La figura paterna, aunque necesaria e insustituible, tiene la posibilidad de un relevo que, bien manejado por la madre, puede permitir que la ausencia o desapego afectivo que se impone por diversas causas no afecte el desarrollo emocional y psicológico de los hijos.
Mientras muchos hijos se afectan ante la ausencia de la figura del padre, otros salen fortalecidos de esa carencia. Suelen ser aquellos que posteriormente se convierten en verdaderos líderes. Resultado este, de una corriente psicológica de los últimos tiempos fomentada por los especialistas y que, por fortuna, cada vez toma mayor fuerza.
“Dependerá de cómo fue esa ruptura con el padre y también de las características de personalidad de cada quien. Nunca se logra sustituir por completo”, explica la psicóloga Luz Sosa Ruiz, quien a su vez asegura que hay muchas variables y muchos elementos a tomar en cuenta, en lo que influirá posteriormente en su desarrollo psicológico y emocional.
Entre esas razones figura el hecho de si el niño nunca conoció a su padre, bien sea por fallecimiento u otra causa, que los padres se separen o se divorcien, hijos que las madres deciden tener a pesar de esa ausencia de los padres y ellas se comprometen totalmente a echarlos hacia adelante…
Algunos niños –continúa- cuando nunca conocen a su padre se cuestionan seriamente el porqué ha ocurrido, y muchos, hasta terminan sintiéndose culpables por esa carencia.
“La familia de la madre intenta suplir la carencia con la figura de un abuelo, un padrino, tío, pero esa ausencia nunca se logrará llenar del todo, porque es una figura importante”, dice.
Si el niño nunca ha tenido contacto con el padre y ve que entre sus amiguitos algunos están en situación similar, la ausencia la procesa mejor.
“Ahora bien, si lo ha conocido, depende mucho del tipo de padre que haya sido. Hay padres cuya ausencia, por la razón que sea, suponen un duelo muy grande en la vida del niño, porque ha sido un padre cercano, una verdadera figura con la cual identificarse. En ese caso, la situación es mas difícil porque es muy significativa la pérdida y la carencia, sin importar la edad”, agrega.
Se dice que entre los cuatro a siete años es que se plantea en la vida (del hijo) el modelo masculino, la identificación sexual que le corresponde al niño con el padre.
Por otro lado, están los preadolescentes y adolescentes, “en esa etapa aparentemente no les interesa tanto esa figura pero cuando carecen de ella se resienten y a veces lo expresan con conductas inadaptadas como rebeldía, ausentismo escolar, desmotivación o algo peor todavía, oponiéndose a los patrones y normas social, cultural y moralmente aceptados en su hogar. Eso va a depender mucho del entorno y de cómo la madre sea capaz de sustituir o tratar de representar a ese papá”, subraya Luz.
Es muy importante que si el padre no ha fallecido, éste busque las formas, cualesquiera que sean, de hacerse presente en la vida de los hijos.
Existen padres divorciados, separados, que mantienen una relación próxima con sus hijos y con su ex pareja, comportando cierta armonía en favor a ese hijo.
“Porque se deja de ser cónyuge, pero no se deja de ser hijo, ni se deja de ser padre. Cuando eso se asume y no se cae en la idea generalizada de que el hombre cuando deja a la mujer deja a los hijos, el padre puede convertirse no en la misma figura que era antes, pero sí en una figura cercana”.
Ese hombre intenta cubrir con calidad lo que falta en cantidad. “La calidad del trato, la proximidad, la representación como padre ante la institución escolar y en todos los momentos esenciales en los que cada hijo siente que tiene algo especial”, explica Ruiz.
Es importante también la presencia de la familia paterna en la vida de los hijos, que no se rompa ese nexo familiar. El hijo no interrumpe totalmente con lo que son sus raíces. Percibe un cambio en la forma y en el momento en que papá va a estar.
En contraposición a padres que se desentienden de sus hijos, existen otros que mantienen un contacto a diario, aunque no vivan con ellos. El amor bien llevado siempre hace bien y esa proximidad es un gesto de amor, es mantener ese nexo biológico que debe durar toda la vida “Es excelente que el papá siga estando presente y no únicamente en el aspecto de la provisión material, sino el proveedor de afectos, de vínculos sociales”.
¿Y cuando el manejo no es saludable?
Hay muchas maneras de reflejarse cuando el manejo no es saludable. Ahí entra el rol de la madre como decisivo. Si la madre se resiente y transfiere su dolor al hijo, éste sentirá ese rechazo y manifestará una ira interna de “por qué me dejaste, si yo soy tu hijo… si compartíamos”. “Eso no ocurre cuando la madre sabe manejarlo, sin endiosar la figura, porque hay madres que encubren y hasta pretenden justificar esa ausencia”, apunta Luz.
La especialista en la conducta humana recomienda escuchar y acompañar al hijo, “cargar doblemente, porque tiene que hacer las dos funciones, padre- madre. Si el hijo se lo demanda, tratar de dar una explicación sin asumir culpa, porque ella no es la responsable ni la culpable de ese abandono, pero tampoco sin descargar su ira en esa relación que falla”.
Los efectos de esa carencia de afecto varía y depende del entorno. En la clase social baja la gran cantidad de los niños crecen solo con las madres y a veces sin ninguno de los dos, porque para la madre poder asumir la manutención de los hijos tiene que ir a trabajar y ellos quedarse con abuelos, tíos, sobrinos, vecinos, entonces la figura del padre, quizás, ahí es menos importante porque esa carencia la comparten muchos de su entorno social. En cambio, “la clase media y alta mantiene más el vínculo conyugal por diferentes razones: económicas, sociales, legales… y cuando el padre no está el muchacho se reciente más”, subraya la experta.
En consecuencia, el hijo puede manifestar aislamiento, ira, culpabilidad hacia la madre porque entiende que ella no supo mantener al padre a su lado. “Como también, se aíslan del afecto del padre cuando se presenta, cuestionándole su ausencia. Comienza a convivir sin tomarlo en cuenta”. Otros, en su añoranza del padre, fabulan y lo encubren, a modo de justificar su ausencia, un mecanismo a través del cual mantienen la ilusión de que tienen un padre que los ama.
Fortalecidos de la carencia
A veces ocurre todo lo contrario y el hijo, en lugar de ser negativo y aislarse, asume que es importante y se propone demostrarlo. Son aquellos que llegan a convertirse en verdaderos líderes. “Salen fortalecidos de la carencia, una conducta que en la corriente psicológica cada vez toma mayor fuerza. Se fomenta al individuo para que pueda establecer todo un repertorio emocional de enfrentamientos y afrontamientos de dificultades, sin depresión y con el menor daño”.
Es lo ideal, que el individuo pueda entender, por lo menos a nivel conceptual, que su padre biológico existe pero que por alguna razón, válida para él, en estos momentos no puede existir un vínculo emocional ni relacional, concluye Sosa Ruiz.