El cerebro y la infelicidad, una invitación a José Miguel Gómez

Mi gran amigo José Miguel Gómez es un talentoso psiquiatra clínico, con énfasis en lo social, comentó muy sabiamente en su columna del pasado lunes nuestro punto de vista muy organicista de la felicidad, posición que sigo defendiendo, todo está en el cerebro (neuronas y neurotransmisores).

Pues, “amicus Plato, sed magis amica veritas”: amigo de Platón, pero más amigo de la verdad. Acepto gustoso la invitación a “tertuliar”.

Amable lector, imaginemos este “conversatorio” ambos saboreando un exquisito tinto (tenemos gustos similares) para que el psiquiatra luego medite y psicologise también sobre este tema.

Acepto que mi circunstancia es más biologicista por ser neurólogo, soy menos filosófico, pues milito más en aquello de lo –orgánico-, “cogito, ergo sum”: pienso, luego existo.

En una definición simple, infelicidad es: desgracia, falta de felicidad. Hay personajes que penosamente no han nacido para ser felices, convivir con ellos exige mucha tolerancia y perdón, no disfrutan la socialización ni el compartir alegremente con los amigos, penosamente pierden dos placeres que son muy importantes, como es el degustar las buenas comidas y el de deleitarse con las gratificantes actividades sexuales (son fríos pingüinos), son llorosos en ocasiones, usted no sabe cómo halagarlos, siempre irritables y entruñados.

Estados que pueden ser transitorios o permanentes son los que hacen que ese personaje no le brinde a usted una sonrisa, nos niegan una muestra de alegría o de afecto.

No logran tener satisfacciones, viven una vida amargada e infeliz. Con el agravante de que son altamente contaminantes, por su apático trato y la gran amargura en las que se desarrolla su adolorida desventura existencial. Veamos a la luz de la modernidad cómo el cerebro se altera en esas condiciones de poca alegría y mucha infelicidad.

Son alteraciones neuronales variadas con un basamento genético, cultural y ambiental. Son enfermos mentales y por tal necesitan de una urgente ayuda profesional. Es consecuencia de alteraciones “orgánicas” que se efectúan en una serie de estructuras cerebrales.

Hay varias hormonas que son los llamados neurotransmisores de la felicidad, el placer, la motivación y la plena mansedumbre; son ellas la dopamina, serotonina, endorfinas y oxitocina.

Estas sustancias actúan a través de un entinglado que tiene predominancia en la base profunda del órgano rector, principalmente en las amígdalas y en núcleos cerebrales como el accumbens y el caudado, que luego se conectan a áreas corticales primordialmente frontales, para poder “discriminar” el inmenso placer de ser felices.

En medicina, la anhedonia es la ausencia de placer, es la incapacidad para disfrutar de las cosas agradables o experimentar placer. Es un síntoma capital en la depresión y la esquizofrenia.

Es el personaje de “no disfruto con nada”, “a mí nada me emociona”, en fin, un estado en que le arrebataron las ganas de sentirse persona viva y de disfrutar de la razón principal que tiene la vida y es el vivirla en felicidad.

Veamos las funciones de esos neurotransmisores de la alegría y de la dicha de vivir. Las endorfinas nos ayudan a lograr el bienestar, mejoran el humor, nos dan calma, retrasan el envejecimiento (los amargados y entruñados se arrugan primero)

La serotonina es considerada la hormona del placer, tiene que ver con el placer sexual, el sueño, el apetito, la presión arterial, la tranquilidad, etc. La dopamina: participa del comportamiento, la cognición, la motivación, la sensación de recompensa y la actividad motora.

Para algunos, su participación en las cuestiones del placer ha sido cuestionada. La oxitocina es la rectora de la mansedumbre, eso de usted sentirse “viajar plácidamente” sobre el arco iris luego de experimentar máximos placeres, es mediado por ella.

Podemos concluir que la infelicidad, viene dada por la alteración de tres factores principales: lo biológico, lo psicológico y lo social. Lo primero no lo podemos cambiar, nuestra genética viene codificada desde nuestros ancestros (hay familias tristes), pero lo psicológico, que se refiere a nuestra realización como seres humanos, sí la podemos manejar; por igual lo social (metas, socialización, etc.) también lo podemos manipular.

La atormentadora infelicidad es el ensombrecimiento de estas tres esferas. Batalle usted por evitar esa dolorosa y triste condición de vida, dele el verdadero sentido a la vida, vivir en felicidad no sólo es lo opuesto a la infelicidad, sino que es la sabia decisión de usted no vivir el muy corto tránsito terrenal entre lágrimas, frustraciones, desdichas, desamores y amarguras. Sustento que la infelicidad, al igual que la felicidad es también eminentemente “biológica” y secundariamente otras cosas. ¡Luchemos denodadamente por ser felices!

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