Vaginitis (Inflamación de la vagina, colpitis)

La inflamación de la vagina (vaginitis, colpitis) es la enfermedad más frecuente de los órganos sexuales femeninos.

La vagina se inflama a causa de diversos agentes patógenos y por la destrucción del mecanismo de defensa de la mucosa vaginal.

Normalmente, la vagina de una mujer sexualmente madura está protegida contra infecciones por el propio entorno vaginal (con un pH medio de aproximadamente 4) y una mucosa intacta. Esta protección se mantiene, incluso, cuando entran muchos patógenos exteriores a la vagina.

Si el mecanismo de protección de la vagina se destruye, por ejemplo, debido a un tratamiento con antibióticos, falta de estrógenos, una diabetes mellitus o por objetos tales como tampones, los patógenos pueden causar una vaginitis (colpitis).

Las bacterias y los hongos son la causa más frecuente de la inflamación de la vagina. Su transmisión suele producirse durante las relaciones sexuales y por este motivo, la inflamación de la vagina se engloba dentro de las enfermedades de transmisión sexual. Una higiene íntima deficiente también puede ser la causa de una vaginitis.

El síntoma principal de una inflamación de la vagina es un flujo abundante. A veces, puede estar acompañado de dolores y picores o prurito en la vagina. Una vaginitis se puede diagnosticar ya desde la exploración, observando los cambios sufridos en la mucosa.

Las ETS son muy variadas y también sus síntomas lo son: cambios en el flujo vaginal, secreciones en los hombres, quemazón o picor al orinar o al mantener relaciones sexuales, alteraciones cutáneas en cualquier parte del cuerpo (verrugas, ampollas, erupciones), dolor en el bajo vientre o trastornos menstruales. ¿Quieres saber más sobre las ETS?

Enfermedades de transmisión sexual (ETS). Las infecciones de transmisión sexual, como el Virus del Papiloma Humano (VPH) o enfermedades venéreas son aquellas patologías que se contagian fundamentalmente por medio del contacto sexual. En esta galería te mostramos en 14 claves todo lo que necesitas saber sobre estas patologías.

Algunas de las ETS más conocidas y habituales son la candidiasis, el herpes genital (infección por VPH), las clamidias, las ladillas, la sífilis, la hepatitis B y el sida (infección por VIH).

La mayor parte de las ETS son curables, como la sífilis o las clamidias, aunque para otras no existe cura, como la infección por VIH.

El contagio de una ETS se produce por el intercambio de fluidos que tiene lugar durante las relaciones sexuales o por el contacto con alteraciones cutáneas.

También durante el embarazo, el parto y la lactancia se puede transmitir algunas de las ETS al bebé.

La única forma de prevenir totalmente el contagio de ETS es evitar las relaciones sexuales de todo tipo.

Sin embargo, utilizar preservativo en las relaciones sexuales también disminuye radicalmente el riesgo de contagiarse de una ETS.

Además de prevenir embarazos no deseados, tanto el preservativo masculino como el femenino reducen hasta prácticamente cero la probabilidad de contagiarse de ETS durante el sexo oral, vaginal o anal.

Otra forma de prevenir las ETS es mantener una higiene íntima y frecuente.

Si una mujer embarazada padece o cree padecer alguna ETS, puede seguir un tratamiento que reducirá las probabilidades de contagiar la patología al feto durante el embarazo, el parto o la lactancia.

Algunas ETS pueden prevenirse mediante la vacunación. Es el caso de la hepatitis B, para la que existe una vacunación específica y otra combinada junto a la hepatitis A, y del herpes genital (virus del papiloma humano).

Si sufres alguna de las molestias anteriores, consulta con tu médico. Te hará las pruebas necesarias para confirmar o descartar que sufres una ETS y te indicará el tratamiento necesario.

¿Crees que has estado expuesto a una ETS? Acude a tu médico lo antes posible y pide que te haga las pruebas necesarias. Un diagnóstico precoz y el tratamiento adecuado pueden facilitar la curación o mitigar el impacto de la enfermedad.

Las ETS son muy variadas y también sus síntomas lo son: cambios en el flujo vaginal, secreciones en los hombres, quemazón o picor al orinar o al mantener relaciones sexuales, alteraciones cutáneas en cualquier parte del cuerpo (verrugas, ampollas, erupciones), dolor en el bajo vientre o trastornos menstruales. ¿Quieres saber más sobre las ETS?

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El tratamiento de una colpitis se determina según el correspondiente patógeno causante. En algunas ocasiones es recomendable que la pareja de la afectada por una inflamación de la vagina también se trate.

La inflamación vaginal en el caso de niñas es bastante infrecuente; corresponde a un caso especial en el que además de estar afectada la vagina, también suelen estarlo los órganos sexuales externos (la vulva) por lo que hablamos de vulvovaginitis. Antes de la pubertad, y debido a la falta de estrógenos, el entorno vaginal de las niñas no está ácido, por lo que las bacterias pueden propagarse más fácilmente. Una vaginitis bacteriana suele estar originada por una infección por contacto, como, por ejemplo, la producida por la Escherichia coli de la zona anal (al limpiarse, después de defecar, de detrás hacia delante, se arrastran las bacterias de la zona del ano hacia la vulva) o por un cuerpo extraño. Si la causa de la vaginitis no está clara no debería excluirse un posible abuso sexual.

El tratamiento de la inflamación de la vagina en niñas varía según la edad. En las niñas más pequeñas se aconseja mejorar la higiene corporal, baños de asiento (por ejemplo, con antisépticos como el permanganato potásico), emplear cremas antibacterianas y, en ocasiones, recibir un tratamiento específico, como en la infección por Cándida. En las adolescentes, como en la mujer adulta, el tratamiento está enfocado a cada caso concreto y cada agente patógeno específico.

 
 

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