Postergar las responsabilidades o "procrastinar" es un clásico que nos afecta a todos. Te damos las claves para cortar de raíz con el mal hábito... ¡pero seguí leyendo!
Hace meses que la canilla del baño pierde agua y todavía no llamaste al plomero. Tienes que pagar las deudas de patentes del auto y no logras vencer la pereza que te da hacer los trámites. Sabes que es hora de visitar al dentista pero postergas el llamado todos los días y nunca pedís turno. ¿Te suena conocido? Esta actitud tiene un nombre y es procrastinar. Se trata del hábito de aplazar tareas y deberes a cambio de hacer las cosas que nos gustan más, aunque sean irrelevantes.
El famoso dicho “No dejes para mañana lo que puedes hacer hoy” se transformó en “Dejaré para mañana lo que debía hacer ayer”. Nuestra generación es la reina de la procrastinación. ¿La culpa de quién es? Según Manuel Armayones, profesor de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la Universitat Oberta de Catalunya, el problema es la tecnología: “Hablar de procrastinación en sociedades tecnológicamente menos desarrolladas no tiene sentido”. Nuestros padres y abuelos tenían el concepto de “deber” más arraigado y más tiempo disponible, que nosotros ocupamos frente a la computadora.
Ahora bien, una cosa es aplazar cada tanto alguna obligación y otra muy distinta es vivir dejando para el futuro los deberes del presente. “No somos máquinas y no siempre tenemos la energía y capacidad al 100%”, aplazar una tarea puntual es parte de nuestra natural imperfección de seres humanos. Distinto es el caso de aquellos para los que la procrastinación es un estilo de vida”, dice Armayones.
Según Marta Romo, pedagoga especializada en neurociencia, existen varios perfiles de procrastinador. El auténtico es “Aquel que pospone de forma habitual los temas importantes o asuntos que requieren un gran esfuerzo y que, además, lo hace porque cree que solo así obtendrá los mejores resultados”.
La pedagoga asegura que el hábito puede convertirse en adicción, ya que genera un disfrute inconsciente: "Estaríamos hablando, por ejemplo, de estudiar para un examen la noche anterior o preparar una reunión cinco minutos antes de que comience. Estas personas perciben estos episodios como momentos emocionantes, debido a la segregación de adrenalina”.
Lo que busca un procrastinador es ponerle un toque de pimienta a la vida cotidiana. No es que no puedan resolver, sino que buscar aplazar y dejar todo para último momento para sentirse más vivos. “La mayoría de los procrastinadores saben perfectamente qué técnicas podrían aplicar para mejorar la gestión de su tiempo, pero no lo hacen”, dice Armayones. También juega la personalidad del individuo: en general son personas muy inseguras o excesivamente perfeccionistas.
"No se ven capaces de resolver determinadas situaciones y, por tanto, dilatan todo lo que pueden el momento de hacerles frente. Por otro lado, hay personas que desean hacer tan bien determinadas tareas que quedan paralizadas ante el reto que supone, tanto por la valoración que puedan hacer los demás de su trabajo como por ellas mismas", explica el profesor.
El alto grado de exigencia sumado al arrepentimiento que genera no hacer las cosas en tiempo y forma, puede provocar, en los casos más extremos, un desborde emocional. "La sensación de pérdida de control conduce habitualmente a un malestar al que hay que añadir el sentimiento de culpa que el individuo experimenta cuando se da cuenta de que, si hubiera planificado la tarea, la habría hecho mejor”, dice Romo.
TIPS PARA DEJAR DE SER UN PROCRASTINADOR:
-Hacer una lista de las cosas que tienes que hacer.
-Compartir con tu pareja o con un amigo los plazos que te fijaste para resolver cada cosa.
-Pedir ayuda para lograr tus objetivos.
-Evita las distracciones con la tecnología.
-Anda tachando de la lista lo que vayas cumpliendo.
-Date un premio cuando vayas logrando las metas.
-Oblígate a empezar, lo más difícil siempre es dar el primer paso.
Fuente: Rumbos Digital