Pese a que los avisos publicitarios de programas para perder peso suelen mostrar a personas felices por librarse de su exceso de kilos, un nuevo estudio determinó que adelgazar podría estar relacionado con un empeoramiento del humor.
Un equipo de Reino Unido estudió a 2.000 adultos con sobrepeso y obesidad durante cuatro años y observó que las personas que adelgazan el 5 por ciento o más de su peso inicial mejoraban su estado de salud física, pero con altas tasas de depresión.
“Sabemos que adelgazar es un proceso muy difícil de alcanzar o sostener, de modo que nos preguntamos si eso ocurriría en parte porque los efectos psicológicos no son completamente positivos”, dijo Jane Wardle, investigadora del University College de Londres y responsable del equipo.
“Nuestros estudio no es definitivo porque comparamos a una muestra de la población general que había adelgazado con una muestra que no había bajado de peso. No fue un estudio aleatorio”, señaló Wardle. Pero agregó que los resultados indican que aunque adelgazar mejora la salud, también incluye algo de conflicto psicológico.
A los adultos con sobrepeso y obesidad se les recomienda que adelgacen para mejorar su salud y una encuesta del 2012 muestra que el 60 por ciento de los adultos de Estados Unidos había
intentado bajar de peso el año anterior.
Adelgazar reduce el riesgo de padecer distintas enfermedades físicas en las personas con sobrepeso y obesidad, pero los estudios sobre los beneficios psicológicos no son tan
contundentes, según publica el equipo de Wardle en PLOS One.
Los autores analizaron información de 1.979 hombres y mujeres con sobrepeso y obesidad que participaban del Estudio Longitudinal Inglés sobre Envejecimiento, un gran estudio
poblacional de adultos británicos de 50 años o más.
Enfermeros les controlaron regularmente la altura, el peso y la circunferencia de cintura. Los participantes respondieron un cuestionario que se utiliza para evaluar el estado anímico. Los
valores de presión y triglicéridos en sangre sirvieron para estimar el riesgo cardiovascular.
Ningún participante tenía depresión al inicio del estudio.
Como era un estudio observacional, los autores no dieron instrucciones o consejos para bajar de peso, pero registraron si los participantes decían que habían intentado adelgazar o no.
A los cuatro años, el 14 por ciento había perdido un 5 por ciento del peso corporal inicial (unos 7 kilogramos), mientras que el 71 por ciento había mantenido el peso basal y el 15 por ciento había engordado más del 5 por ciento del peso inicial (unos 7 kilos).
El grupo que había adelgazado era el de mayor edad promedio, mientras que el grupo que conservó su peso basal incluía más hombres y más participantes de nivel socioeconómico más alto. El grupo que había bajado de peso también tenía más peso por perder que el resto de los grupos.
El bienestar psicológico disminuyó en los tres grupos, pero los participantes del grupo que había adelgazado eran un 80 por ciento más propensos a estar deprimidos que los participantes que se habían mantenido en el mismo peso.
El estudio no prueba que adelgazar cause depresión, según aclaran los autores. Es posible que la depresión empuje a adelgazar, o que no haya relación entre ambas variables y que alguna otra variable común entre los participantes causara la depresión o los empujara a adelgazar.
Pero Wardle dijo tener una hipótesis: “Para adelgazar, un persona tiene que comer menos que lo que desearía y, quizás, menos que lo que comen las personas que la rodean. Y este
displacer alimentario es duro, aunque existan compensaciones en términos de tener un talle menos y mejorar el estado de salud”.
“Quizás si la gente fuera más honesta con el hecho de que adelgazar no necesariamente hace que uno se sienta bien en el corto plazo, se podría armar mejor para el desafío”, concluyó la especialista.