¿Qué pasa cuando el hombre tiene esa disfunción? ¿Puede ser momentánea? ¿Se revierte? ¿Cómo plantear el tema y buscar juntos una solución?
En los primeros tiempos de una relación, la pareja del eyaculador precoz muchas veces no plantea ni se queja de la situación.
El cariño mutuo, la comprensión y el ingenio permiten muchas veces encontrar una solución momentánea y seguir afianzando el vínculo. También puede suceder que un segundo coito enseguida del primero o los estímulos manuales u orales que permiten a la compañera llegar al orgasmo antes o después de la penetración y “salvar” la situación.
En otros casos, la mujer se resigna a no tener orgasmos y mantiene en silencio la situación, disfrutando mientras tanto de otros aspectos del vínculo, como la comunicación, los intereses compartidos, los abrazos, las caricias y demás.
Pero finalmente la crisis estalla cuando ella decide dejar de evitar y callar el problema. Resulta obvio que cuanto más tiempo haya pasado más profunda será la crisis y peores serán las consecuencias. De este modo, el silencio se transforma en el peor enemigo.
¿Qué hacer entonces? Si él no decidió ir a la consulta, la mejor forma de ayudar a una pareja que está presentando esta disfunción es asegurarle que pueden solucionarlo entre ambos, enfrentando el tema con absoluta naturalidad, sin molestarlo ni criticarlo. Lo importante es resolverlo con tranquilidad, porque inevitablemente afecta a los dos.
Después de conversarlo, se puede ofrecer acompañarlo y ambos realizar una terapia sexual. En las relaciones incipientes, es más difícil plantear el tema y el camino más simple será si el hombre toma la iniciativa en la charla.
Hay que tener en cuenta que la eyaculación precoz no suele ser momentánea (salvo en contadas ocasiones). Si se deja el problema librado a su curso natural, puede derivar en una impotencia secundaria o en una pérdida de interés en las relaciones. Pensar "con el tiempo esto va a pasar" es negar el problema y sembrar una diferencia en la pareja.
También es importante saber que las causas orgánicas son inexistentes. Solo se observar en algunos casos donde hubiere una mínima alteración neurológica o prostática. Pero esto ocurre en un mínimo porcentaje. En la mayoría de los casos, se debe a una mezcla de ansiedad mal canalizada, un deficiente aprendizaje o conflictos entre los dos.
La buena noticia es que se trata de una de las disfunciones que tiene la mejor solución. El camino es buscar una terapia adecuada.
Por la licenciada Diana Resnicoff, psicóloga y sexóloga clínica, secretaria cientifica de la Sociedad Argentina de Sexualidad Humana y administradora del portal e-sexualidad.
Fuente: Entre mujeres