Macabra historia de las gemelas diagnosticadas con esquizofrenia y catalogadas altamente peligrosas


Las hermanas gemelas Gibbons, las gemelas silenciosas, desarrollaron en vida una relación única y turbadora de la que salió un lenguaje propio y extraño que sólo ellas podían entender.

Su misterio sigue siendo un enigma para la razón.

Crearon una desconexión del mundo exterior donde la voz de una era la de la otra y donde nadie podía traspasar la barrera idiomática que ellas mismas habían creado.

Zombis. Esa es la palabra que con la que comenzaron a referirse a las hermanas cada uno de los médicos expertos que las atendían, y según dicen, la expresión más acertada para definir el tipo de relación que mantenían Jennifer y June desde jóvenes.

Ambas decidieron en su niñez que no volverían a hablar con nadie y que la vida de una estaría ligada a la de la otra hasta tal punto, que llegarían a caminar de manera sincronizada.

Únicamente hubo una mujer que pudo acceder a ese laberinto que habían creado. La periodista del Sunday Times, Marjorie Wallace, fue la única invitada de excepción a sus mentes.

Wallace se hizo amiga de las gemelas en la década de 1980 y pudo constatar que había una solución al problema, y quizás or eso la periodista apuntata en su libro The Silent Twins, que solo podía quedar una para liberar a la otra.

Las gemelas silenciosas

Aubrey y Gloria Gibbons se habían trasladado a vivir a Haverfordwest (Gales) hacía muy poco tiempo. Una pareja de emigrantes caribeños que venían de Barbados, lugar donde habían nacido las gemelas June y Jennifer el 11 de abril de 1963.

Aubrey trabajaría en Gales como técnico para la Royal Air Force británica mientras Gloria cuidaría de sus hijas en la nueva residencia.

Haverfordwest es conocida como la capital del condado de Pembrokeshire, la más poblada y aquella que sirve como núcleo central del comercio de toda la zona.

Se trata de una ciudad cuya estampa más visible la conforman sus numerosas parroquias, el castillo de St. Martin y el río Cleddau que cruza todo el enclave, pero anota otro detalle que hizo la vida de las dos jóvenes un poco más difícil.

Haverfordwest era una ciudad donde no abundaban los extranjeros y una mayoría de sus habitantes eran locales cuyas familias se extendían décadas atrás. Por eso, cuando los Gibbons fueron destinados allí, lo primero que sintieron fue esa curiosidad y miradas de quien se siente observado.

Ya fuera por sus rasgos caribeños (eran los únicos de raza negra en su comunidad) frente a los galeses o por el simple cambio de costumbres y lenguajes de una nueva vida fuera de Barbados, el desembarcó derivó en una amistad entre las hermanas todavía más fuerte, casi inseparables.

Fue en esta etapa donde comenzaron a desarrollar su extraño dialecto y jerga que nadie podía entender a excepción de sus familiares.

Se trataba de un lenguaje marcado por una variedad lingüística muy particular del inglés, donde las palabras fluían a gran velocidad. Una jerga que se acentuó cuando comenzaron a asistir a la escuela galesa.

Como decíamos, Haverfordwest era una ciudad predominantemente blanca, y los niños veían a las gemelas como unas auténticas extrañas. A menudo se las podía ver jugando a solas, haciendo uso de esa barrera comunicativa que habían creado.

Wallace explica en su libro que ambas sufrieron acoso escolar, lo que intensificó que se recluyeran aún más en su propio mundo.

Las burlas de los chicos fueron a más y llegaron a un punto en el que la propia escuela decidió que lo mejor era que ambas salieran de las clases antes del horario oficial para evitar el enfrentamiento y acoso con el resto de los críos.

Posiblemente fue aquí cuando ese principio de patois particular derivó en un idioma a todas luces propio. La lengua, su lengua, ahora era una idioglosia, un lenguaje totalmente inventado, una puerta de comunicación a un idioma privado que continuaba con sus maneras y acciones.

Tras perfeccionar su dialecto, las gemelas comenzaron a funcionar como si una fuera el espejo de la otra y viceversa. Se habían convertido en una persona y dejaron de comunicarse con sus padres, siendo su hermana menor Rose la única que tenía acceso a ambas.

