Lecciones que los hombres y las mujeres deben aprender de las lesbianas


“Se dice que si eres un hombre, todo el conocimiento sobre el sexo lo puedes aprender de una lesbiana”.

Esta aseveración abre uno de los vídeos de la popular videobloguera neoyorquina Arielle Scarcella, que ha creado una divertida y reveladora serie de clips en YouTube en los que aborda, con afilado sentido de la provocación, los usos y costumbres de las lesbianas.

La serie, llamada Las lesbianas explican (o Lesbians explain!) suele reunir a un grupo de mujeres homosexuales que discuten su opinión sobre diferentes temas que las afectan, pero también, ofrece un documento de innegable valor sobre qué significa ser una de ellas en el año 2014, y de qué forma están influyendo en los hábitos y costumbres de los heterosexuales.

Concretamente, de las mujeres heterosexuales que, explican, suelen sentirse fascinadas por la pornografía femenina.

Como recuerda el vídeo que aborda dicho tema, un 50% de las suscripciones a las páginas de porno entre lesbianas son heterosexuales. ¿Por qué? Una de las blogueras señala que, en comparación con el masculino, el cuerpo de una mujer es más bello y agradable de observar. Bueno, es una opinión personal. Lo más importante, coinciden en su mayoría, es que “los hombres no pueden entender a otra mujer de la misma forma que una mujer”.

Algunas de las participantes reconocen haber tenido relaciones sexuales con mujeres heterosexuales con ansias de experimentar, algo mucho más frecuente de lo que se piensa. En una de sus relaciones, una heterosexual confesa reconoció, tras un día de pasión, que nunca volvería a vivir nada igual. Las lesbianas cosechan críticas efusivas entre las heterosexuales, y sospechan que ello se puede deber a varios factores.

Por una parte, “las mujeres conectan mejor a distintos niveles”, es decir, conocen mejor las necesidades fisiológicas y afectivas de otras hembras. Además, las mujeres están mucho más abiertas a probar con el sexo contrario que los hombres que, por lo general, mantienen una actitud más cerril.

El secreto se encuentra también en las manos. Una de las videoblogueras señala, con buena vista, que las manos son mucho más versátiles que el miembro reproductor masculino a la hora de trabajar con el clítoris y la vagina femeninas, pero no sólo eso.

Mientras que el hombre, durante la penetración, busca satisfacer sus necesidades, las manos son más generosas, ya que se centra en la otra persona.

Lecciones para hombres (y mujeres)

Uno de los vídeos más curiosos de la serie es aquel que pone de manifiesto que, aunque “todas las vaginas son iguales”, las mujeres heterosexuales prefieren la penetración al sexo oral, mientras que las lesbianas prefieren este último.

Algo que deja en muy mal lugar a los hombres. El miedo del sexo masculino a las vaginas explica gran parte de ese déficit en el cunnilingus. De manera divertida, una joven recuerda al espectador masculino que aunque sabe que “muchos tenéis miedo a las vaginas”, no hay por qué preocuparse, ya que “juntos podemos salir adelante”.


“Las mujeres heterosexuales quieren más sexo oral, y las lesbianas son muy buenas haciéndolo”, señala otra chica para explicar la diferencia en ese 30%. Las lesbianas recuerdan que a ellas no suele gustarles la penetración, no sólo porque es algo que recuerda a la figura masculina, sino también porque da lugar a una situación de sumisión en la que, a la fuerza, tiene que haber alguien pasivo y alguien activo. Otras sugieren que no terminan de disfrutar del sexo oral porque recostarse y dejarse hacer las puede hacer un poco vulnerables. Algunas recuerdan que, si bien la penetración es algo que puede llevarse a cabo con cualquier amante, el sexo oral suele reservarse sólo a aquellos con los que se tenga una relación más especial e íntima. Es una de las últimas fronteras.

Piensa en el mejor artículo que has leído nunca en internet, y cómo te gustaría leerlo una y otra vez utilizando la rueda del ratón

La conclusión a la que llega Arielle Scarcella es que, si a los hombres les gusta practicar el sexo oral, y a las mujeres recibirlo, quizá la clave no se encuentra en “culpar a los hombres” de su falta de habilidad o de predisposición, sino en que las mujeres “trabajen para tener una mayor autoconfianza”. Un consejo para los hombres: “simplemente escucha, si lo estás haciendo bien, lo sabrás”. Otro consejo a la hora de masturbar a una mujer, esta vez enunciado por la propia Scarcella: “piensa en el mejor artículo que has leído nunca en internet, y cómo te gustaría leerlo una y otra vez utilizando la rueda del ratón”. Pues eso.

Por ejemplo, que las parejas de lesbianas (pero no las de hombres gais) suelen ser menos jerárquicas que las heterosexuales, donde el que ganaba más dinero llevaba las riendas de la relación. O que las lesbianas tenían un nivel de intimidad mucho mayor, ya que, a diferencia de las parejas heterosexuales, no dependían tanto de las relaciones sexuales para cauterizar las heridas de la relación. Un artículo publicado en The Atlantic recogía algunas de las reglas de convivencia que las parejas homosexuales podían enseñar a las heterosexuales:

Es importante negociar la separación de tareas antes de vivir juntos. Las parejas homosexuales, quizá porque el rol de los géneros es más difuso en ellas, tienden a repartir las tareas más engorrosas de forma más equitativa.

Repartir 50%-50% la responsabilidad paterna no siempre es lo mejor. Curiosamente, y aunque las parejas homosexuales solían repartir las labores de forma más igualitaria que las heterosexuales, seguían reproduciendo el esquema de ama de casa / hombre que lleva el pan a casa, haciéndose eco de la teoría del economista de Gary Becker que optaba por la especialización en las familias. Se trataba de algo bastante frecuente entre las parejas de hombres heterosexuales, que solían tener menos problemas a la hora de decidir quién tendría que quedarse en casa.

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