Todo lo que estás haciendo mal con tu almohada y te perjudica

El colchón es una inversión importante, tanto para nuestra economía como para nuestra salud. Por dicho motivo la gente es particularmente consciente de su cuidado y de su sustitución periódica.

La almohada, sin embargo, suele verse como poco más que un mero rectángulo de tela que recubre alguna especie de material blando.

Si pensamos que pasamos un tercio de nuestra vida con la cabeza apoyada sobre una de ellas, el objeto en cuestión comienza, sin embargo, a cobrar relevancia.

La calidad del sueño depende de varios factores y entre ellos la almohada juega un papel fundamental. Tamaño, altura, consitencia, anatomía… Para que empieces a entender las particularidades de este objeto destinado al descanso, te presentamos una completa guía con la que acertar tanto en la elección como en su cuidado.

La posición correcta

Cuando dormimos, nuestra columna debería encontrarse en una posición natural y relajada comenzando por nuestras cervicales. Sabido es que la altura de la almohada es un importante condicionante. Una que sea demasiado alta o excesivamente baja (o ausente) hace que el alineamiento de la columna se pierda tanto en posición supina (mirando al techo) como de lado, algo que la musculatura intenta compensar, con los consiguientes dolores que nos aquejan nada más despertarnos.

Si tendemos a dormir de lado, la almohada debe rellenar el hueco que queda entre el cuello y el hombro, por eso es recomendable que en estos casos sea más gruesa que si optamos por dormir boca arriba.

Las almohadas rellenas de plumas de oca están en el punto de mira por su asociación con la fibrosis pulmonar
Hay que recordar que la altura va íntimamente ligada a la rigidez y la posición entre dos almohadas del mismo grosor puede ser muy distinta dependiendo de lo duras o blandas que estas sean.

Caso especial es el de las personas que duermen boca abajo. Se trata de una postura que los médicos desaconsejan, pero si aún así no podemos evitar caer en ella lo mejor puede ser incluso prescindir de la almohada. Si tampoco podemos privarnos del placer de colocar la cabeza sobre una suave superficie habría que elegir entonces una que fuera especialmente fina.

Basta pasarse por una tienda especializada para comprobar la cantidad de materiales con los que hoy en día se rellenan estos objetos para el descanso. La primera cuestión es comprobar que no somos alérgicos a alguno de ellos, o no sufrimos afecciones como asma que ante materiales especialmente propensos a la colonización de ácaros pueden impedirnos una buena respiración durante el sueño.

Tras la publicación de un estudio llevado a cabo por el Hospital Universitario Vall d’Hebron, las almohadas fabricadas con pluma de oca están en el punto de mira. Si bien suelen ser muy suaves y agradables, son poco higiénicas y se argumenta, incluso, que la pluma natural puede estar íntimamente relacionada con el desarrollo de fibrosis pulmonar, una enfermedad que causa el endurecimiento y la perdida de elasticidad de estos órganos, mermando nuestras capacidades respiratorias.

Hay que considerar que la fibrosis pulmonar es incluso un problema reconocido en España como enfermedad profesional de los criadores de aves.

La viscoelástica, material creado por la NASA que reparte uniformemente el peso de la cabeza por toda la superficie, es el gran avance en el sector

Las almohadas de goma espuma son más higiénicas que las anteriores y más adecuadas para quienes sufren de rinitis alérgica. El problema es que son rígidas y muy incomodas para el verano.

El termino medio entre confort e higiene se encuentra en las de látex, que son lavables y están preparadas contra los ácaros. Con todo, pueden resultar demasiado rígidas para aquellos que están acostumbrados a la suavidad de las que están rellenas de plumas.

Las fundas deberían ser cambiadas cada semana. Se deben lavar con agua a 60 grados

Las opciones más modernas son las fabricadas en microfibra que redistribuyen muy bien el peso de la cabeza. Mientras que la “tecnología punta”, por lo que almohadas de refiere, se halla en las de viscoelástica o ‘memory foam’, un material diseñado originalmente por la NASA que se adapta a la forma de la cabeza disipando uniformemente la presión por toda la superficie.

Otros rellenos pueden ir desde la cáscara de alforfón, al poliéster o incluso el agua. Estas últimas son regulables en altura: basta solo vaciar o llenar su contenido.

Como hemos visto, uno de los riesgos para la salud de las almohadas está en los ácaros que pueden colonizarlas.

Los ácaros del polvo son invisibles y proliferan en ambientes húmedos y calurosos. Incluso en las personas que no son alérgicas, los mismos pueden crear importantes problemas.

Por dicho motivo, las almohadas se deberían lavar con regularidad, mientras que las fundas han de ser cambiadas cada semana y puestas en la lavadora con agua a 60 grados.

Para las almohadas rellenas de plumas se recomienda introducir en la lavadora tres o cuatro pelotas de tenis envueltas en calcetines que ayudarán a que no se apelmacen, empleando siempre agua fría. El secado de las mismas se debería realizar sobre una superficie plana, procurando removerlas de vez en cuando para que las plumas se dispersen.

Se deberían sustituir las almohadas cuando dejan de ser cómodas o cuando tienen dos años
Las que llevan relleno sintético pueden ser lavadas a mano o a máquina y es importante que se sequen sobre una superficie plana para evitar su deformación. Se puede también utilizar una secadora, pero siempre con un programa a baja temperatura.

Las almohadas de látex deberían ser lavadas a mano y con agua fría. Para secarlas, es preferible colocarlas al aire libre, a la sombra y en horizontal.

Por lo que respecta a las almohadas de espuma viscoelástica se recomienda mirar la etiqueta ya que muchos fabricantes no aconsejan su lavado.

Sustitución

Al igual que ocurre con los colchones, con el paso del tiempo las almohadas van perdiendo sus propiedades y pueden ser hasta perjudiciales para el descanso. La norma suele ser tan simple como cambiarlas cuando notamos que ya no son cómodas o cuando empezamos a sentir molestias que antes no estaban presentes.

Otra regla es sustituirlas cada dos años, en este caso por los ácaros que pueden haber acumulado, así como por la suciedad. Si notas que tu almohada te provoca alergias o irritaciones, opta directamente por adquirir una nueva.

Una prueba para comprobar el estado de la almohada consiste en doblarla por la mitad para ver cuánto tarda en volver a su posición normal. Si no lo hace, o si le cuesta volver a su forma original, puede ser que haya llegado el momento de cambiarla por otra.

Fuente: elconfidencial 

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