El aislamiento que vivieron, en parte voluntario y otro reforzado por el acoso escolar, condujo a las chicas hacia una nueva pasión: la literatura.

Las jóvenes encontraron en los libros una salida para sus agresiones reprimidas, pero, Aubrey y Gloria no estaban dispuestos a ver como sus hijas se alejaban del mundo real, por lo que, a los 14 años fueron separadas para acudir a diferentes escuelas en un intento por fomentar la socialización de ambas.

Al mismo tiempo, acudieron a distintos terapeutas con el fin de que pudieran encontrar una solución a la desconexión que sufrían con el mundo.

Ni las escuelas ni los profesionales dieron con una mejora. Al contrario, a los intentos por “desligarlas” Jennifer y June respondían con estados catatónicos. Así que tras varios meses, los padres deciden volver a juntarlas, momento en la vida de las Gibbons en el que todo comienza a torcerse más y más.

Las Gibbons escritoras

"Nadie es capaz de sufrir como yo, no con una hermana. Con un marido es posible; con una mujer, también; con un hijo, también; pero esta hermana mía es una sombra negra que me está robando la luz del sol. Ella es mi único tormento…. Ella quiere que seamos iguales pero hay un brillo asesino en sus ojos. Dios mío, tengo miedo de ella. No es normal… alguien la está volviendo loca. Soy yo."

Estas perturbadoras palabras, terroríficas si pensamos que se trata de una niña de 14 años dirigida a su hermana gemela, fue la primera prueba de cómo pensaban y cómo veían la relación que tenían entre ellas.

June, la mayor de ambas (nació 10 minutos antes), había escrito en su diario el sentimiento angustiante que tenía hacia Jennifer, a quién la veía desde la envidia en muchas ocasiones. Jennifer en cambio sentía una adoración enfermiza por su hermana mayor.

Recluidas como estuvieron en su casa una vez que los padres no habían encontrado una solución externa, las chicas se aislaron por completo en su cuarto y se dedicaron a leer mientras desarrollaban una serie de extraños juegos teatrales con sus muñecos.

Fue el comienzo de una etapa marcada por la voracidad de escribir todo aquello que no expresaban al mundo. La realización de pequeñas obras de teatro con guiones intrincados junto a la creación de historias y diarios extensos donde Wallace pudo constatar años después lo que pasaba por sus cabezas.

En otro extracto del diario de Jennifer se podía ilustrar como la relación avanzó hacia el desprecio que llegaron a compartir junto al terror de que una pudiera acabar con la otra.

No solo eso, también arroja luz sobre el por qué las dos comenzaron una serie de juegos macabros marcados por el daño físico de una a la otra:

"Nos hemos convertido en enemigos mortales en los ojos del otro. Podemos sentir los irritantes rayos mortales que salen de nuestro cuerpo, el escozor de la piel de la otra. Me digo a mí mismo si puedo deshacerme de mi propia sombra, ¿es posible o imposible? Sin mi sombra, ¿moriría? Sin mi sombra, ¿ganaría una vida? ¿sería libre y me dejarán morir? Sin mi sombra, la que identifico con una cara de la miseria, de engaño y de asesinato."

Los diarios que les habían regalado sus padres en la navidad de 1979, ya con 16 años, sirvieron como lanzadera para comenzar los estudios de escritura creativa a distancia, lo que finalmente desembocaría en una serie de novelas de temáticas ciertamente controvertidas (sexo, drogas y violencia principalmente) desarrolladas en varios puntos de Estados Unidos como escenario.

Por ejemplo Pepsi-Cola Addict, escrito por June. Se trataba de un escrito sobre un adolescente que era seducido por su profesora para más tarde acabar en un reformatorio donde tiene que luchar contra el acoso de un guardia homosexual.

En Discomania, una historia de Jennifer, una mujer acaba descubriendo que la atmósfera de una discoteca incita a la “violencia insana” del pueblo donde se encuentra. O The Pugilist, un relato sobre un doctor que, en su afán por salvar la vida de su hijo, acaba matando a un perro para obtener su corazón y realizar un trasplante al niño.

La historia no se queda ahí y finalmente el perro (su espíritu) se acaba vengando del hombre.

