En el mundo laboral encontramos una gran fuente de estresores. Esta sobrecarga de tensión perjudica el rendimiento, la concentración y la motivación del empleado, y puede atentar contra su salud.
Vivimos una época en la que sufrimos de excesos. Nos saturamos física y mentalmente. La medida de la felicidad parece basarse en el éxito y el rendimiento. La abundancia de estímulos, responsabilidades y tareas nos frustra. Nos va llevando a la autoexplotación. Y el cuerpo lo siente: se deprime, se agota, se enferma.
El estrés es un término popular en las charlas de hoy, sin embargo no solemos considerar la magnitud de sus consecuencias para la salud. Si bien es un mecanismo natural y automático que se activa para que podamos afrontar distintas situaciones, si persiste en el tiempo y se hace crónico se convierte en perjudicial.
En el trabajo encontramos una gran fuente de estresores: rutinas agobiantes, presiones extremas, condiciones laborales inadecuadas, iniciativa restringida, ausencia de capacitación, amenaza de despido.
Lejos de resultar positivo, esta sobrecarga de tensión perjudica el rendimiento, concentración y motivación de la persona. El entorno próximo también vive las consecuencias y se debilitan los vínculos familiares y sociales: si hay estrés, hay un desequilibrio. Y si este desequilibrio no se regula, la persona enferma y sufre.
Si bien no existen recetas, podemos intentar con algunas estrategias para ayudarnos a prevenir el estrés prolongado. Uno de los aspectos imprescindibles es aprender a decir que no para evitar la sobrecarga de demandas laborales. Esto significa conocer –y aceptar– los propios límites y respetarlos, aunque se torne una tarea difícil.
Si uno es capaz de organizar su tiempo y sus metas en base a esto, también entenderá el valor que el esparcimiento tiene para la salud. Tiempo en el que se pueden cultivar vínculos sociales diferentes a los laborales, o estar a solas con uno mismo realizando alguna actividad motivante.
Así podremos ir descubriendo lo importante que resulta delegar y aceptar ayuda, en el trabajo y demás ámbitos que se frecuentan, evitando la rigidez en la forma de pensar y actuar. Organizando. Eligiendo, en la medida de lo posible, aquello que fomente la salud.
¿Por qué es importante que mantengamos en permanente revisión estos (y otros) aspectos? Porque la personalidad y la manera de afrontar las situaciones también están implicadas en el estrés.
No basta con un entorno hostil y demandante: la capacidad de afrontamiento y los recursos (personales y sociales) con los que la persona cuenta, juegan un papel importante en la respuesta de estrés. Priorizar la salud en vez del trabajo es una decisión compleja: a veces estamos convencidos de querer hacerlo, pero terminamos desviándonos por el mandato de producir y estar en permanente actividad. Sin embargo, vale ponerlo en práctica.
(*) Lic. y Prof. en Psicología - Oncativo, Córdoba
Fuente: Rumbos Digital