“Para ser feliz hay que tomar decisiones”. Seguro que has oído esta frase más de una vez, pero…¿lo ponemos en práctica realmente? Para entender un poco mejor esta cuestión recordemos un instante de la novela “Alicia en el País de las Maravillas”, de Lewis Carroll.
Estamos seguros de que te va a invitar a una sencilla reflexión.
En un momento dado, Alicia le hace la siguiente pregunta al gato de Chesire: “¿Podrías decirme, por favor, qué camino debo tomar para salir de aquí?”, a lo que el gato responde: “Eso depende del sitio al que quieras llegar”, “La verdad es que no me importa mucho”, indica Alicia. A lo cual, el gato Chesire le responde lo siguiente “Entonces tampoco importa mucho el camino que tomes”.
¿Qué enseñanza obtenemos de esto?
Para ser nosotros mismos debemos ser congruentes en las decisiones que tomamos. Porque en un mundo en el que existen ilimitadas posibilidades hay que tener claras nuestras prioridades. De lo contrario, lo más probable es que nos acabemos perdiendo.
Para conseguirlo, vale la pena poner en marcha los siguientes mecanismos:
Todo aquello que puedes hacer
Pasamos gran parte de nuestra vida rodeados de juicios de valor. Esos que nos “dejan caer de forma gratuita” en nuestros contextos laborales, en nuestros círculos de amistad e incluso, por qué no, nuestras parejas. Tampoco podemos olvidar el ámbito familiar: padres y madres que etiquetan a sus hijos y programan sus futuros en base a determinados juicios de valor, en ocasiones, poco acertados.
“Nunca es demasiado pronto ni demasiado tarde para que uno se ocupe de su propia alma”
Más tarde entramos en el complejo mundo educativo donde se nos juzga por notas y rendimiento, pero nunca por ese mundo interior que va más allá de las estructuras establecidas, esas que se empeñan cada día en decirnos lo que debemos hacer de acuerdo a lo que se espera de nosotros.Porque si has sacado un “4” en matemáticas, ni se te ocurra ser ingeniero.
Muchos de nosotros crecemos dando una gran importancia a la opinión de los demás, tanto, que poco a poco creamos unas barreras defensivas y una zona de confort en la cual instalarnos, para poder seguir así esos parámetros que los demás han creado para nosotros.
Carl R. Rogers, célebre psicólogo humanista, nos indicaba que no hay nada más desesperante que intentar ser lo que otros esperan, dejando de ser lo que uno desea. Es una incongruencia vital que nos enferma y nos apaga. Por ello, valdría la pena pensar unos instantes en las siguientes ideas.
Esto mismo es lo que deberíamos poner en práctica. Así que no olvides encender la luz de tuautoestima, explorar todos los rincones de tu alma para recordar tus sueños y, por encima de todo, prestar más atención a tus necesidades.