El cuerpo humano tiene, que sepamos, unas 200 variedades de células, cada una encargada de una función específica. Conocemos las células madre, capaces de renovarse y de convertirse en los diferentes tipos de células, y que pueden ser manipuladas para reparar y reemplazar distintos órganos del cuerpo.
Los músculos están constituidos por células musculares. Las células se agrupan en fibras y haces y estos en fascículos cilíndricos. Hay 3 tipos de células musculares, cada una con distintas localizaciones y funciones en el cuerpo: las esqueléticas, las cardíacas y las células de músculo de fibra lisa.
Los músculos esqueléticos, que son externos, contienen fibras largas y estriadas y se insertan en los huesos por medio de los tendones. A los reflejos nerviosos estos músculos se contraen y tiran de los huesos, facilitando nuestros movimientos que pueden ser controlados a voluntad, por eso también se llaman músculos “voluntarios”.
El músculo cardiaco es involuntario, constituido por células especializadas, encargadas de mantener los latidos constantes del corazón. Este músculo crea su propio estímulo eléctrico para contraerse sin el control del cerebro.
Los músculos de fibras lisas, que son de contracción más lenta e involuntaria forman parte de la estructura de las paredes de los órganos huecos, como los vasos sanguíneos, el tracto digestivo y el urinario.
Con su contracción en forma de onda, ayudan al transporte de la sangre alrededor del cuerpo, de los alimentos en el tubo digestivo y de la orina en el tracto urinario. Tenemos más de 640 músculos estriados o voluntarios, que controlan la mayoría de las funciones de nuestro cuerpo: respiración, visión, digestión, eliminación de desechos y los movimientos mediante el ejercicio físico, que hace a los músculos más eficientes, fuertes y flexibles, y si no se usan se atrofian. El ser humano fue diseñado para moverse.
