Cada época tiene sus exigencias y la nuestra parece movida por un mandato extremo: pasarla bien a toda costa. ¿Pero qué pasa si no nos sentimos tan felices o exitosos? Entre la mirada ajena y la intolerancia propia, la vida nos pone frente al espejo de nuestro propio deseo.
No es novedad que la vida está repleta de alegrías y sinsabores. Pero, en la actualidad, a veces se impone la tendencia a rechazar al displacer y, en contrapartida, a exigir el disfrute a cualquier precio.
Pero vale hacer una pausa en esa corrida desbocada hacia el goce para reflexionar que, tal como señala el filósofo Santiago Kovadloff en su libro El enigma del sufrimiento, “la renegación del dolor, su clausura y el desprecio por el mal del que proviene, no deben confundirse con la superación del dolor”; incluso en sus páginas cita a Ernst Jünger, quien afirmaba que en la sociedad exitista “el dolor es empujado a la periferia en provecho de un mediano bienestar”.
"El imperativo categórico 'gozarás' parece ser el onceavo mandamiento", sugiere a Rumbos el médico psiquiatra y psicoanalista Juan Eduardo Tesone, miembro titular de la Asociación Argentina de Psicoanálisis (APA).
"Se alienta desde los mercados capitalistas y la publicidad, que inducen a un comportamiento en el que la felicidad estaría basada en el consumo.
Eso implica poner la felicidad en la acumulación de placeres o de objetos, en vez de centrarla en la vida interior.
Así, se ha pasado de lo que es la interioridad a lo que llamaría extimidad. Todo es hacia afuera…”.
Además, el especialista aclara que una cosa es buscar la felicidad interior y otra el placer.
"Hoy, sobre todo asistimos a gente que está en busca de un placer inmediato, y esto se ve con un aumento en las adicciones a sustancias lícitas, como el alcohol; ilícitas, como una droga, o, por ejemplo, a conductas sexuales –como la que sufrieron el actor Michel Douglas y el golfista Tiger Woods–.
Quienes tienen una actitud adictiva no pueden bancar la frustración que implica postergar el placer”, revela.
Quien también se refiere a esta problemática es la psicóloga chilena Pilar Sordo, quien escribió en las páginas de Bienvenido Dolor que “la felicidad no tiene nada que ver con la alegría.
Uno puede ser feliz permanentemente en la medida en que le encuentre razón o sentido a lo que hace. Lo que uno no puede es estar contento todo el tiempo”.
Por eso, en lugar de perdernos en la búsqueda obsesiva de un disfrute efímero, más vale intentar reencontrarnos con nosotros mismos y entender que, probablemente, como indica en una entrevista el psiquiatra francés Boris Cyrulnik -considerado uno de los padres de la resiliencia- “los placeres ocultos, secretos o sencillos de la vida, muchas veces se extravían en los espejismos de las felicidades prometidas por el mundo actual”.
TÚ ACUMULAS, YO COMPARTO
Cada vez hay más investigaciones que confirman lo que muchos podrían asegurar a partir de su propia historia: que la felicidad no está en lo que uno consume o acumula, sino en las experiencias vividas y compartidas. Es decir, en un viaje o en el encuentro con los afectos.
Sin embargo, no es menos cierto que “cada uno busca su modo de ser feliz y lo que es válido para uno, no lo es para otro. Hay quienes son felices escalando el monte Everest y quienes lo son leyendo un libro en una hamaca con vista al mar.
No hay modelos de felicidad que uno tiene que seguir para alcanzarla”, destaca Tesone quien, a su vez, sugiere que la clave está “en que la persona pueda centrarse en su vida interior y no en una exterior alienante. Esa es la cuestión”.
Asimismo, reconoce que “vivimos en un duelo permanente. No sólo por la pérdida de seres queridos sino porque hay proyectos que se caen o expectativas que no se cumplen”.
Y si no nos atrevemos a transitar esos procesos de duelo y, en su lugar, buscamos estímulos externos que los esquiven, terminamos “por alinearnos y perdernos a nosotros mismos en ese laberinto”, advierte el especialista.
Será por eso que la logoterapia propone, tal como pregonaba su creador, el psiquiatra Víctor Frankl, autor de El hombre en busca de su sentido: “Vive como si ya estuvieras viviendo por segunda vez y como si la primera vez ya hubieras obrado tan desacertadamente como ahora estás a punto de obrar”.
Y es más, uno de los postulados principales de esta corriente sostiene que “el interés principal del hombre no es encontrar el placer, o evitar el dolor, sino encontrarle un sentido a la vida”.
EL HILO INTERIOR
Por eso, la infelicidad no debería ser sinónimo de desajuste. Tampoco se trata de sentir orgullo por el propio sufrimiento ni de regodearse en él para victimizarse, pero sí de aceptar y expresar el dolor cuando aparece. ¿Por qué no?
¿Qué pasará, tan terrible, si expresamos a nuestros seres queridos, compañeros de trabajo, vecinos, que no nos sentimos bien? ¿O que no estamos en un momento tan bueno o pleno, tal como nos exigen las publicidades de gaseosas, champú y de ropa, o como se exhibe en cualquier foto subida al Facebook?
Sin duda, la salida al malestar no está tapando el síntoma, sino transitando la experiencia para que amaine, animándonos a transformar en esa búsqueda lo que nos hace mal.
Sólo viviendo plenamente las emociones, sean tristezas o alegría, dolor, entusiasmo o felicidad es lo que permite aprender y enriquecerse con todas las experiencias que se forjen en el camino.
Fuente: Rumbos Digital