¿Qué son los tics y por qué se producen?

Un movimiento involuntario del párpado, un guiño de ojo, una pierna que no para quieta. Todos hemos tenido alguna vez un tic que desaparece igual que llegó.

Pero cuando estos movimientos repetitivos se cronifican e incrementan aparece una patología, la enfermedad de Tourette.

Los tics benignos y temporales son contracciones involuntarias de determinados músculos del cuerpo que podemos llegar a controlar.

Están asociados al estrés y, sobre todo en el caso del párpado, se puede producir por el consumo de estimulantes como el café, las bebidas de cola, el tabaco, la cocaína…

Pero también hay otros tipos de tics que todos padecemos a causa del nerviosismo, como cuando hablamos en público o ante una noticia inesperada. Hay personas que de forma inconsciente pueden mover un pie o tener algún rictus facial, pero son tics puntuales que desaparecen en cuanto termina la tensión.

“Si se trata de tics motores aislados, como mover una pierna o hacer un guiño de ojo… no es necesario acudir a la consulta médica si no interfiere en nuestra vida. No hay que darle demasiada importancia y es conveniente evitar estimulantes como el café o fumar”, apunta la neuróloga Rosario Luquin, coordinadora del Grupo de Estudio de Trastornos del Movimiento de la Sociedad Española de Neurología.

Desde la infancia

Los tics son movimientos bastante típicos en la edad infantil. Lo común es que se trate de tics benignos que van desapareciendo.

Los tics más típicos son los faciales, como guiñar un ojo, pero también son frecuentes las sacudidas de cabeza, tocarse el pelo o levantar un brazo. Son parte del movimiento habitual del afectado.

Este tipo de tics se pueden llegar a dominar. “Cuando uno tiene muchos tics y los intenta inhibir durante un tiempo, una vez que deja de controlarlos aparece una especie de brote, como si uno estuviera aguantando la necesidad de moverse y cuando ya no aguanta más los tics aparecen como pueden”, explica la doctora Luquin, neuróloga en la Clínica Universidad de Navarra.

Pero cuando los tics se multiplican, se cronifican e interfieren en la vida cotidiana (muchos de los afectados se sienten acomplejados hasta el punto de tener problemas de convivencia social) hay que evaluar si se trata de la enfermedad de Tourette.

La enfermedad de los tics

La enfermedad de los tics o de Tourette (que toma el nombre del neurólogo francés que diagnosticó la enfermedad) se inicia entre los 4 y los 13 años y existe siempre un antecedente familiar (padres, abuelos…). La genética una vez más está en el punto de partida.

Puede ser el caso de un niño que “tiene un tic en el ojo, luego levanta un brazo y después gira y sacude la cabeza”, unos movimientos repetitivos que “pasado un tiempo deja de hacer para incorporar un repertorio diferente”, expone Rosario Luquin, reconocida experta e investigadora de los trastornos del movimiento.

Los tics tienen un curso progresivo a partir del inicio de la enfermedad, a los 4 o 5 años, y algunos tienden a remitir en la pubertad pero otros se quedan ya de por vida. Lo que suele ser poco frecuente es que a partir de la pubertad los niños tengan más tics, “o tiende a remitir o se mantienen en la misma intensidad”, indica la especialista.

Además de los trastornos del movimiento también son característicos los tics guturales o vocales: carraspeos o tos. Pero también se presenta como una tendencia patológica a pronunciar palabras obscenas o palabrotas de forma incontrolada, es lo que se llama cropolalia.

Los tratamientos farmacológicos van dirigidos a frenar la cantidad de dopamina del cerebro. Suelen ser efectivos a la hora de dominar los movimientos descontrolados, pero “Es más difícil, a veces, controlar los trastornos psiquiátricos que acompañan a estos tics”, apunta la doctora Luquin.

Para las personas que sufren la enfermedad de Tourette hasta el punto de quedar incapacitados para llevar una vida laboral y social normal y que no respondan a los tratamientos farmacológicos o sufran sus efectos secundarios, se aplica una técnica denominada estimulación cerebral profunda, que consiste en colocar unos electrodos en núcleos concretos del cerebro que controlan los tics.

Fuente: Terra 

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