A sus 90 años, terapista sexual Ruth Westheimer dice que no planea retirarse

La doctora Ruth, la terapista sexual de 90 años que no planea retirarse

Redacción Internacional.-.– La terapista Ruth Westheimer en sus 40 años de ejercicio profesional, ha tratado de romper los prejuicios que giran en torno a la fusión de dos mundos que para algunos son incompatibles: la religión y la sexualidad, y en uno de sus libros examina qué podemos aprender de los textos religiosos sobre este asunto.

Pero más allá de ese ejercicio intelectual, esta mujer de origen alemán puso a los estadounidenses a hablar de las relaciones sexuales sin inhibiciones.

En ese país es una voz y un rostro muy familiar, es la carismática doctora Ruth.

Y en adición a sus libros, ha tenido presentaciones por radio y televisión seguidas por varias generaciones que se han interesado en sus consejos sobre cómo llevar una vida sexual feliz y plena.

Y a sus 90 años, la terapeuta sexual no cree en el retiro.

Todo comenzó con un libro que había en la estantería de sus padres, su título era: “El matrimonio ideal” del autor holandés Theodoor H. van de Velde.

“Recuerdo que cuando tenía 9 años, me encaramé en la estantería y bajé el libro.

Tenía ilustraciones”, cuenta en conversación con la periodista de la BBC Emily Webb.

“Nunca nadie me pilló, no sabían que tenía acceso al libro que estaba oculto en la parte de arriba del armario”, dice.

Su curiosidad sobre las relaciones de pareja la acompañarían toda su vida y se convertiría en el eje de su carrera profesional.

Pero lo que quizás no muchas personas saben de esta mujer elocuente, liberal y jovial es su traumático pasado.

El padre que se llevaron

Westheimer nació en el seno de una familia judía en Frankfurt, Alemania, en 1928.

“Asistí a una escuela judía ortodoxa, fui a una sinagoga judía. Por eso, realmente no sentí mucho antisemitismo en mi infancia”, recuerda.

“Sin embargo, en una mañana de noviembre de 1938, a mi papá se lo llevaron los nazis a un campo de trabajo”, evoca.

La pequeña Ruth recuerda que su padre volteó y sonrió, “pese a que sabía que algo horrible estaba sucediendo”.

Nunca más lo volvió a ver.

El tren de la salvación

Su familia se dio cuenta cuán peligroso era ser judío y vivir en Alemania.

Así que, por su seguridad, su madre decidió sacarla del país.

La solución era montarla en un tren que estaba ayudando a niños judíos a huir del nazismo.

Se le llamaba “El transporte de los niños” y se estima que el riesgoso esfuerzo salvó a 10.000 menores de edad que pudieron escapar de Alemania antes de que se desencadenara la Segunda Guerra Mundial.

La niña fue llevada a la estación de trenes de Frankfurt.

“Mi madre me despidió y me dijo que nos volveríamos a ver pronto. Mi abuela me dijo que iba a ser muy feliz en Suiza porque tenían chocolates muy buenos”, recuerda.

“Nadie se imaginó que seis meses se convertirían en seis años y que la casa para niños en Suiza se convertiría en un orfanato”, indica.

Como los demás niños, Ruth estuvo en contacto a través de correspondencia con su familia, que se había quedado en Alemania.

“Me expresaban cuánto me amaban y cuánto les importaba”.

Pero esa comunicación terminó en 1941.

“De una día para otro, no volvieron a llegar cartas”, cuenta.

En esa época, no tenía la menor idea de cuál había sido el destino de sus seres queridos.

Y, en medio de la dolorosa experiencia, Ruth exalta la solidaridad que se generó entre los niños.

“No es que estuviera sola. No es que hubiese sido la única a la que no le volvieron a llegar cartas. Éramos 50 niños alemanes en esa casa y todos enfrentábamos la misma experiencia, lo cual fue psicológicamente muy importante para apoyarnos mutuamente”.

Mucho tiempo después, Ruth sabría lo que había pasado con su familia gracias a las listas que se dieron a conocer de las personas que estuvieron en los campos de concentración.

En la lista de las personas que murieron en Auschwitz, Ruth encontró los nombres de sus padres.

Rumbo a los territorios palestinos

Cuando la guerra terminó, Ruth fue llevada a los territorios palestinos, que estaban bajo control británico.

