Athena Orchard, de Leicester, Inglaterra, es una pequeña alegre y guapa. Le chifan los deportes, sobre todo el boxeo.
Cuida de sus seis hermanas y tres hermanos con dedicación. Inmediatamente antes de Navidad, la pequeña de doce años se descubre un bulto en la cabeza. No le da relevancia hasta el momento en que un día se cae en la cocina.
Los médicos le dan entonces el horrible diagnóstico: tiene cáncer de huesos.
Un auténtico shock para la pequeña y su familia. En una operación de siete horas le extraen el tumor de la columna vertebral.
Ahora se somete a una dura quimioterapia. Pierde todo el pelo. Ella, que generalmente no para quieta, está demasiado enclenque para desamparar la cama.
“Nunca perdía el optimismo y siempre y en toda circunstancia me afirmaba que no llorase“, cuenta su madre C..
“Sabíamos que el cáncer era muy agresivo…luchó tanto como pudo“. No obstante, poco tras su decimo tercer aniversario, perdió la batalla contra el cáncer rodeada de su familia.
Unos días tras la muerte de Athena, su padre Dean recoge sus cosas. Cuando levanta el espéculo de su cuarto, descubre que hay algo en la una parte de atrás.
Hay algo escrito de arriba abajo: un mensaje de su hija fallecida. “No podía creérmelo. Había unas tres mil palabras”, cuenta el padre de familia. “Me dejó destrozado. Comencé a leer el mensaje más al poco debí dejarlo; era demasiado duro: me rompió el corazón”.
Las palabras de despedida escritas a mano por la pequeña de trece años ofrecen mucha sabiduría y consuelo a aquellos que deja atrás.
Acá incluimos un extracto de la emotiva carta de Athena escrita en su espejo: “La dicha depende de nosotros mismos. Quizá de lo que se trate no sea de localizar un final feliz, sino más bien de la historia que vivimos.
El sentido de la vida es una vida que tenga sentido. La diferencia entre lo ordinario y lo excepcional es pequeñísima. La dicha es un paseo, no un destino.
Da las gracias todos y cada uno de los días. Sé feliz, sé libre, cree en algo. Sabéis lo que he hecho más no con lo que debí pasar.
El amor es como el cristal: es hermoso más se rompe muy de manera fácil.
Día a día es especial: saca lo mejor de él. Mañana podrías tener una enfermedad, con lo que aprovecha al límite día a día. La vida solo es mala cuando la haces mala.
Si alguien te quiere, no te va a dejar ir; sin importar un mínimo lo bien difícil que sea la situación.
La vida está llena de subidas y bajadas; mas sin los malos instantes, los buenos no significarían nada.
Me agradaría ser esa pequeña que transforma un mal día en bueno; aquella que afirmas que ha alterado tu vida. Combato conmigo misma. Siento tu dolor.
Duele, más no importa; ya estoy habituada. No me juzgues con lo que dejo que veas de mí…¡no conoces la verdad!
En el amor no se trata de con quién te ves pasando el resto de tu vida, sino más bien de aquella persona sin la que no te la puedes imaginar. No hay motivos para plañir por el hecho de que sé que estás junto a mí”.
Absolutamente nadie sabe exactamente en qué instante sacó las fuerzas la pequeña para dejar este mensaje. “Jamás lo mentó mas suena a ella“, comenta su padre.
“Athena era muy profunda. Le encantaba escribir; era parte de ella y le hacía feliz“. Aun ahora, ya fallecida, ha dejado este mensaje inmortal para su familia.
“Nos vamos a quedar con el espéculo por siempre. Con solo leer sus palabras, sentimos que todavía está entre nosotros”.
Pese a su enfermedad, Athena jamás perdió el amor por la vida. Su gran optimismo queda patente en los últimos pensamientos que la pequeña dejó en el dorso del espéculo. Así, toda vez que se miraba al espéculo era siendo consciente de estas palabras y de de qué forma el cáncer la había alterado.
Con su fuerza y ganas de vivir, Athena es una inspiración para todos . Si la historia de esta pequeña asimismo te ha conmovido, compártela con las personas que más te importan.