Tom Clark estaba decidido a seguir el camino de Dios. Tanta era su fe que decidió hacerse mormón y comenzar a misionar por el mundo.
A pesar de tener eso claro, no tenía una vida plena.
Un siquiatra le había dicho que su cociente era demasiado femenino y le hizo tomar medicamentos para controlarlo.
Todo cambió en un viaje a Italia. Ahí conoció al amor de su vida: un joven comunista que lo hizo despertar y darse cuenta de quién era realmente: