Existen diversos tipos de manchas y reacciones a las radiaciones solares.
Algunas pueden tener un origen alérgico. Si aparecen tras la toma de un medicamento, hay que hablar con el médico.
La mayoría de las manchas de la piel que aparecen a lo largo de la vida tienen relación con la exposición a las radiaciones solares. Esto es así porque casi todas las manchas cutáneas están producidas por acúmulo de células productoras del pigmento cutáneo conocido como melanina, y aunque se producen también pigmentaciones por alteraciones vasculares, por sustancias tóxicas o por problemas hormonales, la mayoría tienen su origen en la reacción de la piel al sol.
La exposición crónica y mantenida al sol a lo largo de la vida puede provocar degeneración actínica cutánea, efélides (o pecas) y lentigos. Si la exposición es aguda puede dar lugar a las dermatosis solares, a reacciones de fotosensibilidad y a urticaria solar.
Exposición prolongada al sol
Estas son algunas de las afecciones que se producen cuando se toma el sol de forma continua y sin protección solar, o con un fotoprotector con un índice más bajo del que necesita cada tipo de piel:
Degeneración actínica. Es la degeneración cutánea producida por la acción crónica de las radiaciones ultravioleta sobre la piel. Se conoce también como fotoenvejecimiento. Se caracteriza por la pérdida de elasticidad cutánea, oscurecimiento con manchas de color marrón oscuro, arrugas y sequedad.
Se trata de una alteración frecuente en personas que trabajan en el campo o en el mar, y aparece también en deportistas o personas que han tomado el sol en exceso a lo largo de su vida.
Efélides. Conocidas popularmente como pecas, las efélides son máculas pigmentadas de pequeño tamaño, con forma redondeada, que se localizan en zonas expuestas, cara, cuello, brazos y que afectan a personas de fototipo claro. Aumentan con la edad de forma proporcional a la exposición al sol.
Lentigos. Son lesiones maculosas hiperpigmentadas de color marrón más o menos intenso que aumentan de forma notable con la edad (lentigo senil) y que están menos influenciadas en su aparición y en su crecimiento por las radiaciones solares. Se localizan sobre todo en cara, cuello y manos.
Manchas por una exposición aguda al sol
El exceso de sol en una piel normal que no este adecuadamente protegida, da lugar a la aparición de eritema solar y quemaduras solares. Si la piel estaba previamente sensibilizada por sustancias existentes en la sangre, la erupción cutánea a la que da lugar la conocemos como erupción fotoalérgica. Si aparecen solo en las zonas expuestas al sol, se trata de erupciones fototóxicas.
Fotodermatosis. La ingestión de determinadas substancias o la aplicación local de cosméticos sobre la piel puede dar lugar, por acción de las radiaciones solares, a fotodermatosis. Estas reacciones, que pueden ser fotoalérgicas o fototóxicas, se caracterizan por la aparición de eritema (enrojecimiento), aumento del calor cutáneo, manchas de color rojo con relieve, intenso picor y malestar. En ocasiones aparecen pápulas, vesículas y ampollas.
Fotosensibilidad. Es una reacción anormal de la piel ante la luz solar. Se suele manifestar en forma de enrojecimiento cutáneo, aparición de manchas, máculas y pápulas de color rojizo, que se acompañan de intenso picor. Las lesiones aparecen solo en las zonas expuestas al sol. Para su tratamiento es indispensable abstenerse de tomar el sol y aliviar los síntomas con medicamentos antihistamínicos.
Urticaria solar. Es una forma de urticaria poco frecuente y que, en muchas ocasiones, está relacionada con la urticaria acuagénica (alergia al agua) y la urticaria a frigore (alergia al frío). Se caracteriza por la aparición de habones, manchas de color rojo con relieve y que cambian de intensidad y de localización. Solo aparece en zonas de la piel fotoexpuestas, provoca intenso picor y es más frecuente en niños.