Chile: la mujer que quiere salvar su vida con el cannabis

Verónica Valdés pasó por 16 sesiones de quimioterapia y 33 de radioterapia por un cáncer de mama. Ahora tiene sus esperanzas puestas en el cannabis.

Esperanza de vida. Según sus propias palabras, eso representa la marihuana para Verónica Vásquez.

Verónica no es adicta. De hecho, comenzó a usar cannabis de manera sistemática hace poco más de un año, a los 45, y a través de infusiones con leche.

Fue porque en noviembre de 2013 le diagnosticaron un cáncer de mama bilateral muy agresivo. Le extirparon su seno derecho, parte del izquierdo y varios ganglios.

Pasó por 16 sesiones de quimioterapia y 33 de radioterapia. “No hay cuerpo que resista”, le comenta a BBC Mundo.

Y justo cuando estaba terminando la primera etapa de la quimioterapia vio una noticia que le cambió, literalmente, la vida: una fundación junto con una municipalidad de la capital chilena lanzaban un proyecto pionero al plantar unas 750 plantas de cannabis para uso medicinal.

La plantación se transformaría en el primer cultivo de marihuana medicinal legal de Latinoamérica.


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Analgésica

“La quimioterapia son dos ciclos. El primero, cuatro drogas que se aplican durante 21 días que son las que te hacen vomitar y que te sientas pésimo”, explica Verónica.

Los productos médicos derivados de cannabis son como “tomarse 20 relajantes musculares”, asegura Verónica.

“El segundo son 12 drogas que te ponen una vez a la semana. Ya no te hacen vomitar, pero son para la parte ósea, entonces te duele todo. Es como que te den una pateadura”, dice sobre su proceso.

Luego de ver la noticia en televisión, Verónica se puso en contacto con la Fundación Daya, una organización que promueve el uso de terapias naturales alternativas, a cargo del proyecto.

Y después de una sesión de quimioterapia, partió directo a una reunión.

“Me tomé un taxi, llegué pálida”, relata.

En la fundación le informaron de los beneficios medicinales de la marihuana.

“La idea es utilizar la cannabis de apoyo como terapia complementaria. De ninguna manera reemplazar el tratamiento tradicional”, explica Ana María Gazmuri, actriz y presidenta de Fundación Daya.

El tratamiento, basado en aceite de cannabis, busca mejorar la calidad de vida, disminuir el dolor, y controlar el sueño y las náuseas.

Para la segunda parte de su tratamiento médico, Verónica comenzó a tomar una infusión de cannabis con leche y a utilizar el aceite.

“Es como tomarse 20 relajantes musculares. Me ayudó mucho con el tratamiento y vi los resultados”.

El proyecto piloto beneficiará a 200 pacientes, 100 de la comuna de La Florida, donde se realiza el cultivo, y 100 de Fundación Daya.

Verónica es hoy uno de los 200 pacientes oncológicos que serán beneficiados con el Programa Piloto de Cannabis Medicinal, el cual les proveerá aceite de cannabis por todo un año.

La mitad de ellos son pacientes provenientes de la municipalidad de La Florida, donde se realiza el piloto, la otra mitad, de la fundación Daya.

Todos son mayores de edad, con autorización consentida y deben, como requisito, contar con un tratamiento tradicional.

“Por ahora el uso es paliativo, no queremos ir más allá, pero sabemos que la ciencia está trabajando”, asegura Gazmuri.

Destructor de células cancerígenas

A lo que la directora se refiere es a las potenciales propiedades antitumorales de los cannabinoides, componente de la marihuana.

Un equipo de bioquímicos y biólogos moleculares basados en la Universidad Complutense de Madrid han pasado más de una década investigando el fenómeno.

Plantas de marihuana

Hay estudios que indican que el compuesto de la marihuana provoca la autodestrucción de las células cancerígenas.

“Los cannabinoides inducen la muerte de las células tumorales a través de una muerte limpia”, le dice a BBC Mundo Cristina Sánchez, líder del estudio.

En palabras simples, las células cancerígenas se “suicidan”. Esta autodestrucción de la célula traumática “no deja rastro, no causa ningún efecto secundario en el organismo”, asegura Sánchez.

