Hombre primitivo, activo y delgado pasó a ser moderno, sedentario y obeso, por falta de ejercicio

Dicen los especialistas que hace más de diez mil años, cuando la civilización comenzaba a dar sus primeros pasos, ya el ser humano había alcanzado el nivel de evolución que tenemos actualmente, es decir que el hombre que vivía en las cavernas, que cazaba mamuts con flechas de piedra, que descubrió la utilidad del fuego y que inventó la rueda pertenecía a la misma especie del hombre moderno que camina por nuestras calles y se comunica a través de la Internet.

Mucho ha avanzado nuestra civilización en los últimos diez milenios, pero evolutivamente no ha sido tiempo suficiente para que nuestro organismo se adapte a nuestro vertiginoso avance cultural; esto significa que el ser humano actual es una mente de la edad de la informática, viviendo en un cuerpo de la edad de piedra, reseña un artículo comentado por la Fundación Torres-Picón.

En aquellos lejanos tiempos la vida era realmente precaria y no exenta de riesgos, la alimentación era escasa y había que esforzarse mucho para conseguirla; de esta manera el organismo humano se convirtió en una “máquina eficiente”, capaz de superar grandes retos físicos y de sobrevivir con los escasos recursos de los que disponía.

La evolución de la civilización fue lenta al principio pero experimentó un gran avance con la invención de la agricultura, a partir de entonces fue acelerando cada vez más, y luego recibió un impulso definitivo con la revolución industrial; el resultado de todo este progreso es que nuestra alimentación es hoy mucho más abundante que en el pasado y nuestro estilo de vida exige mucho menos esfuerzo físico, gracias a las facilidades y las ventajas que los avances tecnológicos nos ofrecen, lo cual ha generado la aparición del fenómeno denominado sedentarismo.

Y sin embargo, nuestro organismo sigue siendo la misma “máquina eficiente” de nuestros ancestros.

En efecto, las facilidades en el transporte y las comunicaciones, los trabajos sedentarios, los quehaceres domésticos cada vez menos exigentes, aunados al estrés diario, la desinformación sobre los beneficios de la actividad física y la falta de tiempo para ejercitarse se conjugan con una alimentación sobreabundante, pero no nutritiva; todas éstas son exigencias que nuestro organismo no está preparado para sobrellevar, y son las principales causantes de obesidad, sobrepeso y de patologías derivadas, como hipertensión arterial, hiperglucemia e hiperlipidemia, distintas formas de cáncer, diabetes, enfermedades respiratorias, entre muchas otras.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda incrementar el número de horas que se dedican a la práctica de ejercicios y señala un mínimo de treinta minutos diarios de actividades físicas de intensidad moderada a vigorosa; sin embargo, cifras suministradas por la misma OMS revelan que menos del 40% de la población mundial realiza al menos este mínimo recomendado.

Es importante incorporar el ejercicio físico a nuestra rutina diaria, ya que este hábito repercute en forma sumamente favorable en nuestra salud y nuestra calidad de vida; la práctica cotidiana de actividades físicas reduce el sobrepeso y la obesidad y, en consecuencia también reduce el riesgo de sufrir toda una serie de enfermedades potencialmente fatales.

Además, aumenta la masa muscular; regula la presión arterial; reduce el riesgo de sufrir diabetes o mejora su evolución en caso de que ya ésta se haya presentado; optimiza las conexiones neuronales, reduciendo el riesgo de sufrir de Alzheimer; potencia el sistema inmune; mejora la fluidez de la sangre con lo que disminuye el riesgo de que se formen trombos; proporciona una sensación de bienestar y favorece la autoestima.

Esta visión y sugerencias, son un compendio o resumen de lo que opinan diferentes profesionales de la salud así como especialistas en nutrición y entrenamiento físico, y han sido publicadas en variados periódicos y revistas digitales, señala la Fundación Torres-Picón.

Para su presidente y vocero, Pedro J. Torres, dedicada a labores preventivas de la obesidad entre niños y niñas, y otras actividades de promoción educativa, cultural y de las bellas artes, es oportuno insistir en la conveniencia de ejercitarnos, además de alimentarnos saludablemente.

Muchos medios de comunicación, incluidas las plantas de televisión, medios online y agencias informativas, están prestando su responsable y valioso apoyo alrededor del mundo a la tarea de prevenir la obesidad y sus secuelas. No obstante, hay que perseverar, en los aspectos de alimentación adecuada y cambio de la vida sedentaria.

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