El embarazo es un momento importante para pensar o decidir sobre los hábitos de alimentación de la mujer. A través de la placenta llegan al feto los nutrientes que este necesita para un correcto desarrollo, como el yodo o el ácido fólico, pero hay que tener presente que también el exceso de sal, azúcar o las sustancias dañinas como el alcohol pueden perjudicar la salud de ambos.
Además, se deben seguir algunas medidas de seguridad alimentaria como evitar los alimentos crudos o poco cocinados, ya que pueden contener parásitos o bacterias que pueden poner en peligro al feto.
“La lactancia materna es la opción más recomendable para alimentar al bebé”, señala la nutricionista. También afirma que no hay alimentos, bebidas, complementos o hierbas que aumenten la producción de leche.
Seguir una dieta saludable es lo más importante en estas etapas, dado que prepara al organismo para futuros embarazos y protege la salud de la madre y la del bebé.
Las recomendaciones para este periodo son similares a las pautas de la alimentación saludable que debe seguir la población general, a excepción de algunas necesidades concretas como el consumo de determinados nutrientes o las derivadas el aumento del gasto calórico.
“Durante el embarazo y la lactancia las necesidades energéticas están incrementadas pero ni se necesita comer por dos ni optar por una alimentación especial o restrictiva”, puntualiza Laura González. Además, destaca que el embarazo o la lactancia no son buenos momentos para hacer dieta, es decir, tomar menos kilocalorías que los que el cuerpo necesita, ya que ello puede afectar negativamente al feto o a la calidad de la leche que tomará el bebé.
“Los profesionales de la salud (médico de familia, ginecólogo, dietista-nutricionista) harán las recomendaciones específicas que aseguren el adecuado aporte de energía y nutrientes clave con el fin de cubrir las necesidades de la madre y del feto, afrontar el parto de un modo óptimo y preparar el organismo para la lactancia”.
Durante el embarazo los requerimientos energéticos se elevan alrededor de un 10% a partir del sexto mes. “Esto se solventa con una ligera modificación de las raciones y en la mayoría de los casos las mujeres embarazadas lo compensan sin darse cuenta, dado que suelen comer más y reducen su actividad física”, señala la experta en nutrición. Algo similar ocurre durante la lactancia, y el apetito es un buen indicador de cuantas calorías debe ingerir una mujer en estos momentos.
Laura González también considera que la mujer embarazada no debe obsesionarse con el peso, y explica que es más importante el peso antes del embarazo que durante. De hecho, las ganancias de peso durante el embarazo se deben individualizar en función del peso anterior al embarazo. “Por ejemplo, en embarazadas con sobrepeso u obsesas no se recomiendan las dietas restrictivas, sino una intervención dietética que reconduzca sus hábitos hacia una alimentación saludable. En estos últimos casos, el incremento de peso durante el embarazo debe ser menor que en mujeres con un peso normal.
En la lactancia, el peso antes del embarazo se recupera con el seguimiento de un plan de alimentación saludable. La nutricionista señala que lo adecuado es mantener la lactancia durante, al menos, seis meses, siendo mejor, si es posible, prolongarla hasta el año.