Y, según la experta, esta facultad de los cannabinoides sólo se produce en células tumorales y no en las sanas.

Por ahora, sin embargo, los estudios encabezados por Sánchez se remiten a animales de laboratorio y células de cultivo obtenidas de muestras humanas, pero el próximo paso debiera ser el estudio clínico con pacientes.

“Y para nosotros que se haga un proyecto en Chile son muy buenas noticias”, dice la investigadora de la Complutese.

Verónica, por su parte, cree firmemente en las propiedades anticancerígenas del cannabis.

“En este minuto para mí es la esperanza que tengo, porque la semana pasada me hicieron exámenes y me informaron que hay un alto porcentaje de probabilidades de que el cáncer vuelva, porque es muy agresivo”, dice.

Sociedad en contra

Sin embargo, no todos los médicos están al tanto de estos estudios. O simplemente no los miran con buenos ojos.


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Cuando Verónica le comentó al doctor que la trataba en el hospital San Borja sobre su idea de probar en paralelo el tratamiento con cannabis, no fue apoyo precisamente lo que recibió.

“Ser rió en mi cara”, recuerda Verónica.

“Es un doctor de edad, un oncólogo, muy cerrado. Me dijo: ‘Lo único que te va a sanar del cáncer es la quimioterapia'”, cuenta la paciente.

Verónica no le hizo caso y siguió adelante con el plan. No dejó su tratamiento médico formal, pero en paralelo comenzó a tomar el aceite: una medida como un grano de arroz, tres veces al día.

Y no se arrepiente.

“La gente me dice: ‘No puedo creer que tuviste cáncer’. No me creen la cantidad de quimioterapias y radioterapias que me hicieron”.

En el camino, eso sí, se topó con un problema logístico: preparar y hacer entender a su familia que comenzaría a consumir marihuana.

“Tuve una reunión familiar con mis papás que son viejitos. Les dije que iba a consumir el aceite de cannabis, infusiones, y que cuando tuviera que fumar lo iba a hacer”, le cuenta Verónica a BBC Mundo.

Marihuana colgando

Todavía existe mucha oposición social a la marihuana.

“No quería que pensaran que soy una drogadicta. Hay gente que ve la marihuana como el volado de que está parado en una esquina delinquiendo. Como mala, terrible. Yo también tenía el mismo prejuicio”.

Sus padres no sólo la apoyaron. Su padre, de 82 años, la llevó al jardín de su casa, en la localidad rural donde viven. Le dijo que iba a preparar la tierra para cultivar las plantas de cannabis que fueran necesarias.

Con su hijo de 9 años fue algo más complicado. Como va al colegio, donde les hacen charlas antidrogas, Verónica y su marido debieron advertirles que no comentara sobre las plantas medicinales de la mamá.

“No debiera ser así. Debiéramos poder plantarlas libremente”, critica Verónica.

Chile, piloto y pionero

El proyecto piloto sembró las plantas en octubre. La autorización era para 425 plantas, pero se plantó el doble, para realizar un proceso de selección. 395 ejemplares a término. Ellas serán las proveedoras de la materia prima necesaria para el aceite.

La autorización para el cultivo la dio el Servicio Agrícola Ganadero chileno, previo visado de el Instituto de Salud Pública (que será el encargado de autorizar el aceite para fines médicos), el Senda –autoridad de prevención de drogas- y las dos policías chilenas.

Ana María Gazmuri

Ana María Gazmuri, presidenta de Fundación Daya, pretende extender el proyecto a nivel nacional y cubrir 4.000 pacientes.

“Está completamente dentro del marco jurídico vigente”, explica Gazmuri, el cual permite este tipo de proyectos con fines experimentales y médicos.

Este planea ser sólo el comienzo. Si el piloto sigue viento en popa, Fundación Daya pretende extenderlo a 20 municipalidades a nivel país. Ya ha conversado con 12 y de alcanzar la cifra y obtener los permisos, el tratamiento podría abarcar 4.000 pacientes.

“Nuestro compromiso es con el fomento y la protección al acceso del cannabis tradicional”, remata Gazmuri

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