayudado por la mayoría de los psiquiatras que, de forma inconsciente, fueron sus cómplices e inocentemente se tragaron su historia".
Este tema también ha probado ser popular en la ficción. En la película "One Flew Over the Cuckoo's Nest" (en Latinoamérica conocida como "Atrapados sin salida"), el personaje Randle P McMurphy, encarnado por Jack Nicholson, finge una enfermedad psiquiátrica a fin de evitar la prisión, para sólo encontrarse en una situación de la que no puede salir.
El Hamlet de Shakespeare invoca una táctica similar, poniendo una "disposición bufonesca" para ganar tiempo y tramar la venganza de la muerte de su padre.
Varios estudios en Estados Unidos sugieren que, de los trastornos psiquiátricos evaluados, el 7% son falsos.
En casos criminales, la cifra se eleva. Phillip Resnick, profesor de psiquiatría de la Escuela de Medicina Case de Ohio, asegura que la incidencia aumenta con la severidad del delito.
"Si por ejemplo la persona se enfrenta a la pena de muerte, ocurre con más frecuencia".
En esos casos, estudios basados en pruebas psicológicas sugieren que las personas que fingen rondan del 12% al 15% de los casos, agrega el especialista. Otros consideran que la cifra asciende a 22%.
Si bien los métodos no son infalibles, expertos han concebido una serie de pruebas cada vez más sofisticadas para identificar declaraciones falsas. Eludir la detención "requiere de un fingidor de enfermedad muy habilidoso", asegura Resnick.
Cómo detectarlos
La acción más común de los farsantes es exagerar los síntomas, creando una imagen irreal de su supuesta enfermedad.
Amory Clarke, psicólogo clínico de la South London y Maudsley NHS Foundation Trust, en Reino Unido, explica: "La gente habla de síntomas dramáticos y adornados que sencillamente son muy extremos e histriónicos para ser reales".
Aaron Schaffhausen justificó su asesinato por enfermedad mental.
En la vida real, cuanto más grave es el crimen mayor es la tasa de personas que fingen tener un trastorno mental.
En las pruebas clínicas, los psicólogos les sugieren una serie de síntomas a los pacientes y algunos de ellos concuerdan con un trastorno en particular y otros no. Un impostor puede, por ejemplo, decir que tiene continuas alucinaciones que pueden indicar una exageración.
"Intentas guiarlos para que digan que tienen una serie de síntomas que es imposible que tengan. Si afirman que están experimentando eso, tienes fuertes bases para determinar que están mintiendo", añade Clarke.
Sin embargo, es posible evitar ser detectado. Los impostores tienen una gran ventaja si en el pasado han experimentado un episodio psicótico. Incluso haber sido testigos presenciales de la psicosis de un familiar o en un hospital puede ayudarlos a una actuación más certera.
En las últimas décadas el diagnóstico se ha vuelto más certero; en el pasado las técnicas eran más imprecisas. Un experimento realizado en la década de los años 70 expuso varios problemas en el sistema.
El caso que sacudió el sistema
El psicólogo estadounidense David Rosenhan les enseñó a cinco personas sanas cómo fingir alucinaciones y así obtener acceso a cinco hospitales psiquiátricos del país.
Todos fueron admitidos y diagnosticados con trastorno psiquiátrico, tras lo cual empezaron a actuar otra vez de forma normal. Poco a poco, todos negociaron su salida de la institución con la condición de que admitieran haber estado mentalmente enfermos; la mayoría recibió un diagnóstico oficial de esquizofrenia.
Al escuchar sobre este experimento, los empleados de un hospital universitario dijeron que a ellos no les podían tomar el pelo tan fácilmente. Y desafiaron a Rosenhan a que enviara a cualquier farsante, ya que ellos lo detectarían.
En un período de tres meses, el hospital aseguró haber descubierto a 41 impostores y a otros 42 sospechosos, de un total de 193 casos. Pero Rosenhan confesó que no había mandado ni a un solo "paciente".
A pesar de ser criticado por intentar promover diagnósticos falsos, el estudio fue ampliamente valorado por poner de manifiesto problemas en instituciones mentales y haber acelerado el movimiento para reformarlas.
No obstante, el proceso continúa siendo problemático y la controversia persiste.