Tiene 18 años y diseñó el mejor método para detectar cáncer de mama

El cáncer de mama, que atacó a su madre, inspiró a Julián a crear un método infalible para detectar esta enfermedad que cobra la vida de 6,000 mexicanas al año. Conoce su historia.

La segunda vez que la mamá de Julián fue diagnosticada con cáncer de mama supo que tenía que hacer algo para salvarla. Esa misma noche, el adolescente de 13 años, investigó sobre este padecimiento para saber cuáles eran las posibilidades de que su madre sobreviviera.

En ese entonces no imaginó que, a los 17 años, crearía el método más eficaz para detectar este cáncer a partir de un wearable (dispositivo vestible), y que salió a la venta este mes a un costo de 120 dólares, aproximadamente dos mil 250 pesos.

Durante dos años, Julián Ríos investigó sobre los métodos de detección de cáncer, pues su margen de error fue la razón por la que a su madre se le diagnosticó el segundo cáncer en etapa avanzada. “Me di cuenta de la terrible falibilidad del método mastográfico y autoexplorativo”, dice el joven emprendedor.

Cuando Julián Ríos tenía 16 años -junto con José Antonio Torres, José Ángel Lavariega y Andrés Muriel- fundó Higia Technologies, un emprendimiento dedicado al desarrollo del wearable EVA que, adherido al sostén de la mujer, es capaz de detectar oportunamente el cáncer de mama a través de biosensores.

Ríos explica que su wearable puede dar un diagnóstico 93% certero, es decir, “es la cantidad de positivos confirmados que podemos obtener con EVA. Bastante superior a lo que podemos tener con una mamografía, que es el 80%. Y el porcentaje de fiabilidad puede incrementarse mientras más avance la investigación”.

La madre de Julián, Graciela Ríos, perdió medio año para iniciar su tratamiento. “Se hizo la mastografía en México y no le detectaron nada, hasta que seis meses más tarde la repitió en Estados Unidos y ya tenía tumores de cinco centímetros”, relata el joven emprendedor.

Con los métodos tradicionales (autoexploración y mastografía) una mujer puede tardar hasta ocho meses en recibir un diagnóstico de cáncer, dice el aún estudiante de preparatoria, pero con EVA es posible reducir las brechas temporales hasta en un 95% al requerir sólo de 60 a 90 minutos semanales para evaluar las anomalías térmicas en los senos de la mujer, ya que las malformaciones provocadas por el cáncer necesitan mayor presión sanguínea para crecer, lo que ocasiona una mayor temperatura.

Sin embargo, “en México hay una carencia de radiólogos y termógrafos”, lamenta Julián. De acuerdo con cifras del 2014 del Instituto Nacional de Geografía y Estadística (INEGI), el país cuenta con 689 mastógrafos a nivel nacional en instituciones públicas de salud; 6.1% corresponden a unidades móviles.

Según el INEGI, los estudios de mastografía se realizan principalmente en la Ciudad de México (29.4%), Veracruz (6.7%) y Nuevo León (6.3 %), de donde es originario Julián. Pero con EVA, este emprendedor quiere llegar a las comunidades más alejadas del país para salvar la vida de las 6 mil mujeres que mueren al año a causa de cáncer de mama y detectar a tiempo los 23 mil casos nuevos que reporta la Secretaría de Salud.

Y parece que lo va a conseguir, pues recientemente recibió un correo electrónico de la Dirección de Innovación del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) en el que se invitaba a Higia a participar en las Olimpiadas de la Innovación en donde hace un par de días, Julián Ríos dio a conocer su dispositivo EVA en una charla y en un workshop.

Pero lo más relevante es que, a finales de este año, el IMSS facilitará que Higia haga pruebas con EVA en todo el país con las derechohabientes, que serán su base clínica para seguir investigando.

“El IMSS está volteando a ver la innovación y está reclutando startups mexicanas para hacer pruebas en el país como Higia, como Miroculus, de Alejandro Tocigl y Jorge Soto, y Unima de José Luis Nuño”, aclara Julián.

Más amor que genialidad

Una consola de Xbox y un horno de microondas fueron los instrumentos para que Julián Ríos comenzara con su invento para detectar cáncer de mama. La primera idea fue utilizar la cámara del Xbox porque hace mapeos tridimensionales del seno y monitorearla semanalmente para observar comportamientos anormales.

“Esta idea es médicamente estúpida, pero esas son el tipo de ideas con las que empiezas”, asegura Ríos, que apenas alcanzó la mayoría de edad.

Entre las pruebas de ensayo y error, Julián cuenta que junto con su equipo desarmó un horno de microondas. Tenía 15 años y en ese entonces se juntó con las personas más inteligentes que conocía para darle continuidad a un proyecto de innovación con el que concursó en su escuela, una Prepa Tec en Monterrey, Nuevo León. El director de incubadora de negocios del Tecnológico de Monterrey fue quien le dio el impulso.

En el proceso de creación de EVA, que se llama así porque es el primer dispositivo en su especie, probaron telas con resistencias, luego biosensores flexibles. “Iniciamos en la casa de José Antonio con varios litros de ácido y hojas de cobre y las pintábamos con algún marcador permanente y marcábamos el camino que el circuito debía recorrer. Pero cuando las metíamos en ácido se carcomía el cobre pero no la pintura”, explica Julián.

“No tienes idea de la cantidad de manos quemadas y hojas que gastamos”, recuerda. Así comenzaron a salir los primeros prototipos y ahí comenzó la tracción del proyecto.

Gran parte del éxito de Higia se debe a un poco de ignorancia y mucha resiliencia, dice el emprendedor, pues no sabían lo difícil que era hacer biosensores.

“No soy un genio, mi única clave es la persistencia, no hay un talento especial para esto, sólo es encontrar una idea que tenga un porqué muy profundo dentro de ti y llevarla hasta el límite”, aclara el joven emprendedor.

Julián nunca se ha rendido en este proyecto porque su madre ha sido su inspiración. Ella ha fungido como madre y padre para él y su hermana gemela, pero sobre todo ha confiado en él incluso cuando sus profesores de primaria desconfiaron de su capacidad para aprender por ser disléxico.

“Mi mamá está ‘sobreemocionada’, no creo que haya una palabra que describa lo contenta que está de que su hijo trabaje para atacar una enfermedad que casi le quita la vida dos veces”, asegura Julián.
La conquista de EVA

Durante el último año y medio, Higia ha convencido a cientos de personas de invertir en su proyecto, pues han participado en varias campañas de crowdfunding en las que muestran cómo ese wearable colocado en el sostén de las mujeres puede detectar cáncer al analizar sus datos térmicos mediante un algoritmo de inteligencia artificial que revisa la información enviada por bluetooth a un smartphone o una computadora.

Su campaña más reciente fue en la plataforma inixar, donde recaudaron 108,993 pesos con ayuda de 189 participantes y superaron la meta que era de 100,000 pesos. Y, actualmente, están abiertos a inversión para completar la fase clínica.

Ahora, desde octubre, se encuentra a la venta una producción de las primeras cinco mil piezas, a través de la plataforma evabra.mx, a un costo “bajo”, según su creador, a fin de que más mujeres lo adquieran y se pueda hacer una mejor base de datos clínicos sobre la población mexicana.

Sobre la aceptación del dispositivo EVA, Julián dice que ha pasado tan rápido que le cuesta trabajo asimilarlo. Aún recuerda cuando llamó a un renombrado oncólogo para contarle de su proyecto y él le contestó que ningún niño le diría cómo hacer su trabajo, pero ahora pensar en eso “es divertido en retrospectiva”, dice alegre.

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