Una nutrición maternal deficiente aumenta el riesgo de que los órganos del neonato, caso del corazón, sean más susceptibles a las enfermedades y a un envejecimiento prematuro
Cada vez hay más evidencias que muestran que los hábitos de vida que lleva una persona no solo influyen sobre su propia salud, sino también sobre la de sus futuros hijos.
Es el caso, por ejemplo, de la alimentación de la madre durante el embarazo, que de resultar excesiva puede provocar no solo un exceso de peso de la gestante, sino también que el neonato tenga un menor tamaño. Pero ni tanto ni tan poco.
Y es que como muestra un estudio llevado a cabo por investigadores de la Universidad de Wyoming en Laramie (EE.UU.), las gestantes que comen una cantidad menor, aun solo ligeramente, de la adecuada comprometen el desarrollo del corazón de su futuro bebé y, por ende, su salud cardiovascular para toda su vida.
Como explica Peter Nathanielsz, co-director de esta investigación publicada en la revista «The Journal of Physiology», «la salud de las mujeres durante el embarazo tiene una importancia crucial para la salud de sus futuros bebés.
La sociedad debe presentar atención a esta situación y mejorar la nutrición de las mujeres antes y durante el embarazo para prevenir estos problemas de salud en los bebés».
Dieta, no gracias
El estudio fue llevado a cabo con un modelo animal. Más concretamente, con babuinos, especie de primate cuyo corazón tiene un desarrollo y envejecimiento muy similar al del corazón humano.
Y tras alimentar a las hembras gestantes de forma normal o con una dieta con una cantidad hasta un 33% inferior de comida, utilizaron pruebas de imagen por resonancia magnética para comparar los corazones de sus descendientes, tanto machos como hembras.
Los resultados mostraron que los babuinos cuyas madres fueron sometidas a una restricción dietética durante su gestación comían menos. Y lo que es más importante, mostraron una reducción de la capacidad cardiaca típica de la edad.
De hecho, y una vez alcanzada la edad de cinco años –lo que se equivaldría a una edad de 20 años en los seres humanos–, tanto la estructura como la función de sus corazones ya se encontraban deterioradas.
Como indican los autores, «sería como lo que pasa cuando un coche es fabricado con piezas deficientes y siguiendo un mal diseño.
Este coche no legaría tan lejos ni tan rápido, ni tampoco duraría tanto, como uno fabricado adecuadamente. De la misma manera, una nutrición maternal deficiente puede aumentar la probabilidad de que los órganos del bebé sean más susceptibles al desarrollo de enfermedades y a un envejecimiento prematuro».
En definitiva, los resultados muestran que una reducción moderada de la cantidad de comida durante la gestación puede alterar la tasa de envejecimiento del corazón de sus bebés.
Un hallazgo que se suma a las evidencias que constatan que la restricción dietética durante la gestación puede provocar anomalías en la estructura y funcionalidad de los órganos, caso del corazón, del feto en desarrollo.
Mayor compromiso social
Es cierto que el estudio se ha llevado a cabo con un modelo animal. Pero también es cierto que esta situación puede igualmente afectar a los seres humanos.
No en vano, los autores recuerdan que el grado de restricción dietética maternal que tiene lugar en los babuinos también puede observarse en mujeres en edad reproductiva de los países desarrollados, muy especialmente en el caso aquellas familias que deben esforzarse para llegar a fin de mes.
A modo de ejemplo, cabe referir que un informe recientemente publicado por una ONG británica alerta que más de un 20% de los padres de Reino Unido afrontan situaciones de pobreza alimenticia y padecen por poder alimentar a sus hijos de una forma adecuada.
Y exactamente, ¿qué consecuencias tienen estas alteraciones de la estructura del corazón para los futuros bebés? Pues simple y llanamente, pueden contribuir a una menor calidad de vida, a una reducción de la capacidad de ejercicio y a un aumento de la vulnerabilidad a padecer otras enfermedades crónicas como la diabetes o la hipertensión arterial.
Todo ello sin olvidar que los neonatos tendrán un mayor riesgo de sufrir un infarto de miocardio o un ictus al alcanzar su edad adulta.
Como concluye Geoffrey Clarke, co-director de la investigación, «el conocimiento de los efectos del estrés nutricional maternal sobre el envejecimiento de la descendencia permitirá la adopción de intervenciones precoces para prevenir posibles problemas cardiacos en etapas más avanzadas de la vida».