12 acciones que toda mujer hace al vivir sola

Karaokes improvisados, platos de fideos instantáneos para las noches más perezosas o una puerta de baño que casi nunca es necesario cerrar. ¿Te suena?

Hemos recopilado algunas de las cosas más comunes (y vergonzosas) con las que cualquier mujer que disfrute de la soledad de su hogar se sentirá identificada.

Hoy en día el hecho de poder vivir sola es un lujo que no está al alcance de cualquiera. La soledad, en algunas ocasiones, es un bien increíblemente preciado, especialmente cuando se trata de un hogar. Vivir sola es el paso siguiente a abandonar la comodidad de la casa familiar y el paso previo a compartir una nueva vida, con nuestra pareja o hijos. Se trata de una transición de la que, si podemos llevarla a cabo, debemos disfrutar sin duda. La libertad de tener un piso para nosotras solas es sin duda lo que más nos gusta. Pero no solo eso... Hay pequeñas cosas que, queramos o no admitir, todas hacemos en la intimidad de nuestra casa, porque, total: ¿quién nos va a juzgar por ellas? ¡Aquí te dejamos unas cuantas con las que seguro que te identificas!

1. ¿Ropa? ¡No hace falta!

Si hay algo indudablemente satisfactorio es poder desprendernos del sujetador después de un largo día. Seamos sinceras: ¡es una liberación! Cuando vivimos solas no esperamos a hacerlo justo antes de acostarnos, ¡sino nada más llegar a casa! Además, podemos ir desnudas de camino a la ducha o salir de la misma manera del baño para buscar esa prenda de ropa que se nos ha olvidado coger del armario. Ya no es necesario taparnos ni ser pudorosas: ¡nadie nos ve!

2. Actuaciones musicales

Cantar no es tu punto fuerte, ¡pero qué más da! Los karaokes improvisados en casa son de lo más motivantes: en la ducha, mientras te maquillas, frente al espejo mientras escuchas tu canción preferida y ensayas tus mejores pasos de baile... Admítelo: en más de una ocasión has utilizado el cepillo del pelo o el bote de laca como un micrófono y has actuado en tu salón delante de tus millones de fans (imaginarios, claro).

3. Los fideos instantáneos, ¡tus grandes aliados!

Y no solo ellos: la pizza congelada, los canelones precocinados o las sopas de sobre son también algunos de tus platos estrella para aquellas noches en las que no te apetece cocinar.

Esto no significa que lleves en general una alimentación poco saludable, son simplemente un comodín esencial para aquellos días en los que llegamos tan agotadas a casa que el simple hecho de pensar en cocinar nos produce escalofríos.

4. En caso de emergencia: llamar a papá o a mamá

Porque el lavavajillas no funciona, porque se ha fundido el fluorescente del techo, porque no logras colgar recto el cuadro nuevo para el salón, porque no recuerdas la cantidad de harina que debe llevar el bizcocho... Cualquier motivo es bueno para llamar a nuestros padres cuando vivimos solas.

5. Los domingos te conviertes en una ermitaña

El último día de la semana es sin duda para ponerse el pijama, acomodarnos en el sofá y ver todas aquellas series o películas que tenemos pendientes. El domingo fue creado para descansar (o vaguear) y nadie lo sabe mejor que tú. ¿Para qué salir a la calle teniendo Netflix en casa?

6. ¡Qué viva el chocolate!

Y la pizza, las patatas fritas, las aceitunas... Aunque nos cueste resistirnos (o no) siempre solemos darnos un pequeño atracón con algunos de estos manjares.

Una de las ventajas de vivir sola es que no tenemos a nadie que nos pueda recriminar estos hábitos no del todo saludables... Aunque esto también puede convertirse en un inconveniente: ¡qué difícil es comer sano y tener fuerza de voluntad cuando se vive sola!

7. Ya no tienes que ocultar a tus ligues de una noche

Es una de las ventajas de independizarnos: disponemos de intimidad, privacidad y de una casa siempre disponible en la que no tenemos que pedir permiso ni dar explicaciones a nadie cuando queramos invitar a nuestro nuevo romance. ¡Hogar, dulce hogar!

8. Puedes darte el lujo de no tener que hacer la colada en días

Quizá no es algo de lo que estar orgullosa, ¡pero sueles hacerlo! Poner la lavadora, tender la ropa y plancharla es probablemente el proceso más aburrido del mundo.

Por eso, de vez en cuando, sueles ir acumulando una montaña de ropa sucia que solo te decidirás a lavar cuando sea estrictamente necesario. Es decir, cuando ya no te quede ropa interior que ponerte.

9. Hablas sola... ¡todo el tiempo!

Ya sea para murmurar entre dientes, para enumerar la lista de la compra o para comentar tu programa preferido (o criticar el que no te gusta). Hablar contigo misma es una de las cosas más habituales que solemos hacer cuando estamos en casa, y aunque lo hacemos en voz alta y continuamente, no siempre somos conscientes.

10. Con el tiempo comienzas a creer que habita en tu casa un poltergeist

Los crujidos o ruidos desconocidos se convierten, especialmente de noche, en algo preocupante. Y ni decir ya de las puertas que se cierran repentinamente o de los objetos que se caen sin que nos demos cuenta. ¿Qué ha sido eso? ¿Un ladrón? ¿Un fantasma? ¿Un monstruo? ¿¡Existen los monstruos!?

Cuando estamos solas, nuestra imaginación puede jugarnos a veces malas pasadas y obviar las explicaciones más lógicas: el suelo cruje, las tuberías suenan y las ventanas abiertas producen corrientes de aire.

11. Tu vecina octogenaria es una de tus mejores amigas

¿Qué haríamos sin esa adorable vecina que nos recoge los paquetes de Amazon? Sin esa que nos presta sal y huevos siempre que los necesitamos o nos saluda cada día con una sonrisa y nos pregunta cómo estamos. ¡Cuando vives sola eres capaz de hacer migas con cualquier vecino!

12. La puerta del baño se puede dejar abierta

Sin duda, el mayor lujo de vivir solas. Al principio sigues cerrando la puerta, incluso echando el pestillo, tal y como llevas haciendo toda la vida.

¡Pero qué bien sienta darte cuenta de que ya no es necesario! Puedes dejar la puerta abierta cada vez que pases al baño sin sentir vergüenza alguna.

Fuente: Enfemenino

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