Hasta la más fuerte, eventualmente, cae...

Me sorprende hasta dónde podemos llegar por amor, por miedo a perder esa zona de confort en la que creemos estar bien y no es más que un pequeño infierno que nos puede hacer presas de tan vil manera.

Cirilos que tienen la capacidad de hacernos pomada en poco tiempo, de alejarnos de nuestros seres queridos, acabar con nuestra autoestima y envolvernos, sin darnos cuenta, en relaciones nocivas.

Cuando nos encontramos metidas en estos torbellinos de abuso emocional, necesitamos mucho valor para salir de allí. Nuestras armas, entre ellas el amor propio, la voluntad y la fuerza, han sido hábilmente retiradas a punta de chantajes y amenazas intrínsecas que se alimentan con nuestra propia vulnerabilidad.

Todas, eventualmente, no importa a la edad que sea, caemos en una de estas relaciones nocivas que nos enseñan mucho más de lo que duelen. Lo importante es tomar la lección y, con ella aprendida, salir de allí corriendo hacia el otro lado.

Un hombre que utiliza la violencia, llámese física o sicológica, no será un buen hombre para nosotras. No importa cuánto prometa que cambiará, no importa cuánto nosotras queramos creerle, jamás cambiará, mucho menos si caemos ante sus chantajes que cada vez nos suben más la soga al cuello.

Nos sentimos confundidas y como metidas en una nebulosa gris que no nos deja diferenciar lo que está bien o está mal, lo que es justo y lo que no. Cuando caemos en las redes de desequilibrados emocionales terminamos peor de desequilibradas que ellos.

Nadie puede decir que nunca caerá en una relación de este tipo, he sido testigo de mujeres seguras de sí mismas, con el amor propio en su sitio y con sanidad mental, caer en relaciones de este tipo en las que Cirilo desea controlarlas, porque, en el fondo, se siente inmensamente inseguro.

Una vez, uno de estos personajes le prohibió a una Cirila ir de paseo a Acapulco con sus amigas, “esos paseítos están fuera de la mesa”. Cirila, quien ya se encontraba tragando el agua estancada de su relación, obedeció y hoy en día, después de muchos años de distancia, se desconoce en aquella relación del pasado. No se necesita ser tonta para caer en relaciones nocivas. Infortunadamente, necesitamos probar un poquito de cada pastel para saber qué nos gusta y qué no. Se vale estar en una de esas relaciones, lo que no se vale es quedarse ahí.

Un hombre que te grita iracundo jamás va a dejar de hacerlo, un hombre que explota en rabia y te hace sentir como un gusano, no es un hombre que con decir que va a cambiar se merezca seguir a tu lado. Un hombre que es capaz de tener esos exabruptos no es un hombre por el cual se puedan meter las manos al fuego cuando de atentar físicamente se trata. Un golpe sólo quita un segundo de rabia mal direccionada y esa herida no se borra jamás. Lo importante de probar este tipo de relaciones es analizarlas. Aprender a leer los estereotipos de estos personajes para que, de ahí en adelante, no vuelvas a caer en una relación de este tipo, pues, bien saben las que han pasado por allí, terminarlas es de las cosas más difíciles que uno ha podido hacer.

Casi estoy segura que este tipo de situaciones requieren ayuda de las amigas cercanas, pues la “víctima”, por así llamarla, se encuentra en un estado de vulnerabilidad comparable a un ternero herido en medio de una manada de leonas hambrientas.

Recurrir a la gente que te ama para que te ayude a salir de una relación que te hace daño, es lo mejor. Compartir tu experiencia, tus sentimientos y escuchar a quienes se encuentran del otro lado de la barrera y ven las cosas con más claridad, es la única arma que te queda y que este tipo de hombres, no va a hacer capaz de retirar.

Si te encuentras en una relación de éstas, no te azotes pensando qué está mal contigo y por qué caes con este perfil de Cirilos. Más bien, capitaliza cada experiencia y no vayas como mulita de carga por el sendero del amor.

El amor no grita, no hiere, no lastima y cuando lo hace, no importa cuánto prometa que cambiará, no es un buen amor.

Te podría interesar

Deja tu comentario