Al igual que en la anorexia, la ortorexia implica la restricción de la cantidad y variedad de alimentos ingeridos, por lo que una de sus primeras consecuencia es la desnutrición.
Redacción Internacional.- Una dieta balanceada, con abundantes porciones de frutas, verduras y bajos niveles de grasas, azúcares y alimentos ultraprocesados, es una de las mejores herramientas para evitar enfermedades y alcanzar la longevidad.
Sin embargo, el camino de lo saludable también provoca que personas se obsesionen con la “alimentación pura”, a tal punto que les provoca angustia y/o ansiedad ingerir cualquier producto que no cumpla con sus requisitos rigurosos. Estas personas sufren ortorexia, que es una conducta de alimentación estricta que provoca el efecto contrario: un deterioro clínicamente significativo de los parámetros de salud.
El término ortorexia deriva del griego orthos (correcto) y orexia (alimentación), y fue acuñado por el médico estadounidense Steven Bratman en 1997. Dado que en muchos países la ortorexia aún no se clasifica oficialmente como una condición médica, no se ha estudiado tanto como otros trastornos de alimentación. Sin embargo, varios estudios científicos señalan entre el 1% y el 7% de la población sufre de ortorexia y el número va en aumento.
De la obsesión por lo sano a la obsesión por el fitness
Paulatinamente, desde la década del 80, los gimnasios empezaron a convertirse en centros de vida sana y, a la vez, en templos para alcanzar una buena apariencia y un físico esculpido. El boom de la gimnasia aeróbica, popularizada por Jane Fonda, cambió el vínculo con el entrenamiento y la actividad física para quienes no eran deportistas habituales o atletas aficionados.
En los años 90 surgieron las máquinas elípticas, las giratorias y las clases de zumba. La década de 2000 abrió la puerta a la amalgama entre actividad física y bienestar, con los estudios de yoga y Pilates como pilar para verse bien gracias al entrenamiento consciente. En este camino, a partir del 2010 el ejercicio intenso se popularizó al calor del entrenamiento funcional, el hiit, las pesas rusas y el CrossFit.
En este espiral de cada vez más exigencia física, muchas personas cayeron en la trampa del cuerpo perfecto, y el objetivo de estar sano y saludable se tornó una obsesión que empieza en el desayuno y termina en largas horas de entrenamiento en el gimnasio para eliminar la grasa y perseguir un cuerpo fuerte, tonificado y “casi magro”.
En esa persecución sin fin y obsesiva de un cuerpo saludable, la ortorexia va agravándose con entrenamientos intensos y extenuantes, lo que en lugar de mejorar la salud, provoca el efecto contrario, un daño a la salud integral de quienes la padecen.
Según la Asociación de Lucha contra la Bulimia y Anorexia (Aluba) por lo general, los pacientes con ortorexia desarrollan sus propias reglas alimentarias, y experimentan conductas similares a las de personas anoréxicas y/o bulímicas, con la salvedad de que su preocupación se centra en la calidad de los alimentos, y los otros se fijan en la cantidad y calorías. Muchos de ellos sufren de “dudas” sobre sus propias reglas, lo cual les resulta torturante y provoca angustia a la hora de las ingestas.
Cuáles son los síntomas de la ortorexia
- Chequear de manera compulsiva la lista de ingredientes y etiquetas de los alimentos
- Eliminar un número cada vez mayor de grupos de alimentos (todo el azúcar, todos los carbohidratos, todos los lácteos, toda la carne, todos los productos de origen animal)
- Ingerir solamente un grupo reducido de alimentos que se consideran saludables o puros
- Inusual interés en si lo que otras personas comen es saludable o no
- Pasar varias horas al día pensando en qué comida se servirá en los próximas reuniones sociales o familiares
- Mostrar altos niveles de angustia cuando los alimentos “seguros” o saludables no están disponibles
- Seguimiento obsesivo de cuentas de comida y estilo de vida saludable en redes sociales
Al igual que en la anorexia, la ortorexia implica la restricción de la cantidad y variedad de alimentos ingeridos, por lo que una de sus primeras consecuencia es la desnutrición. Por lo tanto, los dos trastornos comparten muchas de las mismas consecuencias físicas.
Por lo tanto, el tratamiento suele incluir psicoterapia para aumentar la variedad de alimentos ingeridos y la exposición a alimentos temidos o que provocan ansiedad, así como la recuperación del peso corporal perdido, según sea necesario.