Te damos algunas claves para detectar cuándo deberías suspender tu rutina de ejercicio físico y cuándo podrías seguir adelante con ella sin correr riesgos. Para que puedas elegir entre el pijama ¡o los tenis!
Si estás resfriada
Piénsalo dos veces antes de salir a entrenar. Estas recomendaciones del Dr. David Nieman en el portal del Colegio Americano de Medicina Deportiva podrían ayudarte a tomar la decisión correcta:
Si tienes congestión nasal o te molesta un poco la garganta, el ejercicio moderado podría estar permitido. Deja las actividades intensas para cuando los síntomas desaparezcan.
No te cures sudando. Es un mito muy peligroso; no existe evidencia científica de que esforzarte físicamente te ayude a recuperarte.
Si tuviste un resfriado fuerte o gripe, deberías hacer reposo dos semanas antes de retomar el ejercicio y, cuando lo hagas, que sea gradualmente.
Si te duele el estómago
En general, es preferible que te quedes en casa, especialmente si tienes vómitos o diarrea, porque podrías perder mucho líquido, advierte a Yahoo el Dr. Michael P. Angarone. El ejercicio podría hacerte transpirar y agravar la deshidratación. El experto agrega que los gérmenes que pudieron haberte provocado el malestar pueden ser muy contagiosos y sobrevivir en superficies duras: otro motivo suficiente para mantenerte lejos del gimnasio.
Tu cuello podría guiarte
Una buena manera de saber si debes hacer tu rutina como de costumbre a pesar de algunos síntomas podría ser la “prueba de la línea del cuello”, mencionada por la Clínica Mayo:
En general, podrías ejercitarte si tus síntomas son leves y se sitúan por encima del cuello (congestión nasal o tos, por ejemplo). Sin embargo, deberías reducir la intensidad y la duración de la actividad.
Suspende tu rutina si los síntomas están por debajo del cuello (pecho congestionado, trastornos estomacales o tos profunda).
Además, deberías evitar el ejercicio si tienes fiebre, fatiga o dolor muscular, advierte la institución mencionada. Y recuerda consultar a tu médico ante cualquier duda.