Los científicos descubrieron que reduciendo el tamaño de los platos comeríamos 527 calorías menos al día, lo que equivale a medio quilo menos a la semana
El tamaño sí importa, también en nuestra alimentación. Ensaladas servidas en cuencos que parecen barreños, primeros platos que compiten con los segundos y segundos que podrían ser plato único, y además, café, copa y puro, como suele decirse.
En una sociedad que se rige por la acumulación y el 2x1, hemos perdido el norte a la hora de alimentarnos, en parte también por los contradictorios mensajes sobre nutrición que recibimos: como por ejemplo, la dieta Atkins, en la que puedes inflarte a quesos y carnes y quedarte en los huesos, y también aquella depurativa en la que solo podías comer arroz blanco durante una semana o dos. ¿Y funcionan? Depende.
La cuestión es si el peso perdido puede mantenerse a largo plazo, porque no vas a pasarte la vida a base de grasas o comiendo solo arroz hervido, y normalmente estos regímenes tienen un efecto yo-yo gigante, es decir, que no solo recuperas los quilos en cuanto vuelves a tu rutina, sino que es posible que incluso engordes.
No estamos inventando la sopa de ajo, pero reducir la cantidad de alimentos que ingieres es la forma más fiable de adelgazar, más allá de locas combinaciones y fórmulas mágicas. Y hay razones científicas para ello: la Universidad de Cambridge realizó un estudio sobre los hábitos de alimentación de los norteamericanos, que son los reyes, como sabemos, del XL. Descubrieron que solo con reducir el tamaño de sus platos comerían 527 calorías menos al día, lo que equivale a medio kilo menos de peso a la semana. Sin embargo, ¿cómo saber si una porción es excesiva? ¿Qué cantidad debemos eliminar de nuestros menús diarios para equilibrarlos?
Tras analizar unos sesenta estudios diferentes, los expertos llegaron a la conclusión de que estamos añadiendo por norma 500 calorías de más a nuestros platos por pura inercia.
Y que, por tanto, tan solo comiendo algo menos ya adelgazaríamos, porque nos sobrealimentamos por hábito. Así lo ha explicado Gareth Hollands, investigador asociado en la Escuela de Medicina Clínica de la Universidad de Cambridge y coautor del estudio. Ahora, pasar de la teoría a la práctica es lo complicado…
Simplifica y vencerás
La doctora Lisa Young, autora de 'The Portion Teller' (ed. Broadway Books), aporta en su libro diferentes estrategias y trucos para aprender a comer sólo lo que nuestro cuerpo nos pide y no la cantidad que, por un mal hábito individual extendido socialmente, nos hemos acostumbrado a ingerir.
1. Come en plato de postre
Seguro que tu madre también te obligaba a no dejar nada en el plato y aún algunas veces te descubres siguiendo esa norma interiorizada a pesar de que hace ya un rato que te desabrochaste el botón del pantalón. Admítelo, siempre tendrás la voz interior de mamá llamándote al orden por una cosa o por otra, pero puedes hacer algo de trampa si escoges comer en platos de postre, porque produce un efecto óptico y psicológico saciante.
Podemos aplicar la llamada 'dieta de la mano' para medir la cantidad de alimentos que necesitamos usando como guía nuestro puño o la palma extendida
2. Ensalada y algo más
Una cosa es reducir las porciones en casa, pero en los restaurantes hay una cantidad estándar de comida y a veces te sientes culpable si dejas alimentos en el plato. Una buena opción, según la experta, es mentalizarse antes de entrar en el restaurante de que lo mejor es pedir un entrante y algún tipo de ensalada o verdura que lo acompañe. También recomienda que evites beber alcohol justo antes de la comida, ya que invita a comer en exceso.
3. La proporción perfecta
Young recomienda distribuir la comida en el plato de la siguiente forma: la mitad resérvala para frutas y verduras ricas en fibra, un cuarto para proteínas magras como el pollo y el cuarto restante para los hidratos de carbono, como el arroz o las patatas.
4. La cocina, lugar de la mesura
Según la experta, si sirves los platos en la cocina en lugar de hacerlo en el salón, serás más consciente de las cantidades, porque cuando nos sentamos a la mesa estamos tan distendidos que a veces olvidamos que los festines están reservados para días concretos.
El vitrubio en la mesa
¿Cuánto deberíamos comer de cada alimento? La respuesta podemos leerla en nuestra mano, y no tiene nada que ver con la quiromancia, sino con la proporción. Así, según 'Guard Your Health', las raciones de carne en cada comida no deben ser más grandes que la palma de una mano y los hidratos de carbono no pueden sobrepasar el diámetro del puño cerrado.
Ya que no hay dos manos iguales, esto podría explicar por qué las dietas universales fracasan en ayudarnos a perder peso. Pero la llamada 'dieta de la mano' también nos aporta otra mucha información, como que la cantidad de mantequilla no puede ser superior a la yema del dedo índice o que para medir el tamaño del queso debemos utilizar dos dedos extendidos. ¿Y los helados?
Puño cerrado...
Pero recuerda que sólo es una orientación. Lo más importante es comer con conciencia, sin obsesionarse y aprender a escuchar las señales de nuestro cuerpo.
Fuente: El confidencial