Un estudio reciente de la Universidad de Monash nos da una razón más para no desterrar a los lácteos de nuestra dieta.
Castigados por muchos, o bastante limitados al menos, los lácteos son víctimas habituales de nuestros planes para cuidar la línea. Los estudios más recientes, (y no sólo éste), confirman que estábamos equivocados. Consumir lácteos a diario no es que sea recomendable, sino que es necesario.
El estudio de la Universidad de Monash, con sede en varios países del mundo, comenzó en Taiwán en 1993. Fue liderado por el profesor emérito Mark Wahlqvist, y ha incluido a cerca de cuatro mil taiwaneses, especialmente elegidos porque en esta cultura, los productos lácteos no forman parte de la dieta.
Los resultados concluyen que los que no bebían leche o cualquiera de sus derivados, tenían mayor presión arterial, un mayor índice de masa corporal y, por tanto, una clara tendencia a engordar. Sin embargo, aquellos que tomaban entre tres y siete raciones por semana no presentaban niveles tan altos, lo que viene asociado a la disminución del riesgo a padecer enfermedades cardiovasculares. Además, el error tan habitual de asociar su consumo al cáncer queda totalmente descartado.
Por tanto, beber un vaso de leche a diario no es tan perjudicial como pensábamos. Según el propio Wahlqvist, "un poco es beneficioso, pero demasiado es innecesario". Ahí está la clave. El estudio recomienda cinco raciones por semana; entendiendo la ración como 8gr de proteínas, el equivalente a una taza de leche o 45 gramos de queso. Y sí, siempre en su versión grasa.
El nivel óptimo lo alcanzaríamos repartiéndolo a lo largo de la semana que es, además, un consumo aplicable a las personas intolerantes a la lactosa. Así que, ya sabes, no te sientas culpable por poner leche entera en tu café siempre que no abuses de ella.
