A pesar de que existen prácticas de meditación ancestrales, enfocadas en la obtención de estados mentales que requieren del dominio de complejas técnicas, este paradigma se ha ido diluyendo gradualmente a favor de la simplicidad.
Recordemos que la meditación nos lleva al estado natural de la mente: de calma, quietud, y conexión con la armonía, dejando atrás deseos, miedos y las preocupaciones que estos conllevan.
Generalmente, quizá como inercia cultural, transitamos preocupados por la vida. Una mente preocupada en consecuencia se encuentra intranquila. Para lograr la concentración necesaria para meditar es requerido que aceptemos la simpleza que esta demanda.
Dicha sencillez tiene qué ver con ese no preocuparnos ni siquiera, o mejor dicho particularmente, por alcanzarla.
Hasta los practicantes más especializados en meditación coinciden en que todos experimentamos pensamientos durante la misma. El verdadero reto consiste en volver al presente, no solo estar en el presente, así lo afirma el profesor y estudioso Peter Russell. Para él, ese reto en sí mismo constituye un acto meditativo.
Cualquier persona puede disfrutar de las bondades de conseguir una mente en calma. La meditación es un recordatorio de la armonía que existe –previo al intenso bagaje psicosocial que le añadimos–, y a la cual puede accederse sin más requisito alguno que la sencillez –y la humildad implícita en esta cualidad-.
Más allá de buscar la iluminación o cualquier otro logro acequible mediante esta práctica, al dotar nuestra mente con calma ella misma guiará tus ejercicios. No le exigas nada, no generes expectativas, simplemente dejate llevar por la simplicidad original que reina en todo. Respira y observa.
Fuente: Ecoosfera