La gota: historia de la enfermedad de reyes y papas

Ha sido la enfermedad de los grandes nobles del pasado. De gota han sufrido los miembros de la dinastía Carolingia; Pedro de Medici, padre de Lorenzo el Magnífico, llamado el gotoso. El Rey Sol, Luis XIV, sufría también ataques de gota. Una patología que ya era bien conocida por Hipócrates, el gran médico griego del siglo IV a.C.

La enfermedad de la gota, según Hipócrates

El médico de la antigüedad la describe minuciosamente explicando que afectaba a los hombres, y a las mujeres solo después de la menopausia, que se enfermaban los adultos y, en general, aquellos que no podían abstenerse de una actividad sexual desenfrenada.

Desde aquella época, la gota fue considerada una enfermedad de la opulencia, que “marcaba” a los amantes del placer y el libertinaje. La imagen típica del gotoso era el hombre con sobrepeso, con una botella de vino en la mano. En el pasado, esto se asemejaba bastante a la realidad: la gota se asocia a una dieta rica en carnes, embutidos, quesos y dulces; aunque cuenta también la predisposición genética, motivo por el cual la gota se concentraba en algunas familias.

Causas de la gota hasta el siglo XIX

Bebidas y alimentos desencadenaban la enfermedad, que los médicos, hasta entrado en el siglo XIX, creían que era producida por un incontrolable apetito sexual: los ataques de dolor en las articulaciones y en el dedo gordo del pie aparecían de improviso en las noches. El problema se asociaba con algún trauma adquirido durante el acto sexual, hipótesis que puso en apuros a varios papas que sufrían de gota (Julio II, Clemente VIII, Inocencio XI).

En cuanto al tratamiento, en Constantinopla, en el momento del Sacro Imperio Romano, se utilizaban extractos de la planta Colchicum para preparar enemas y laxantes. Los resultados eran positivos y los síntomas disminuían; en ese momento no se sabía que era gracias al alcaloide colchicina.

Los médicos de esa época creían que las mejoras dependían del efecto laxante, por lo que durante siglos, la gota fue tratada, innecesariamente, con ese remedio. El único que tuvo la idea de que las comidas suntuosas debían ser prohibidas, fue el filósofo John Locke, que ya en el ‘600 recomendaba reducir el consumo de carne.

Las verdaderas causas de la gota

Hubo que esperar hasta mediados del ‘800 para descubrir que la gota era debida a una acumulación de ácido úrico en la sangre: el exceso forma cristales de ácido úrico que se depositan en las articulaciones, produciendo inflamación y dolor. También se entendió que la colchicina tenía un efecto antiinflamatorio, por lo cual se suministraba para reducir los molestos ataques de gota. Solo después de la segunda guerra mundial apareció un fármaco con alopurinol, capaz de disminuir la producción de ácido úrico y controlar la enfermedad.

La gota en la actualidad

Desde hace décadas que la alimentación contribuye a la aparición de la gota. Pese al cambio de estilo de vida, la enfermedad no ha desaparecido, al contrario, parece crecer el número de personas afectadas. Hoy se ponen en evidencia los casos en los que hay una predisposición genética o un uso prolongado de fármacos que pueden provocar hiperuricemia, como, por ejemplo, los diuréticos que obstaculizan la eliminación de ácido úrico. Mal considerada una enfermedad del pasado, hoy es poco diagnosticada.

Hasta hace algunos años, los dolores típicos eran sufridos en el dedo gordo del pie, hoy lo son más en las articulaciones, en parte debido al sedentarismo del hombre moderno.

La gota es una enfermedad menos benévola de lo que se piensa: cuando se hace crónica, los dolores son intolerables y la enfermedad se asocia a un mayor riesgo de infartos y enfermedades renales. Reconocerla y curarla, hoy es posible.

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