Los daneses parece que han conseguido ser más felices practicando un estilo de vida al que denominan ‘hygge’ (pronunciado “juga”) y que podría describirse como una sensación de bienestar, basada en la calma y la calidez de lo hogareño y en el disfrute de las pequeñas cosas.
Para aplicar esta particular forma de entender y de disfrutar de la vida, salirse del consumismo y entregarse al momento, no hace falta haber nacido o vivir en Dinamarca, ya que vivir en clave ‘hygge’ es fácil, barato y está al alcance de la mayoría, en cualquier parte del mundo.
“El ‘hygge’ se puede aplicar a cualquier aspecto de nuestra existencia cotidiana, como la iluminación, la ropa, la comida, la bebida, el hogar, las relaciones sociales o los viajes”, según Meik Wiking, director ejecutivo del Instituto de Investigación de la Felicidad (HRI, por sus siglas en inglés).
Wiking es licenciado en Empresariales y Ciencias Políticas, investigador asociado por Dinamarca en la Base de Datos Mundial de la Felicidad y miembro fundador de la Red Latinoamericana de Políticas de Bienestar y Calidad de Vida, y ha escrito diversos libros e informes sobre la felicidad, el último de ellos centrado precisamente en este estilo de vida danés.
El HRI de Copenhague (www.happinessresearchinstitute.com) es un laboratorio de ideas, enfocado en investigar las causas y efectos de la felicidad humana y la satisfacción con la propia vida en distintos países y organizaciones, así como en desarrollar estrategias para mejorarla, fundado por el propio Wiking en 2013.
Últimamente se habla mucho del ‘hygge’ nórdico, que se ha convertido en una de las últimas tendencias de moda en Occidente, pero ¿qué significa e implica esta extraña palabra que pocos saben pronunciar bien fuera de Escandinavia?
A este estilo de vida se le ha llamado desde “el arte de crear intimidad”, “confort del alma” y “ausencia de molestias”, hasta “el placer de la presencia de cosas reconfortantes” o la “unión acogedora”, aunque la descripción favorita de Wiking es “una taza de cacao a la luz de las velas”.
“Es simplemente una sensación de bienestar, una forma de disfrutar de la vida con cosas sencillas, ya sea pasando más tiempo con amigos o familiares, sentándonos junto a un fuego con un chocolate caliente o poniéndonos calcetines calientes y ropa seca después de una tormenta”, comenta el autor del libro “Hygge. La felicidad en las pequeñas cosas”.
Wiking sabe de lo que habla, no solo por su trayectoria profesional al frente de HRI, que le lleva a afirmar que tiene “el mejor trabajo del mundo: estudiar lo que hace feliz a la gente”, sino porque vive en Dinamarca, que suele estar en los primeros puestos de las listas y estadísticas que miden el grado de felicidad en distintos países.
Para Wiking una de las razones de los altos niveles de felicidad que disfrutan los daneses es su amplio apoyo al modelo de estado de bienestar, ya que consideran que los altos impuestos que pagan “son una inversión” en su sociedad, con la que están comprando calidad de vida y reduciendo el riesgo, la incertidumbre y la ansiedad entre sus ciudadanos.
Para este autor, el ‘hygge’ tiene más que ver con el ambiente y la experiencia que con las cosas en sí y consiste “en estar con las personas que amamos, una sensación de hogar, de sentirnos seguros, protegidos del mundo, y permitirnos bajar la guardia”.
“Este estilo puede practicarse teniendo una conversación sin fin sobre las pequeñas o grandes cosas de la vida, estando a gusto en compañía del otro en silencio o, sencillamente, disfrutando una taza de té a solas”, de acuerdo a Wiking.
Estilo danés
Este experto traslada a Efe algunas sugerencias para disfrutar de las cosas cotidianas y compartirlas en distintos ambientes y situaciones:
Nuestros seres queridos. Wiking recomienda iniciar una nueva tradición con los amigos o la familia para crear recuerdos, por ejemplo jugando a juegos de mesa el primer viernes de mes, celebrando el solsticio de verano junto al mar, o compartiendo cualquier cosa que pueda unir al grupo en torno a una actividad significativa, que estrechará más sus lazos a lo largo de los años.
Nuestra relación con la comida. La regla para preparar dulces, tartas, pasteles y otras comidas es: “Cuanto más tiempo lleva cocinar un plato, más estilo ‘hygge’ es”, según Wiking, quien sugiere disfrutar del proceso lento de cocinar y, por ejemplo, hacer mermeladas en casa, que al saborearlas nos remontarán “a ese día de verano en que recogimos la fruta y la casa olía a frutos”.
Nuestra iluminación interior. Además de iluminar con velas, que son una pasión para los nórdicos, Wiking propone replantearse la estrategia de iluminación eléctrica, repartiendo varias lámparas pequeñas por la estancia, para crear pequeñas cuevas o relajantes charcos de luz por toda la habitación.
Nuestro hogar. Los daneses adoran el diseño de interiores y sus casas son la sede del ‘hygge’. Mientras que otros países tienen una cultura de socialización en bares, restaurantes y cafés, en Dinamarca el hogar es el centro de la vida social, de acuerdo con Wiking.
Como puntos de partida, este experto sugiere instalar en la casa una chimenea, encender velas y disponer algún elemento hecho de madera (cuánto más rústica, mejor), así como libros y mantas.
Nuestro amor. “El ‘hygge’ también consiste en estar con nuestros seres queridos en un ambiente de amor, por lo que ha sido calificado como el arte de crear intimidad”, explica Wiking, quien añade que “la verdadera esencia de este estilo de vida es la búsqueda de la felicidad cotidiana, lo que puede compararse con un abrazo, aunque sin que haya contacto físico”.
Nuestro trabajo. “Piense en distintas maneras de hacer que las cosas en su oficina tengan un estilo más informal, hospitalario e igualitario”, sugiere Wiking, que recuerda que en el HRI utilizan velas para crear una atmósfera más agradable, tienen sofás donde uno puede sentarse si necesita leer un informe largo y, en general, intentan hacer del lugar de trabajo un sitio acogedor.
Nuestra vida social. Una buena idea para fortalecer las relaciones sociales, indicador clave de por qué unas personas son más felices que otras, es crear un “club de comida” para ver de forma regular a nuestros amigos, según el director del HRI.
Las reglas son sencillas, según Wiking, y consisten en reunirse periódicamente para cocinar todos juntos, centrándose en un tema clave, por ejemplo el pato o las salchichas, y que cada miembro del club traiga los ingredientes para preparar un plato ligero que encaje en ese tema gastronómico.
“Así se crea un entorno muy relajado, informal e igualitario, donde nadie tiene que atender a los invitados ni ajustarse a los estándares de las cenas o fiestas de lujo”, apunta Meik Wiking.