Para estudiar el cáncer los científicos normalmente usan ratones, debido a su corta longevidad y por la facilidad con la que desarrollan el cáncer. Los investigadores no esperan hasta que los animales enferman, sino que los someten a radiación, les trasplantan tumores o les inyectan materiales que provocan la enfermedad.
Pero por más que los científicos intentaron provocar de esta forma el cáncer en las ratas topo –animales que viven bajo tierra y que pueden vivir hasta 30 años (27 años más que el ratón casero)- no lo lograron.