Existieron muchas más, todas historias escritas con un estilo muy personal, tanto, que posiblemente imposibilitó que sus obras fueran publicadas en alguna gran editorial o revista. Por esta razón acabaron siendo publicadas en New Horizons, una editorial de autoedición con el que no consiguieron gran éxito.

Así que viendo que su carrera como escritoras de novelas no tenía visos de éxito, las gemelas Gibbons cambiaron los libros por los actos delictivos.

Como apuntaba Marjorie Wallace, es muy posible que se tratara de una forma de llamar la atención. Un cambio drástico que derivó en daños a la propiedad privada, pequeños hurtos, peleas entre ellas mismas (con intentos de asfixia reportados) y finalmente una serie de incendios provocados, lo que les llevó ante los tribunales.

Un juez dictaminó que su conducta combinada con sus graves trastornos sociales eran motivo suficiente para su confinamiento.

Ambas fueron enviadas al hospital Broadmoor, la misma institución mental de alta seguridad donde legendario gánster británico Ronnie Kray (de los gemelos Kray) vivió el resto de sus días.

June y Jennifer fueron diagnosticadas con esquizofrenia y catalogadas como altamente peligrosas. En Broadmoor permanecerían durante 11 años. Un espacio en el tiempo donde convivieron diariamente con altas dosis de medicación mientras se las ingeniaban para seguir a su aire. Las gemelas se turnaban para comer, mientras una lo hacía la otra se mostraba en huelga de hambre. Días después se cambiaban los roles.

El centro terminó separando a ambas, las alojaron en áreas extremas del centro. Estas fechas y como reportarían las enfermeras, estarían marcadas por las extrañas actitudes que mostraban. Cuando el personal acudía a sus cuartos las encontraban en posiciones extrañas como si estuvieran congeladas, posiciones que se mantenían durante horas.

Sin embargo el tiempo dio paso a una apertura de las gemelas al mundo exterior. Tras una vida donde sólo existían ellas, comenzaron a comunicarse con parte del personal del centro. En 1993 (con 31 años) y debido a su aparente mejoría, el centro decide trasladar a las hermanas a la clínica Caswerl. Se trataba de un centro de baja seguridad en Bridgend, Gales.

En esas fechas la periodista Marjorie Wallace revelaría el fatal desenlace de ambas. Tras haber pasado con ellas largas temporadas, Wallace afirmó que las gemelas habían decidido su final, el final de esa unión que las había mantenido recluidas en su propio mundo desde muy jóvenes. Las gemelas habían llegado a un acuerdo en el caso de que una de ellas muriese. De ser así, la otra debía abrirse al mundo y comunicarse con el resto del planeta como una persona normal.

Durante el tiempo que estuvieron en Broadmoor habían llegado a la conclusión de que era necesario que una de ellas falleciera. La periodista fue testigo directo del momento en el que Jennifer le declaró bruscamente con una taza de té, Marjorie, voy a tener que morir. Cuando Wallace le preguntó la razón de ese pensamiento ella respondió, porque es lo que hemos decidido.

El día que las dos hermanas fueron trasladadas a Caswerl, a su llegada Jennifer no respondía. Los médicos la llevaron rápidamente al hospital donde fue declarada muerta a causa de una miocarditis aguda, una inflamación mortal del músculo cardíaco.

Los doctores no encontraron ninguna prueba de veneno en el sistema de Jennifer. De acuerdo a June, su hermana simplemente colocó la cabeza en su regazo, tomó su último aliento y le dijo: Por fin, estamos fuera.

Hoy June vive una vida relativamente normal. Continua bajo tratamiento psiquiatra y vive sola, aunque muy cerca de la casa de sus padres en Haverfordwest. En cuanto a Jennifer, su cuerpo fue enterrado bajo una lápida con un poema escrito por su hermana que reza:

Una vez fuimos dos. Las dos fuimos uno. Nunca fuimos más de dos. Una a través de la vida. Descansa en paz.
Unos días después de la muerte de Jennifer la periodista Marjorie Wallace visitó a June para ver como se encontraba. Como recuerda en su libro, June estaba muy extraña y algo contrariada. Durante ese encuentro, las últimas palabras a Wallace sobre su hermana fueron tan enigmáticas como reveladoras:

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