Redacción Salud.- La enfermedad de Alzheimer es, como el resto de las demencias, una patología propia de las edades avanzadas de la vida, perol hay formas precoces que comienzan entre los 50 y 60 años.
Dicha enfermedad se caracteriza por ser un trastorno de la memoria que rápidamente evoluciona hasta desembocar en el deterioro de las funciones cognitivas, de la que no existe ningún tratamiento que pueda darle termino.
La demencia afecta a más de 47 millones de personas en todo el mundo, pero se espera que esta cifra sen triplique para el 2050, debido al envejecimiento de la población.
Los principales objetivos del tratamiento del Alzheimer son los siguientes:
Controlar adecuadamente los síntomas psicológicos y conductuales.
Prevenir las patologías asociadas.
Retrasar todo lo posible la pérdida de capacidad funcional del paciente.
Tratamiento no farmacológico del Alzheimer Los objetivos terapéuticos de estas intervenciones son estimular las capacidades mentales, evitar la desconexión con el entorno y mejorar el comportamiento y la calidad de vida de pacientes y cuidadores.
Por último, también deben llevarse a cabo intervenciones sobre el entorno. Su objetivo es adaptar el mismo para favorecer la orientación del paciente y evitar situaciones de peligro. Es necesario que los pacientes mantengan su autonomía en todo lo posible por lo que deben de simplificarse las tareas de vestirse o la alimentación.
Tratamiento farmacológico del Alzheimer Los ensayos clínicos con medicamentos en las enfermedades neurodegenerativas están sujetos a muchas dificultades. Generalmente, estas patologías aparecen en personas de edad avanzada, las cuales por motivos éticos rara vez participan en este tipo de ensayos.
El sistema colinérgico es clave en la memoria y el aprendizaje, lo que condujo a la introducción de los inhibidores de la acetilcolinesterasa en el tratamiento del Alzheimer.
Por otro lado, la hiperfunción glutamatérgica que compensa la hipofunción colinérgica conlleva un efecto tóxico para el tejido nervioso. De ahí surgió la idea de emplear antagonistas de los receptores de ácido glutámico.
Inhibidores de la acetilcolinesterasa (IACE) en el tratamiento del Alzheimer Son fármacos que mejoran la transmisión colinérgica que como decíamos, está implicada en la memoria y el aprendizaje. Lo hacen mediante la inhibición de la acetilcolinesterasa (ACE) de forma reversible pero duradera.
A través de la creación de un enlace covalente entre ambos, la enzima queda inhibida. Se previene así la hidrólisis de la acetilcolina originando un incremento de ésta en las sinapsis colinérgicas.
El tratamiento del Alzheimer no farmacológico engloba técnicas de psicoterapia, orientación en la realidad y técnicas de reminiscencia.
A través de estos métodos se pretende aportar información actualizada y real del entorno del paciente y evocar sus recuerdos del pasado. Así, se aspira a mantener la identidad y mejorar la autoestima del individuo.
Especialmente relevantes son también la estimulación sensorial (para evitar la monotonía del día a día) y el entrenamiento cognitivo. Este último intenta potenciar los aspectos más preservados de la mente del sujeto y compensar los campos deficitarios mediante la repetición de determinadas actividades y juegos.
Además de su función enzimática se ha atribuido a la ACE un importante papel en la disminución de la agregación de la proteína β-amiloide.
Por tanto, su inhibición ejercería un efecto neuroprotector. Los IACE son efectivos en el enlentecimiento del deterioro cognitivo aunque sólo se ha conseguido retrasar su progresión entre 2 y 7 meses.
La rivastigmina tiene una vida media intermedia, administrándose de 3 hasta 12 mg/día vía oral o transdérmica.
El donepezilo tiene una semivida de eliminación larga que admite una administración única diaria (de 5 hasta 10 mg). La mejoría de los síntomas aparece tras 2-4 meses de iniciado el tratamiento. Suele tolerarse mejor que la rivastigmina.
En el caso de la galantamina, la posología se incrementará en función de la tolerabilidad hasta los 24 mg/día.
La causa más frecuente de abandono prematuro del tratamiento del Alzheimer con estos fármacos suele ser la aparición de efectos secundarios (gastrointestinales, cardiovasculares, broncoconstricción, insomnio) o la reducción del efecto del fármaco con el tiempo.
Durante el tratamiento con IACE se aconseja la monitorización de los síntomas gastrointestinales y del peso del paciente así como de la función cognitiva.
Antagonistas de NMDA en el tratamiento del Alzheimer La actividad neuroexcitatoria del ácido glutámico juega un papel importante en la patogénesis de la enfermedad de Alzheimer, resultando determinante en el deterioro neuronal.
Los receptores de NMDA (N-metil-D-aspartato) están normalmente bloqueados mediante iones magnesio para evitar su activación excesiva. Sin embargo, cuando las concentraciones de ácido glutámico son elevadas, éste es removido de su sitio dentro del receptor.
Se permite así el estímulo constante del receptor NMDA, la entrada de calcio en las neuronas y su consiguiente desensibilización y apoptosis.
La memantina forma parte del tratamiento del Alzheimer al actuar como antagonista no competitivo de los receptores NMDA. La unión al receptor evita la entrada de calcio bloqueando el exceso de actividad glutamatérgica pero sin afectar su nivel fisiológico de activación.
La memantina produce efectos beneficiosos en la cognición y en las actividades diarias en dosis de 20 mg/día. Se tolera aceptablemente y sus efectos adversos más característicos son vértigos, cefaleas, estreñimiento, somnolencia e hipertensión.
Psicofármacos en el tratamiento del Alzheimer Además de los síntomas cognitivos es preciso hacer frente a un amplio número de aspectos psicológicos diferentes. Para ello es preciso recurrir (muchas veces en combinación con los fármacos anteriores) a los siguientes grupos de medicamentos:
Antipsicóticos. Se utilizan para controlar los síntomas psicóticos, la agitación y la agresividad. Han de usarse con cuidado debido a su relación con el aumento de la mortalidad y los eventos cerebrovasculares. Destacan la olanzapina, la quetiapina o la risperidona, entre otros. Antidepresivos. Los más utilizados son los ISRS (sertralina o fluoxetina) aunque también se usan la venlafaxina, la trazodona o la mirtazapina. No se recomienda el uso de los antidepresivos tricíclicos pues podrían agravar los cuadros confusionales de los pacientes.
Ansiolíticos. Destaca el uso de las benzodiazepinas de semivida corta (midazolam, triazolam) o sin metabolitos activos (lorazepam, oxazepam, temazepam).
Otros fármacos como los hipnóticos, los antiepilépticos o los betabloqueantes.
Fuente: Mejor Con Salud