La joven tenía una determinación: unirse a los esfuerzos por crear un Estado judío y para ello, integró las filas de una organización paramilitar judía llamada Haganah.

Cuenta que “afortunadamente” nunca tuvo que matar a nadie. Su función era principalmente vigilar y ayudar a los soldados a revisar los automóviles que entraban a Jerusalén.

Aunque su paso por el grupo fue muy breve, resultó herida en ambas piernas el día en que cumplía 20 años, poco después de que se declaró la nación de Israel en 1948.

Pasaron varios meses antes de que pudiera volver a caminar, pero gracias a la intervención de un cirujano judío alemán, se recuperó totalmente.

“Y ahora puedo bailar toda la noche… si encuentro una buena pareja”.

El matrimonio: su escuela

Estando en el Medio Oriente, Ruth se casó con su primer esposo, con quien decidió mudarse a París en 1950.

Después vendrían otros dos matrimonios.

Las tres uniones han sido definidas por la escritora como parte de su “entrenamiento”, de su formación como consejera de relaciones de pareja.

Del primer matrimonio, por ejemplo, aprendió que “los asuntos amorosos no se legalizan”.

“Me casé muy joven para no estar sola y en la actualidad me preocupa mucho que muchas personas se sienten solas”, reflexiona.

“Pero también me preocupa que hay personas que se quedan con sus parejas aun cuando no son felices”.

Los estudios, la carrera

En Francia, Ruth se dedicó a estudiar psicología y se mudó a Estados Unidos en 1956.

Con esa decisión vendría el inicio formal de su carrera.

“Afortunadamente, comencé a trabajar con la Asociación de Planificación Familiar y así fue como me adentré en el tópico de la sexualidad”, cuenta.

A la terapeuta le llamó la atención “lo muy poco que se sabía de las relaciones sexuales”.

“Muchas mujeres no sabían cómo alcanzar la satisfacción sexual. En el caso de los hombres, muchos de ellos no sabían lo que era la eyaculación precoz y que eso afectaba las relaciones”.

“Como me preocupa que la gente tenga buenas relaciones, pensé que sería una forma maravillosa de ayudar”.

En 1991, lanzó un programa de radio en el que hablaba abiertamente sobre las relaciones sexuales.

Recibió llamadas de decenas de oyentes, de diferentes edades, con inquietudes muy íntimas y casi todas comenzaban igual: “Hola doctora Ruth”.

Cuando alguien le cuestionaba que hablara sobre la sexualidad con semejante apertura, la psicóloga tenía una repuesta: “Váyase a otra estación de radio. Vivimos en un país libre. Si no quiere oír sobre orgasmos y erecciones y la sexualidad de otras personas, cámbiese de emisora”.

Westheimer cree que algo que contribuyó a que fuese tan receptiva con los planteamientos de su audiencia es que ya estaba en sus cincuenta y tenía mucha experiencia de vida.

“La gente confió en mí… Todavía confía en mí, aún me llegan preguntas”.

Y llegó el tercero

Westheimer supo que su tercer esposo era el hombre de su vida porque reunía varias características que para ella eran importantes:

“Era educado, ingeniero, (refugiado) judío alemán, tenía sentido del humor, tocaba la guitarra y la armónica y era un excelente esquiador. ¿Qué más quieres?”.

Además algo que la terapeuta destaca: no era muy alto. Y es que ella mide 1,40 m.

“Llegué a pensar que ningún hombre estaría interesado, pero me equivoqué. Legalicé dos asuntos amorosos y estuve casada con Manfred Westheimer por casi 40 años”.

Su esposo murió en 1997.

En casa de herrero…

La doctora Ruth no dejaba que Manfred escuchara sus presentaciones. Pero hubo una ocasión que no pudo evitarlo.

Diane Sawyer, la presentadora del icónico programa de entrevistas estadounidense “60 minutos”, fue a su apartamento a entrevistarla.

“A Manfred le encantaba Diane Sawyer, por eso no le pude decir: ‘No puedes estar en casa'”, cuenta.

Para la entrevista, la psicóloga se sentó en el sofá y en un momento se le unió su esposo.

Mientras rodaba la cámara, la periodista preguntó: “Señor Westheimer: ¿cómo es su vida sexual?”.

Su marido vio directo a la cámara y dijo: “Diane: los hijos del zapatero andan descalzos”.

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