Cómo los golpes en la cabeza pueden afectar a la vida de un niño

Cuando pensamos en traumatismos, normalmente nos vienen a la cabeza situaciones graves que en acaban en una pérdida de la conciencia. Olvidamos, sin embargo, las consecuencias de los impactos leves y reiterados.

Para los que tenemos ya una edad y nuestra infancia ha transcurrido en un ambiente de juego muy diferente al de las actividades extraescolares de nuestros hijos, los golpes y las caídas formaban parte de nuestro día a día.

Con todo, a pesar de que los temerosos padres de hoy intentamos controlar y programar todo lo que hacen nuestros vástagos, por mucho que queramos es imposible protegerlos de los riesgos de una caída en bici, de un golpe fortuito o de un fuerte pelotazo.

En aquellos tiempos no solíamos dar tanta importancia a estos incidentes. No obstante, si pensamos que la consistencia del cerebro no es muy diferente a la de un flan, dicha metáfora nos llevara a tomar conciencia de la fragilidad de nuestro órgano más vital y tomarnos algo más en serio estas situaciones, sobre todo si atañen al frágil organismo de nuestros hijos.

Pequeños golpes muy repetidos

Cuando pensamos en traumatismos, normalmente nos vienen a la cabeza situaciones graves que en acaban en una pérdida de la conciencia.

Olvidamos, sin embargo, las consecuencias de los impactos leves y reiterados. Por dicho motivo, algunos investigadores han comenzado a interesarse en los efectos que pueden tener para el cerebro infantil los pequeños golpes que aparecen en sus momentos de recreo o en sus actividades cotidianas.

Un estudio llevado a cabo por el equipo del Doctor Lipton sobre una muestra de 32 jugadores de fútbol que eran frecuentes rematadores de cabeza, mostraba sorprendentes resultados, con obvios signos de daños menores en sus cerebros en cinco regiones que afectaban a la memoria, a la visión y a la atención.

En la misma línea, un trabajo más reciente llevado a cabo por científicos de la universidad de Stirling concluye que los repetidos impactos con el balón pueden ocasionar a corto plazo una pérdida de memoria nada desdeñable.

El rendimiento en este sentido puede descender hasta el 67%, volviendo a estabilizarse la memoria después de unas 24 horas, por lo que se aconseja no practicar este deporte antes de un examen.

El estudio abre además la puerta a futuras investigaciones sobre si el continuo contacto de la cabeza con el balón puede tener consecuencias a largo plazo y riesgos para la salud mental, como el aumento de riesgo de demencia.

En otros deportes como las artes marciales el peligro se encuentra en que los golpes de una cierta intensidad son acumulativos.

Si el cerebro recibe un único traumatismo fuerte o moderado él mismo puede recuperarse por sí solo. Si sucede un segundo impacto de las mismas características la inflamación puede aumentar incrementando el daño total sufrido.

Por dicho motivo algunos médicos han propuesto la prohibición de practicar actividades como el rugby en los colegios, o por lo menos que dichos deportes se lleven a cabo con un contacto físico menor.

Consecuencias de las conmociones

Más alarmante resultan las consecuencias en los casos de conmoción de cerebral. Los síntomas que se suelen presentar pueden conllevar un periodo de confusión, pérdida de memoria o incluso perturbaciones visuales como el tópico de “ver estrellas”.

Si bien el consejo oficial que se suele dar es el de vigilar al niño durante 48 horas, las medidas deberían ser más drásticas.

Más aún si tenemos en cuenta las consecuencias que se desprenden de un estudio publicado por la revista de medicina PLOS en el que se llega a señalar que los niños que han sufrido un accidente con conmoción cerebral pueden demostrar a corto plazo un rendimiento escolar por debajo de la media, mientras que a largo plazo se incrementa la posibilidad de ingresar en un hospital psiquiátrico, acabar dependiendo de una pensión de invalidez o incluso aumentar el riesgo de muerte.

Con todo, es necesario ir caso por caso. Como señala el profesor de traumatismo y neurocirujía Antonio Belli, "cada uno de nosotros está “cableado” de una manera distinta y tenemos diferentes vulnerabilidades’"

Por ello, el cerebro de cada persona se comporta también de manera diferente ante un traumatismo. Hay que tener en cuenta también que una conmoción de gravedad media puede tener efectos perfectamente reversibles.

No obstante, en las semanas siguientes al accidente pueden surgir algunas dificultades como pérdida de memoria, problemas para procesar información o conflictos para realizar tareas múltiples.

En el caso de los niños, ello puede derivar en una bajada de la autoestima, con repercusiones que eran ajenas a la conmoción en sí, como ansiedad y pérdida de sueño, que pueden desembocar en un grave conflicto psicológico y en un posible descenso del rendimiento escolar.

La ayuda familiar es fundamental cuando aparecen estas situaciones y si fuera necesario no hay que descartar el apoyo psicológico por parte de un especialista.

Belli remarca también la conveniencia de hablar con el colegio o el instituto para un posible cambio en los horarios y los deberes del niño, otrogándole así un tiempo y un espacio para la recuperación.

Fuente: El Confidencial

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