La insulinización oportuna es una estrategia contra el daño irreversible de la diabetes

Algunas características clínicas permiten identificar cuando una persona con diabetes mellitus tipo 2 debe comenzar a usar la terapia de insulina, sin que esto sea el único o el último recurso de su tratamiento

El concepto de insulinización oportuna hace referencia a una estrategia de tratamiento para los pacientes con diabetes mellitus tipo 2 que tiene como objetivo mantener el buen control de la glucemia cuando la persona afectada no está respondiendo adecuadamente a la terapia con los fármacos orales, con el beneficio extra de preservar algo de la función de las células beta del páncreas que aún producen insulina de manera natural.

Para el endocrinólogo Carlos Carrera, la insulina es una herramienta para el control óptimo de la glucemia (azúcar en la sangre) en personas que tienen diabetes tipo 2, que puede prevenir y enlentecer la progresión de daños irreversibles en los tejidos por donde circula la sangre.

La diabetes es una afección crónica que se caracteriza por una elevación de la azúcar en la sangre (glucemia) que se origina cuando el páncreas deja de producir la insulina (déficit de insulina) o cuando el organismo se hace resistente la acción de la misma (insulino-resistencia).

La insulina es una hormona secretada a la sangre por las células beta del páncreas que permite la entrada de la glucosa (que se obtiene a través de los alimentos o que es producida por el hígado) a las células del cuerpo (músculos, hígado, riñones) para que la transformen en energía.

Existen principalmente dos formas de esta patología: La diabetes tipo 1, que se manifiesta casi siempre en edades tempranas de la vida (niños, jóvenes y adultos menores de 40 años), que se caracteriza por un déficit prácticamente total de la producción de insulina (con o sin resistencia); por lo tanto, quienes la presentan, deben aplicarse insulina a lo largo de toda su vida desde el inicio mismo de la patología.

Por otro lado, la diabetes tipo 2, que es la más común con más de 90% de los casos, aparece casi siempre en la vida adulta. La mayoría de las personas están por encima de su peso óptimo y se debe a la suma del déficit parcial o de resistencia a la acción de la insulina. En ese tipo, la estrategia de tratamiento incluye cambios en el estilo de vida y alimentación, junto con medicamentos orales que mejoran la acción de la insulina (sensibilizadores) o que estimulan la secreción en las células del páncreas que todavía conservan la función (secretagogos).

Sin embargo, en la mayoría de las personas con diabetes tipo 2, la función productora de insulina de las células del páncreas no se puede mantener indefinidamente.

“La historia natural de la enfermedad ha demostrado que se va perdiendo progresivamente la capacidad secretora, en un promedio de 10 a 20 años con la afección, lo que lleva a una incapacidad casi total (similar a la de los tipo 1) de producir insulina, por lo que hará falta una terapia de reemplazo de insulina mediante inyecciones”, explicó el jefe del Departamento de Endocrinología del Hospital de Clínicas Caracas.

Identificando el momento

El especialista en endocrinología y nutrición señaló que es importante superar el rechazo al uso de la insulina, tanto por parte de los pacientes como de los médicos, y no retrasar el inicio de su uso en los pacientes con diabetes tipo 2 que lo necesiten.

La escogencia del momento oportuno debe hacerse de manera individualizada. En ese sentido, comentó que se puede identificar clínicamente y de manera aproximada, la reserva pancreática de la persona para saber cuándo es el momento adecuado de iniciar una terapia sustitutiva con insulina.

Mientras menos reserva pancreática, mayor posibilidad de fallo o poca respuesta a los medicamentos orales.

La reserva es mucho menor en los diabéticos tipo 2 de larga data, en los más flacos, en los que no responden a más de dos fármacos orales y en quienes tienen mayor nivel de descontrol glucémico, pero la reserva es mayor y por lo tanto, la oportunidad de seguir respondiendo a los fármacos orales, en personas con sobrepeso u obesidad (resistentes a la insulina), los de menor tiempo con la patología y en quienes aún no han fracasado con las pastillas.

El galeno recomendó de manera general iniciar la terapia con insulina cuando un paciente que está recibiendo al menos dos medicamentos tiene un registro glucémico (medido a través de la hemoglobina glucosilada o HbA1c) que supera los dos puntos porcentuales de su meta.

Una meta apropiada es menos de 7% de HbA1c en pacientes jóvenes no complicados y hasta 8% en adultos de edad avanzada o muy complicados.

Refirió que las guías de la Asociación Americana de Endocrinólogos Clínicos señalan que se debe iniciar la aplicación de la insulina en pacientes con hemoglobina glucosilada superior a 9% o 10%, estén o no bajo tratamiento farmacológico oral.

“La insulinización oportuna es una estrategia importante para romper la inercia del ‘inicio tardío’ de la aplicación de insulina, algo que ocurre en un promedio de 4-5 años después del momento en que realmente la precisaban las personas, un tiempo perdido durante el cual ya ha ocurrido un daño irreversible en los tejidos del corazón, ojos y riñones”, sostuvo el investigador.

Imitando al organismo

El profesor de medicina describió que existen varios tipos de insulina que se diferencian por la velocidad con que inician su efecto después de inyectadas, y del tiempo de duración del mismo.

Están las denominadas insulinas humanas o mejor dicho humanizadas (Regular y NPH) y los análogos de insulina (rápidas y lentas).

Las primeras son insulinas cuyo inicio de acción es tardío, tienen un pico máximo de acción de varias horas después de su inyección (no acoplado al momento de máxima absorción de las comidas) y por lo tanto; aumentan mucho el riesgo de hipoglucemias (bajadas del azúcar en la sangre).

Las insulinas análogas, en cambio, imitan mejor la acción natural de la insulina propia o nativa del organismo.

Así, las rápidas tienen un comienzo de acción casi de inmediato después de su inyección y un pico máximo de acción coincidente con el momento de máxima absorción de las comidas, por lo que son más flexibles para su uso y conllevan menor riesgo de hipoglucemias después de las comidas.

Las lentas, tienen mayor duración en sangre (20 a 24 horas), no tienen pico máximo de acción (curva de absorción más plana) con la ventaja de que se disminuye la cantidad de inyecciones al día y son más seguras al tener menor riesgo de hipoglucemia nocturna.

El endocrinólogo reiteró que aún usando algún esquema de terapia de insulina, las personas con diabetes deben cuidar su estilo de vida y alimentación, lo cual incluye hacer ejercicio por lo menos 150 minutos a la semana, evitar el consumo excesivo de sal, de azúcares o carbohidratos de absorción rápida, de grasas animales y de frituras.

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