Los adaptógenos: el futuro orgánico de los medicamentos

La palabra adaptógeno fue utilizada inicialmente por el científico soviético Dr. Nikolai Lazarev, quien durante la Guerra Fría investigaba sustancias que provocasen resistencia en las personas, prescindiendo de la utilización de fármacos.

Anteriormente el también soviético Dr. I.I. Brekhman, había estudiado este tipo de efectos en la década de los cincuenta, y publicaría información sobre el Gingseng siberiano.

En 1969 Brekhman definió las características de las sustancias adaptógenas a partir de 3 factores relevantes: no son tóxicas para el humano, presentan actividades no específicas que incrementan la resistencia del organismo, y regulan o normalizan el sistema del organismo.

A la fecha está comprobado que la mayoría de las hierbas consideradas adaptógenas presentan propiedades antioxidantes, sin embargo esta no es una cualidad suficiente para que una planta se considere dentro de esta categoría.

Las investigaciones sobre este grupo medicinal continúan, los resultados coinciden en que estas hierbas ayudan a revitalizar el cuerpo y combaten significativamente el estrés –por cierto uno de los principales causantes de males contemporáneos.

A continuación describimos algunos de los adaptógenos más populares:

El Ginseng asiático:

Esta planta medicinal ayuda al cuerpo a resistir el estrés. Restaura y restablece la respuesta del sistema inmunológico, promueve la longevidad y aumenta el crecimiento de células sanas. Se considera saludable ingerir de 100 a 200 miligramos por día.

Eleutero o Gingsen Siberiano:

Usado en la medicina tradicional China para el insomnio, fatiga, dolores musculares, etc. La dosis recomendada de consumo es de 2 a 3 gramos por día proveniente de una raíz seca.

Ashwagandha o Gingsen de la India

Utilizada milenariamente por la medicina ayurvédica. Incrementa la vitalidad, la energía, promueve la longevidad y refuerza el sistema inmunológico. Es recomendable una dosis de 3 a 6 gramos por día provenientes de una raíz seca.

Esta planta funge como un termostato hormonal. Regula el nivel de cortisol  —principal hormona del estrés—. La dosis recomendada es de 2 a 3 gramos por día provenientes de su raíz.

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