5 Tips para combatir berrinches de los niños

A partir de los dos años, los niños empiezan a notar que no pueden hacer todo cuando quieren o como quieren y se comienzan a enfrentar con berrinches a la vida adulta. Esto es parte del proceso de desarrollo del niño, pero cuando estas reacciones se extienden en el tiempo, dejan de ser saludables.

Poder tolerar la frustración los hará más aptos para la madurez, y los papás debemos acompañarlos en este proceso de adaptación desde el momento de la infancia.

Cambio de opinión de los papás ante el berrinche

A veces los papás, ante la demanda del niño responden con un "no". Sin embargo ese "no" suele ceder y no mantenerse ante los gritos y pataleos. Como resultado el niño interpreta que logra lo que espera a pesar del reto o castigo de los papás, y gracias al berrinche. Entiende y se acostumbra al mecanismo como "normal" para obtener lo que quiere.

Ningún papá o mamá quiere tener un "hijo caprichoso" sin embargo, no todos estamos dispuestos a actuar poniendo límites para lograrlo y cedemos ante la presión del niño.

"Quiere llamar la atención"

ESCENA: ya sea pidiendo que lo carguen, por una golosina o porque no se les permite golpear o tocar tal o cual cosa, vemos chicos en la calle, frente a un quiosco o en un restaurant saltando, llorando y pataleando y los papás al lado esperando "que se le pase", pues la interpretación es que intentan "llamar la atención".

Si bien es cierto que hay un ingrediente de deseo de protagonizar la escena durante el berrinche, debemos comprender que esto requiere la intervención de los padres, ante todo porque durante el berrinche el chico también la pasa mal, hay un deseo que no está pudiendo expresar correctamente y los papás debemos acompañarlo, mostrar indiferencia no ayuda a la resolución y disipa la angustia.

Cortar el berrinche

Ya de acuerdo con la idea que ante el berrinche lo mejor es actuar, nos confrontamos a la siguiente etapa: cómo hacerlo.

En primera instancia, solemos creer que ante el berrinche la única postura posible es el desacuerdo, y lo demostramos a través de enojo, de gritos y castigos – con resultado de malestar para nosotros y para el chico-.

Otra opción, si somos más pacientes, es explicar al nene el porqué de nuestra decisión y es en esos casos donde vemos al chico llorando y pataleando y la mamá explicando y explicando en un momento en el cual, la criatura nada puede entender.

Entonces ahí es donde debemos poner en práctica otros recursos que se pueden relacionar con la contención, la distracción o el humor. Pero siempre teniendo en cuenta que el uso de un recurso en exceso suele ser ineficaz.

A veces, a los papás nos cuesta consolar con un abrazo al niño ante el berrinche, porque no podemos negar que la situación nos fastidia, nos frustra y nos pone nerviosos y poco afectuosos. Poder sostenernos en nuestro rol como padres permitirá que veamos al niño en la verdadera situación de dependencia, de inexperiencia ante la frustración y angustia y así tomar otra óptica y poder consolarlo.

Dar explicaciones del NO

Si ya pasamos la etapa de la explicación una o dos veces, la insistencia del niño en realidad es una presión para ceder ante el permiso más allá de la comprensión de la causa. No le interesa el por qué, quiere satisfacer su demanda y utiliza los recursos de los que dispone.

Todos los papás tememos a ser autoritarios, y es por eso que cerrar el tema con un “no, porque yo lo digo” nos asusta. Las causas en realidad existen, nuestro criterio las avala aunque los chicos no la puedan comprender.

Es importante que el control siempre permanezca del lado de los padres para que los chicos entiendan que son ellos los que tienen la última palabra.

Trabajar tempranamente con los chicos la respuesta ante los berrinches es fundamental para el control de la frustración y los límites. La vida nos demuestra que tarde o temprano los chicos deben acatar normas y reglas, que hoy le imponemos los padres, mañana el colegio, pasado la ley, las otras personas, la disponibilidad económica, el estado, los deseos y derechos de los otros etc.

Si bien es importante que tengan un espíritu crítico y “peleen” por sus objetivos, la infancia no es la etapa en la cual fomentar este tipo de criterios y cuanto antes adquieran el control de su frustración podrán evitarse malestares, choques y castigos de distinta índole de acuerdo a la edad en que se encuentren.

Un chico que no logra controlar sus demandas y comprender el funcionamiento de los límites a los 2 años y reacciona a sus demandas insatisfechas con berrinches, tendrá más choques y conflictos en cuanto a su vinculación no sólo con sus padres, sino con todo su entorno.

Siempre es mejor que encuentren los límites en la familia, donde los intereses de establecerlos se plantean desde su bienestar, en otros contextos quizás se prioricen otros intereses y el choque ante el límite puede ser más violento para el niño.

Padres “enojones”

Enojarse no es lo mismo que poner límites.

Tenemos que pensar que la vara para que nuestros hijos interpreten el grado de gravedad de cada una de sus conductas es nuestra reacción ante ellas. Por eso, si no relativizamos sus travesuras y malos comportamientos con conductas verdaderamente graves expresándolas con diferentes reacciones coherentes a esa categorización, nos encontramos con que todo el día estamos enojados, gritando y castigando. Esto, lejos de poner límites, nos lleva al caos.

En general los chicos buscan satisfacer a los padres, y que ellos siempre estén a disgusto frustra mucho al niño y la descarga puede desencadenar más comportamientos negativos y berrinches.

La recomendación entonces es comenzar poniendo límites a lo inaceptable y dejar pasar, en principio, algunas conductas que pueden identificarse como “travesuras” o faltas menores evitando el clima tenso permanente.

Así nuestro hijo puede ver y diferenciar entre una oposición rotunda ante una actitud suya inaceptable – como puede ser un berrinche, o salir corriendo en la calle sin tomarnos la mano- o un hábito que debe mejorar (agarrar la comida con la mano en vez de usar el tenedor, hablar en tono alto, olvidar lavarse los dientes, o decir una grosería, por citar algunos ejemplos).

A esto llamamos jerarquizar. Cada familia deberá establecer estas normas y clasificarlas para que el tono del reto o castigo tenga coherencia con el acto. Es la única manera que los chicos interpreten la gravedad de sus actos y que los papás disfrutemos de la educación de los chicos.

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