Para averiguar si la honestidad mejorara la salud, la profesora de psicología Anita E. Kelly y sus colegas de la Universidad de Notre Dame, en Estados Unidos, trabajaron con 110 voluntarios divididos en dos grupos de igual número. Durante 10 semanas se les pidió a la mitad de ellos, que redujeran al mínimo las mentiras cotidianas que solían decir, mientras que al otro grupo se lo estudió sin darles ninguna instrucción sobre cómo comportarse.
Los resultados determinaron que una serie de parámetros ligados a la salud se tornaban positivos para las personas que reducían su tendencia a decir mentiras. Este grupo resultó estar más sanos, menos tensos y, sobre todo, sufrir menos dolores de cabeza y menos problemas de irritación de garganta que el resto de los participantes del estudio.
El estudio se dio a conocer en la 120º Convención Anual de la Asociación Americana de Psicología, y fue bautizado como "La ciencia de la honestidad". Un dato sorprendente reveló que cada estadounidense miente 11 veces por semana como un término medio.
Los especialistas consideran que los seres humanos mienten por tres motivos fundamentales: adaptarse a un ambiente desconocido, evitar sanciones, y conseguir una ganancia u objetivo. La mayoría de las mentiras cotidianas o bien se trata de falsas excusas para explicar por qué llegamos tarde a un sitio o dejamos incompletas ciertas tareas, o bien son fruto de la tendencia a exagerar los éxitos y talentos propios con pequeñas “mentiras blancas”, como se suelen llamar.
Así, la mentira forma parte de la conducta adaptativa de los seres humanos, aunque decir la verdad puede disminuir la ansiedad y evitar el sentimiento de culpa, así como mejora la salud de la mente y el cuerpo.
LC