Accidentes en la infancia, prevenirlos: un deber

Las lesiones accidentales constituyen en todo el mundo la primera causa de muerte en niños y adultos jóvenes, siendo responsables de aproximadamente un millón de estas cada año en todo el mundo. Son una de las causas más importantes de morbilidad.

Aunque en países en vías de desarrollo como el nuestro, las principales causas de muerte en la infancia son debidas, en su mayoría, a enfermedades respiratorias y diarreicas, los accidentes aportan un número importante -cada vez mayor- de defunciones.

En caso de no ser fatales, provocan secuelas, la mayoría de veces catastróficas e irreparables, o que conllevan largos y laboriosos períodos de recuperación, con el gasto económico y social agregado y el desgaste psicológico y emocional que arrastra a la familia de la víctima en su totalidad.

En 1991, la Organización Mundial de la Salud (OMS), definió accidente como un acontecimiento no premeditado, que produce daño o lesión reconocible o visible, corporal o mental.

Cuando se analizan las situaciones en las que se producen estos mal llamados accidentes, considerados la epidemia del siglo XXI, puede determinarse que no son en realidad accidentales, ni inevitables, ni producto de la mala suerte, como a veces se dice, sino que en realidad son el resultado de la desinformación, de la imprevisión y, en algunos casos, de dejadez por parte de los adultos, conllevando situaciones en sí arriesgadas. Esto ha motivado un cambio en la nomenclatura y hoy se prefiere hablar de lesiones no intencionales en lugar de accidentes.

Las lesiones no son fenómenos fortuitos, se suceden guardando patrones que pueden predecirse en base a la edad, el sexo, la hora del día o momento del año, entre otros aspectos.

Hay quienes piensan que es normal que sucedan accidentes ya que son muchos los factores inherentes a los niños que “justificarían” el que ocurran dichas situaciones, como por ejemplo su curiosidad por conocer el mundo que les rodea, la educación que reciben y el aprendizaje que hacen de su mundo infantil.

Las habilidades y destrezas que van adquiriendo a medida que van creciendo los hace ser arriesgados, y la prohibición que se les hace, y la dificultad para algunos adultos de controlar al niño durante todo el día, son factores a considerar.

Pero está claro que nada de esto hace que el niño esté predestinado a accidentarse; para evitarlo, los adultos que estamos a su alrededor debemos anteponernos a las situaciones que pueden ser peligrosas, y entender que, desde la óptica del niño, cualquier objeto y cualquier actividad puede dar lugar a un accidente.

Son muchos los ambientes en los cuales un niño puede accidentarse: la casa, la calle, la escuela, los lugares de esparcimiento como la playa, piscina o montaña, etc.

La incidencia y lugar donde ocurren dependen de la edad del niño, género e incluso de la época del año. La mayoría ocurre como resultado de accidentes de tránsito, asfixia por inmersión, quemaduras, caídas o intoxicaciones.

Se estima que el 50 % de los accidentes ocurre en el hogar, y de este porcentaje el 80 % sucede en la cocina. Y si hablamos de los accidentes en niños menores de un año, el porcentaje de ocurrencia en el hogar se eleva a un 80 %.

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Prevención es la solución

Otras situaciones a tenerse en cuenta son el uso de casco para montar bicicleta o patines, no asomar parte del cuerpo por la ventanilla del carro en movimiento, procurar no ir solo por la calle, enseñarlo por dónde y cómo cruzar la calle, no jugar con bolsas plásticas o globos.

Con los niños pequeños: no permitir juegos con piezas pequeñas que puedan asfixiarlos y no ofrecer maní o nueces a niños menores de 6 años por el mismo riesgo, entre otras.

Debemos asumir los accidentes como enfermedades y, por tanto, entender que deben y pueden prevenirse; es más, probablemente sean de las que más responden a medidas de prevención.

El mayor conocimiento que tengamos sobre cómo identificar situaciones de riesgo y qué hacer para prevenirlas será siempre de sumo beneficio para toda la familia.

Los pediatras tenemos la responsabilidad de orientar a los padres sobre estos riesgos y es mandatorio que tomemos unos minutos en cada consulta de supervisión de la salud del niño para conversar, dependiendo de la edad y habilidades del niño, de qué medidas pueden adoptarse para evitar estos mal llamados accidentes.

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