Te has preguntado: ¿Hace mal sonarse los nudillos?

"Crac, crac, crac, crac". Cuatro crujidos que se suceden y suenan a roto. Como si alguien estuviera deshuesando un pollo y le diera vueltas y vueltas a una de sus alas hasta desprenderla por fin del resto del animal.

Es el sonido con el que se identifica esa raza de personas con una afición común: presionar sus nudillos hasta que el de al lado le mire con cara de repelús.

Existen varias especies, dependiendo de la parte del cuerpo a la que hayan decidido torturar. Crujidores de dedos, cuello, hombro. Afortunadamente, los huesos del cráneo están unidos.

Además de recurrir a las miradas reprobatorias, los que sufren escalofríos y sudores al oír semejantes descalabros pueden ir un paso más allá e infundir miedo a los músicos. Cuenta la leyenda que si haces sonar tus nudillos desarrollarás artritis. ¿Tiene algo de cierta esta amenaza?

¿Por qué suena así?

Para contestar, repasemos un poco de anatomía. Las articulaciones que sirven de instrumento a los artistas del crujido, como todas las del cuerpo, están envueltas en un saco membranoso lleno de líquido sinovial. Se trata de un lubricante viscoso natural que impide el roce y desgaste de los huesos unidos, facilitando el movimiento.

Cuando estrujas o estiras la zona para obtener un 'crac' bien afinado, lo que haces en realidad es aumentar el espacio entre las dos piezas óseas, que se separan. Entonces, la presión disminuye, con lo que también decrece la solubilidad de los gases disueltos en el líquido (dióxido de carbono, oxígeno y nitrógeno) que son liberados rápidamente en forma de burbujas.

Estas pompas inestables explotan rápidamente, causando el sonido que ya conocemos. Para volver a su estado inicial, los gases necesitan entre 25 y 30 minutos. Es el tiempo mínimo que tienen que esperar los aficionados al 'craking' para volver a empezar con un nuevo repertorio.

No se conoce exactamente cómo es posible que cantidades de gas tan pequeñas produzcan tal ruido, aunque sí se sabe que durante el proceso aparecen dos picos de máximo volumen. Los 'cracs' son en realidad dobles. Otros dos fenómenos producen un sonido similar: el movimiento brusco de los tendones en las articulaciones y el roce de los huesos con el cartílago.

Poca literatura científica al respecto

Aunque es una actividad la mar de habitual, no existen demasiados trabajos científicos que hayan estudiado el fenómeno [normal, por otro lado]. Uno de los primeros fue el del científico Robert Swezey, que en 1975 analizó el estado de las articulaciones de un grupo de 28 ancianos que solían hacer sonar sus nudillos. No encontró ninguna relación entre su particular afición y el desarrollo de artrosis en las manos de los mayores.

Otros, han sido un poco más originales. Donald Unger se utilizó a sí mismo como objeto de experimentación. Ni corto ni perezoso, publicó una carta dirigida al editor de la prestigiosa revista de reumatología 'Arthritis y Rheumatism' en la que aseguraba llevar 50 años estrujando los nudillos de su mano izquierda al menos dos veces al día. A la derecha la había dejado más o menos en paz para usarla como control y hacer comparaciones.

¿Y qué había llevado a Unger a convertirse en su propio conejillo de indias? En la curiosa carta decía que la idea se la habían planteado sin querer su madre y sus tías: cuando era pequeño, le advertían que si continuaba 'crujiéndose' los nudillos, acabaría teniendo artritis en los dedos. Quería "comprobar la veracidad de la hipótesis".

Después de medio siglo, al fin pudo decir que no había diferencia entre su mano izquierda y la derecha; no tenía problemas en las articulaciones de ninguna de las dos. El estudio vital de este investigador ganó en 2009 un premio Ig Nobel, los galardones otorgados a los trabajos científicos más absurdos. En el discurso de agradecimiento aprovechó para decirle a su madre que estaba equivocada.

Pese a que el trabajo de Uger puede parecer cómico, lo cierto es que la Universidad de Hardvard y la Johns Hopkins también han desmentido las amenazas maternales, al igual que otro reciente estudio estadounidense y uno anterior, de 1990. Este último, no obstante, sí alertaba de otras posibles consecuencias, como la pérdida de fuerza en las manos e inflamación.

La conclusión, para desgracia de los que te rodean, es que puedes seguir haciendo música con tus nudillos sin preocuparte por una artritis futura. Nada como un concierto en do menor de nudillos para celebrarlo.

Fuente: RumbosDigital

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