La fragancia de nuestro cuerpo nos hace únicos. En cada centímetro cuadrado de nuestra piel podemos albergar a un millón de bacterias, los cuales nos hacen oler distinto de los demás.
La existencia de dichos organismos depende de la genética, salud, edad, sexo y factores ambientales, explica Ignacio López-Goñi, catedrático de Microbiología de la Universidad de Navarra.
El olor de los humanos. En los humanos, el olor emana de la interacción entre las glándulas ecrinas, sebáceas y apocrinas, responsables de segregar sustancias como el sudor, sebo y ácidos grasos que, al degradarse por la microbiota de la piel, desprenden componentes volátiles como alcoholes, cetonas y aldehídos que otorgan la fragancia de cada uno, el cual varía con la edad.
Olor a abuelo. Los últimos estudios arrojan que a mayor edad el olor de nuestro cuerpo pierde intensidad. Los participantes de un estudio del Centro Monell de Sentidos Químicos (Universidad de Pensilvania) catalogaron al olor a abuelo –junto al olor de mujer- como el más neutral y el menos desagradable que el olor de los jóvenes y los de personas de mediana edad.
Estudios en ratones. “En pruebas con ratones e insectos se ha visto que la hembra prefiere la feromona de un macho mayor porque significa que ha sobrevivido y podría tener buenos genes que transmitir a sus hijos.
Pero sabemos poco de lo que nos pasa a nosotros”, explica José Ramón Alonso, director del Laboratorio de Plasticidad Neuronal y Neurorreparación del Instituto de Neurociencias de Castilla y León, en España.