Más sobre el estrés y la ansiedad

En las pasadas entregas hemos “conversado” sobre las ansiedades y el estrés, con sus nefastas consecuencias. Por esa razón el psiquiatra Dr. Enrique Silié Valdez, mi primo, se motivó a enviarme un correo con sus juicios sobre ambas entidades y con mucho agrado las reproduzco, para así compartirlas con ustedes mis siempre amables lectores.

Él señala: “Querido primo: el imaginario es infinito, Freud investigó y trató sobre las neurosis, que inmensa y titánica tarea, utópica y como tal se considera psicodinámica, pues “cada cabeza es un mundo” y “cada día trae sus afanes”, dos socorridas expresiones para explicar lo que puede suceder en la mente de cualquiera de nosotros (consciente o subconsciente).

Cómo interpretamos o percibimos lo que a nuestro alrededor sucede y cómo se guarda, se registra, lo sentimos, lo vemos, lo que simplemente sucede.

Desde los primeros filósofos, médicos, chamanes e intérpretes del percibir del homo-sapiens, desde entonces se planteó lo normal contra lo anormal. Sin ánimo de filosofar, la psicoantropología nos ha puesto en las manos la posibilidad de aproximarnos al “dolor humano” y así como los pingüinos, los loros, los delfines, los monos, las hormigas y las abejas, etc., se han desarrollado en grupos sociales.

El hombre también ha desarrollado, celebrado, sufrido, expresado, creído e imaginado sus percepciones y conteste con ellas ha producido sus vivencias, unos convirtiendo el dolor en alegrías y otros las alegrías en tristezas. Muchas son las vías: biológicas (genéticas) psicológicas y sociales. Querer, poder y ser, no son simples palabras, son las variables que en un momento dado movilizan al ser humano como individuo y como colectivo.

La armonía, el amor filial, la educación, el desarrollo social y biológico dentro de parámetros “normales” aceptables en cada grupo humano, contribuyen a producir individuos sanos, cuando no es así y sea por carencias, apariencias, vivencias negativas, déficit, etc., se generan otros individuos desafortunados y en el caso de algún desequilibrio mental (déficit de juicios) e inteligencia, entonces estos últimos individuos, son más propensos a sufrir “neurosis”, las que son generadas en las estructuras mentales: neurosis de ansiedad, fobias, ansiedad generalizada, estrés postraumático, trastornos obsesivos-compulsivos, depresión hipocondríaca, conversión disociativa e histérica.

La ansiedad es un signo de alerta, es una respuesta a una amenaza inespecífica interna, vaga y originada por algún conflicto. Un suceso percibido como estresante depende de la naturaleza del mismo y de los recursos de cada persona, su defensa psicológica y los mecanismos de afrontamiento que ese individuo posea.

En estas últimas décadas la ansiedad se ha convertido en una enfermedad, más que un síntoma y esto va de las manos con la depresión, provocando los cambios de ánimo y físicos, propios del desequilibrio de nuestros neurotransmisores”.

En todo coincidimos, pero con la salvedad de que en la actualidad en la psiquiatría hay una tendencia a abandonar la clasificación categórica (es decir la psicoanalítica Freudiana) proponiéndose una sistematización “dimensional”, aún más organicista que el modelo categórico existente.

El DSM-V, que es la “biblia” de la clasificación de las enfermedades mentales, publicado por la Asociación de psiquiatras norteamericanos, en cierta forma procura que el “psicoanálisis” quede fuera de la clasificación americana, insistiendo en que los trastornos de la personalidad sean definidos a partir de escalas más comportamentales y neurobiológicas.

¿Es una decisión política antes que científica?, son numerosos los debates sobre el tema. Para nosotros los médicos, independientemente de toda clasificación, ya sea el neurólogo o el psiquiatra, lo importante es tener respuestas a las preguntas de: ¿cuándo se empieza a estar enfermo?

¿Dónde está el límite entre lo normal y lo patológico, lo calificable e incalificable? Ser incalificable, será probablemente la única posibilidad de sobrevivir que le queda al psicoanálisis, de acuerdo a un experto, el Dr. Juan Pablo Lucchelli.

Como neurocientista, continuamos siendo muy “organicistas”, preferimos lo anatómico a lo conductual.

Pero sin caer en el monismo psiconeural o “materialismo biológico”, disciplina que considera que el ser humano tiene una única realidad muy orgánica, sólo de base puramente material. Jamás pudiera yo como neurólogo, negar la existencia de la “mente” en la compleja entidad cerebro-cuerpo.

Considerando todos los fenómenos psíquicos incluidos la conciencia y las experiencias afectivas, como propiedades emergentes del sistema nervioso central.

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